X-Men: Dark Phoenix
Si bien es cierto que películas como “Blade” ya habían tenido cierto éxito en la década de los 90, fue la primera entrega de “X-Men” la que inauguró la época dorada del cine de superhéroes. Después de todo, se trató del primer gran éxito para Marvel, la cual, hasta entonces, había estado siguiéndole los pasos a DC, quienes habían conquistado al público con filmes como “Superman”, de Richard Donner, o “Batman”, de Tim Burton. Fue con “X-Men”, de Bryan Singer (quien ahora sabemos es un enfermo), que se dieron cuenta que podían usar a sus personajes para desarrollar cintas maduras y llenas de acción, lo cual, eventualmente, los llevó a crear el Universo Cinematográfico de Marvel.
El resto, tal y como dice el dicho, es historia. Y aunque la infinitamente popular MCU, finalmente, terminó por opacar a las aventuras de los mutantes de Charles Xavier, tampoco podemos ignorar las más recientes entregas de la saga. Después de todo, filmes como “X-Men: Días del Futuro Pasado” o, más importante, “Logan”, lograron traer algo nuevo a la mesa, ya sea una aventura que se lleva a cabo en varias líneas de tiempo y con una enorme cantidad de personajes, o una historia más seria y personal, llena de temas relacionados al arrepentimiento, la mortalidad, o la herencia que le dejamos a los más jóvenes. La MCU es más consistente, sí, pero la saga de los “X-Men”, desde hace casi veinte años, ha estado lidiando con temas intrigantes y muy emotivos, sin miedo a alienar su público.
Todo eso, no obstante, hace que filmes mediocres como “X-Men: Apocalipsis”, y desgraciadamente, “X-Men: Dark Phoenix”, sean muy decepcionantes. El caso de la cinta que nos ocupa en esta ocasión es particularmente grave, ya que se trata de la segunda vez que tratan de adaptar el arco del “Fénix Oscuro” a la pantalla grande, habiéndolo intentando antes en “X-Men: The Last Stand”, con resultados mixtos. Lo que me pregunto, en todo caso, es por qué los ejecutivos de la Fox decidieron darle una nueva oportunidad a Simon Kinberg (guionista Y director de “X-Men: Dark Phoenix”), cuando anteriormente se había encargado de escribir tanto “The Last Stand”, como la nefasta “Los Cuatro Fantásticos” (2015). Nada en su filmografía indica que sería el hombre adecuado para hacerle justicia a esta historia.
“X-Men: Dark Phoenix” comienza con un prólogo que, con sus diálogos poco creíbles, y actuaciones tiesas, nos prepara para el resto de la cinta. En él, vemos como una joven Jean Grey sufre un accidente de carro, en el que mueren sus padres; ella, gracias a sus poderes, sobrevive. Veinte años después, el mundo entero ha aceptado a los mutantes, y más específicamente, a los X-Men, como sus salvadores, tanto así que el Profesor Charles Xavier (James McAvoy) tiene una línea directa al Presidente, quien de cuando en cuando los manda a ayudar en misiones importantes. ¿La más reciente? Ir a rescatar a un grupo de astronautas que ha sufrido un accidente en el espacio exterior.
Es así que Xavier manda a un equipo formado por Mystique (Jennifer Lawrence, claramente aburrida), Bestia (Nicholas Hoult), Jean (Sophie Turner), Cíclope (Tye Sheridan), Tormenta (Alexandra Shipp), Quicksilver (Evan Peters, completamente desperdiciado), y Nightcrawler (Kodi Smit-McPhee). Todo parece estar saliendo bien, hasta que un poder cósmico se acerca a nuestros héroes en la nave, y es absorbido por Jean…. quien, al regresar a la Tierra, parece estar bien. Pero poco a poco se va dando cuenta que está más poderosa que nunca, y que por ende, le cuesta más trabajo el controlar sus poderes. Y las cosas no mejoran cuando una alienígena llamada Vuk (Jessica Chastain) llega a la Tierra, con el plan de convertirse en la mentora de Jean, para que esta pueda controla la inmensa energía de la Fénix Oscura, y se convierta en uno de los seres más poderosos de la galaxia.
