Yuraq
La cultura peruana es tan rica, y está tan llena de mitos y leyendas y hechos reales tan interesantes, que desarrollar una película de terror debería resultar relativamente fácil. De repente no en la ejecución —es ahí donde la mayoría de propuestas nacionales fallan—, pero sí en la premisa o la idea base. Por ejemplo, tenemos a los pishtacos, personajes mitológicos que degollan a sus víctimas y les extraen la grasa para venderla, y que han sido protagonistas de varias cintas regionales, como la apropiadamente titulada “Pishtaco”, de José Antonio Martínez Gamboa, o la ayacuchana “Jarjacha vs Pishtaco: La Batalla Final”. Independiente de lo que uno pueda pensar de cada una de estas producciones, no se puede negar que aprovechan muy bien las leyendas locales para desarrollar historias que se sienten muy propias de nuestro país.
Es por eso que una película como “Yuraq” tenía tanto potencial. Después de todo, según el material de márketing de la cinta —notas de prensa, trailers y más—, se trata de una ambiciosa producción —con un presupuesto mayor al de cualquiera de los ejemplos mencionados líneas arriba— que, supuestamente, se inspira en la leyenda de los pishtacos para desarrollar una historia de terror y algo de gore. Si es que cineastas regionales, con recursos limitados y poco presupuesto, pudieron construir filmes que han quedado en la memoria de tantos espectadores, ¿qué es lo que podría hacer un actor-productor recién llegado de Nueva York, y un director francés con una amplia trayectoria en su país de origen?
Pues parece que no mucho. Si es que “Yuraq” de verdad se ha inspirado en las historias de los pishtacos, ni se nota. Si es que uno decide ver la película sin haber leído el material de prensa, ni se entera que la misma tiene algún tipo de base en la mitología local —más que una producción inspirada en nuestra cultura, “Yuraq” es una cinta estilo torture porn, más similar a filmes estadounidenses como “El juego del miedo” u “Hostal”. Torpemente dirigida, y carente de alguna sensación de tensión o suspenso, “Yuraq” falla como un exponente del cine de género —he visto comedias nacionales que dan más miedo—, y también como una expresión de nuestra milenaria cultura. Por más que las intenciones a la hora de realizarla hayan sido nobles, no puedo evitar sentir que el producto final es una de las películas peruanas más decepcionantes e ineptas que haya visto en mucho tiempo.
Sebastián Stimman interpreta a Alex, un joven fotógrafo recién llegado de Nueva York, que visita a su madre, Sofia (Elisabeth Duda) en Lima, se encuentra con unos viejos amigos, e inmediatamente viaja a Nazca para ver la tumba de su padre. No obstante, el chico termina perdiéndose en el desierto, y es así que es secuestrado por una suerte de culto liderado por el caricaturescamente maligno Hilaryo (Fernando Pasco Matos). Y no es el único. Al llegar a un cuarto sucio y oscuro, descubre que también han capturado a una adolescente llamada Gabriela (Francisca Aronsson), y a dos mujeres llamadas Liliana (Roxanna Cavero) y Laura (Sandra Muente). Es así que Alex trata de escapar con vida, mientras que el padre de Gabriela, un oficial de policía llamado Javier (Alfonso Dibos), intenta encontrar a su hija y resolver el misterio de la gente que desaparece en Nazca.
Para ser una película de “terror”, “Yuraq” no da mucho miedo. Al igual que muchos otros proyectos fallidos del género, el filme depende demasiado de los jump scares —ruidos fuertes y apariciones repentinas—, y nunca llega a desarrollar una palpable sensación de horror o suspenso. El director Pierre Taisne no es capaz de crear una atmósfera que lo mantenga a uno al borde del asiento; el lugar donde el culto mantiene encerrados a sus prisioneros no es más que una amplia hacienda, y fuera de una habitación en donde un carnicero corta en pedazos los cadáveres de sus víctimas —la única escena que realmente logró perturbarme—, no tiene nada fuera de lo común. Taisne debió aprovechar mejor sus locaciones —hacer uso de sus exteriores de noche, o hacer que el lugar luzca más sucio, más abandonado. Cualquier cosa hubiese contribuido a darle algo de carácter a las escenas protagonizadas por Alex y el resto de prisioneros.
