Verónica (2017, Netflix)

“Verónica” es una película de terror sobrenatural en teoría bastante convencional, que sin embargo resalta gracias a la estilizada dirección del también coguionista Paco Plaza, y la buena interpretación central de la joven Sandra Escacena, en su debut cinematográfico. Lo que tenemos acá es un filme que se deja influenciar por otros exponentes del género, centrándose en hechos paranormales, todos relacionados a un demonio que acecha a una familia madrileña común y corriente. No es nada que no hayamos visto antes, necesariamente, pero funciona como para dejar al espectador nervioso y sin ganas de quedarse solo en casa.
Al comenzar “Verónica”, vemos al personaje del título (Escacena), una adolecerte aparentemente normal, juntándose con su mejor amiga, Rosa (Ángela Fabián) y otra chica del mismo colegio, Diana (Carla Campra) para jugar a la ouija en pleno eclipse solar. Nuestra protagonista, pues, quiere hablar con su finado padre, pero al hacer el llamado, termina desmayándose y asustando a las otras chicas. Y aunque logra recuperarse, resulta que al jugar, trajo consigo a un espíritu que se niega a dejarla, y más grave aún, parece estar obsesionado con fastidiarla a ella y sus hermanos: Lucía (Bruna González), Irene (Claudia Placer) y el pequeñito Antoñito (Iván Chavero). Como se deben imaginar, Verónica se da cuenta rápidamente que algo tiene que hacer para que el demonio los deje en paz.
En términos narrativos, “Verónica” no hace nada que no hayamos visto en otros filmes. Hay ouijas, demonios silueteados, apariciones repentinas, y pesadillas sangrientas. No obstante, no se puede negar que Plaza hace un buen trabajo generando suspenso, incluyendo imágenes verdaderamente escalofriantes, y permitiéndole al espectador empatizar con el personaje central. Además, el desarrollo de la época tan específica en la que se lleva a cabo la historia —el año 1991— ayuda a que obtenga una atmósfera y estilo palpables, incluyendo varias canciones de la banda Héroes del Silencio. Entre eso y la inclusión de personajes como una misteriosa monja ciega que parece saberlo todo sobre los demonios (Consuelo Trujillo), “Verónica” termina siendo interesante, intrigante y suficientemente tensa. Si la ven a oscuras y en medio de la noche, lo más probable es que terminen temblando.
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Hermana Muerte (2024, Netflix)

¿Se acuerdan de la monja ciega que aparece en “Verónica”? (Espero que sí; ¡tan solo la mencioné unas pocas líneas arriba!). Pues parece que Plaza le fascinaba tanto aquel personaje, que consideró darle toda una historia de trasfondo, desarrollando un filme completamente enfocado en ella, en la década de los cincuenta. Es así que obtuvimos “Hermana Muerte”, una cinta inesperadamente superior a su predecesora, y que lejos de sentirse, nuevamente, como una propuesta tradicional de terror, más bien intenta generar suspenso de formas más sutiles, dejando de lado a los demonios, sombras raras y lampas parpadeantes. Las conexiones con la película anterior con claras, pero no es necesario haberla visto para disfrutar de “Hermana Muerte”.
La cinta comienza con un breve prólogo en los años cuarenta, en el que vemos como todo un pueblo termina adorando a una niña milagrosa, quien parece haber tenido contacto con la mismísima Virgen María. Ya en la década siguiente, vemos a dicha niña, ya crecida, convertida en monja, y llamada Narcisa (Aria Bedmar), llegando a un convento convertido en colegio para niñas de pocos privilegios, lista para enseñar. Y aunque inicialmente todo parece ir bien, poco a poco comienzan a suceder cosas extrañas. Siendo una suerte de pez fuera del agua, considerada por muchas como una niña milagrosa, Narcisa comienza a experimentar sucesos paranormales, lo cual la obliga a reconsiderar sus acciones, y encontrar maneras de proteger a las chicas que tiene que cuidar.
En sentido estricto, la estructura y tipos de sucesos por los que pasan tanto la protagonista de “Verónica” como la Narcisa de “Hermana Muerte” no son tan disimilares. En la práctica, sin embargo, el segundo filme intenta ser más sutil y menos efectista, lo cual resulta en una experiencia incluso más perturbadora, y menos previsible. Ayuda, además, que la historia se desenvuelva como una suerte de misterio, en el que nuestra protagonista va averiguando poco a poco lo que sucedió con una monja años atrás, durante la Guerra Civil. Y por supuesto, el filme se ve beneficiado por una excelente actuación por parte de Aria Bedmar, quien convierte a Narcisa en un personaje complejo, conflictuado y verosímil. “Hermana Muerte” me gustó más que su predecesora, pero juntas, ciertamente ambas películas funcionan para construir un mundo intenso y oscuro que seguramente continuará en un futuro no tan lejano.
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