En un mundo ideal, la saga de la Fénix Oscura ocuparía, al menos, un par de películas, en las que se establezca bien la relación entre Jean y el Profesor X, permitiéndole al espectador empatizar con ellos, conociéndolos bien, para que los eventos trágicos que se lleven a cabo después tengan un mayor impacto emocional. Desgraciadamente, eso no fue lo que pasó con estas películas, y peor aún, Jean (al menos esta versión) no tuvo un rol particularmente significativo en los filmes previos a “X-Men: Dark Phoenix”. Por ende, el arco por el que tiene que atravesar, y la manera en que los demás personajes reaccionan a su transformación, simplemente no funcionan en esta película. No hay una resonancia emocional, porque el espectador no tiene una conexión particularmente fuerte con esta Jean. Es el desenlace de un arco que nunca fue iniciado de manera adecuada.
No ayuda, además, el hecho de que “X-Men: Dark Phoenix” no esté particularmente bien escrita o dirigida. El diálogo varía entre lo tieso y lo cursi, y muchos de los temas y mensajes que Kinberg quiere transmitir, son recitados por los personajes de manera forzada, en vez de ser desarrollados de manera sutil a lo largo de la película. Incluso hay un momento, durante el clímax de la historia, en el que un personaje anuncia la lección que ha aprendido en voz alta, como para que hasta al miembro más idiota del público le quede claro. Adicionalmente, tenemos giros narrativos y cambios de opinión que se llevan a cabo repentinamente y sin justificación alguna, y un desarrollo de personaje que sucede mientras el mismo está durmiendo. “X-Men: Dark Phoenix” se siente como una película floja, hecha a la volada, como si Kinberg no le hubiese prestado mucha atención a la lógica interna de su historia.
Los actores siempre han sido un punto fuerte en estas películas, y “X-Men: Dark Phoenix” no es la excepción… en su mayoría. A pesar de que esta versión de Jean no está igual de bien caracterizada que la de Famke Janssen en la trilogía original, Sophie Turner no da una mala actuación, transmitiendo de manera eficiente y potente el sufrimiento por el que está atravesando la joven mutante. De hecho, hace un buen trabajo a la hora de mostrar el conflicto interno de Jean, desarrollándola como alguien que no quiere hacerle daño a nadie, pero que simplemente no puede controlarse la mayor parte del tiempo.
Por otro lado, James McAvoy está bastante bien como una versión más fallida y con más matices del Profesor X, y Michael Fassbender da una sólida actuación, a pesar de que Magneto tiene poco qué hacer en esta película. Mutantes como Tormenta o Quicksilver están casi de adorno (¡este último ni siquiera tiene una de sus famosas escenas en cámara lenta!) y Jessica Chastain claramente está acá solo por la plata. Su Vuk es una villana poco desarrollada y aburrida, con motivaciones nebulosas y una personalidad casi inexistente. Considerando que nos encontramos en una época en la que los filmes de superhéroes son capaces de mostrarnos villanos fascinantes y complejos (piensen en Loki, Thanos, o por supuesto, el mismísimo Guasón), el tener a un enemigo tan soso como Vuk, y una actriz tan talentosa como Chastain desperdiciada de esta manera, debería considerarse como un crimen.
Simon Kinberg ya tuvo dos oportunidades para traer esta historia a la pantalla grande, y en ambos casos, fracasó. Sí, podría argumentarse que “X-Men: Dark Phoenix” es mucho más fiel al cómic que “X-Men: The Last Stand”, pero aquella cinta del 2006 se siente ligeramente más redonda porque tiene protagonistas mejor desarrollados, con los que el público podía identificarse más. Pero incluso si no se le compara a dicha película, “X-Men: Dark Phoenix” es una decepción, un filme de superhéroes con pocas secuencias de acción, efectos visuales mediocres, muchos actores talentosos desperdiciados, y un ritmo errático; sí, se torna un poco más emocionante durante el último acto, pero el segundo es francamente pesado. Y si hay algo que no quieres que haga tu película de héroes mutantes, es que aburra a su público. Honestamente, me quedo con la saga del Fénix de la caricatura de los años 90. Pensé que “X-Men: Dark Phoenix” podría superarla o al menos igualarla, pero lamentablemente, ese no ha sido el caso.
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