El hecho de que la cinta esté dirigida de manera muy torpe, además, ciertamente no ayuda. De manera similar a otras producciones nacionales, los planos con drone abundan en “Yuraq”. Los primeros resultan efectivos —especialmente durante la secuencias en el desierto de Ica—, pero para el decimoquinto plano aéreo, uno ya está cansado y quiere ver algo distinto. De hecho, ese es uno de los problemas principales de la cinta: abusa de los pocos recursos con los que cuenta. Aparte de los planos de drone, las secuencias de pelea están grabadas casi exclusivamente con cámaras en mano excesivamente nerviosas —para esconder la falta de una coreografía, me imagino—, y muchas escenas son presentadas con travellings que siguen a los personajes desde atrás. Nada de esto está justificado a nivel narrativo; son recursos visuales utilizados únicamente porque “se ven bien”, y no porque logran darle cierto ritmo a las escenas, o ayudan a desarrollar mejor la historia. Y como son usados una y otra vez, terminan aburriendo al espectador.
¿Mencioné, además, que muchos planos no llegan a ser ni “normales” ni aberrantes, y más bien solo están ligeramente torcidos? (En serio, utilizar la “burbuja” del trípode no es tan difícil…) ¿O que la banda sonora, fastuosa y ruidosa, no deja escuchar bien algunos de los diálogos entre personajes? ¿O que muchas secuencias parecen haber sido grabadas con luz natural y nada más, lo cual le otorga una calidad visual cuestionable a la película? Entiendo que “Yuraq” haya sido grabada con un equipo técnico limitado, pero eso no quiere decir que pueda (o deba) incluir errores técnicos realmente básicos. Puedo contar la cantidad de planos bien encuadrados en “Yuraq” con los dedos de mi mano derecha; el resto incluye torpes movimientos de cámara, correcciones de encuadre de último minuto (para algo sirven los ensayos…), y hasta problemas de foco. Creía que el cine peruano ya había superado esta clase de equivocaciones.
Por más que “Yuraq” no esté particularmente bien dirigida, al menos hubiese resultado más satisfactoria si es que respetase las historias en las que dice estar basada. Pero como mencioné líneas arriba, ese no es el caso. “Yuraq” tiene poco o nada que ver con los pishtacos; en vez de lidiar con criaturas que degollan a sus víctimas y les quitan la grasa, involucra a un culto que muestra videos de tortura a través de la Dark Web. Sí “Yuraq” viene con hackers, “periodistas” que trabajan en una suerte de mazmorra en vez de una oficina (con velas y todo), y personajes enmascarados que le arrancan los ojos a sus víctimas. Puede que me esté equivocando, pero a menos que uno trate de forzar algún tipo de conexión entre dichos eventos y los pishtacos, “Yuraq” no tiene nada que ver con dichas criaturas. ¿Por qué, entonces, es que los productores se han obsesionado con mencionarlos en los trailers y materiales de prensa?
E incluso si uno se anima a ver “Yuraq” por la sangre y el gore, lo más probable es que termine decepcionado. La película nunca llega a aceptar del todo que podría convertirse en el “Hostal” peruano, por lo que decide incluir solo un par de escenas de tortura, en medio de interminables secuencias de caminatas y persecuciones. Y lo peor es la naturaleza machista de las escenas gore: la mayoría de la violencia en “Yuraq” es hacia las mujeres, comenzando por la primera víctima del culto, y pasando por la Liliana de Roxanna Cavero (quien, en un momento estúpidamente gratuito, es obligada a revelar los senos), y la Laura de Sandra Muente (quien es violada y asesinada). Sí, el Alex de Sebastián Stimann también la pasa mal, pero no pude evitar sentir que las torturas y muertes de los personajes femeninos fueron retratadas de manera más detallada y extendida, porque aparentemente ver a mujeres en situaciones así es más “chocante” que ver al protagonista (joven, apuesto, productor de la cinta) en una situación difícil.
No dudo que las intenciones detrás de “Yuraq” hayan sido buenas. Se nota a leguas que es un proyecto de pasión para Stimman, quien no hace un mal trabajo interpretando a Alex. De hecho, el reparto está compuesto de actores muy talentosos, desde Alfonso Dibos (decidido y terco como Javier), hasta Francisca Aronsson (quien está mucho mejor acá que en cualquiera de sus comedias familiares), y Francisco Cabrera (quien hace lo que puede con un personaje prácticamente inútil). El problema es que la película no convence ni como ejercicio de suspenso o terror, ni como una representación de las leyendas más famosas de nuestro país. Poblada por personajes arquetípicos y mal desarrollados y dirigida de manera poco elegante, “Yuraq” es una cinta nacional extremadamente fallida, la cual ni siquiera llega a cumplir con lo prometido en su material publicitario. Espero que el siguiente esfuerzo de Taisne y Stimman vaya más allá de las buenas intenciones.
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