Así como quien no quiere la cosa, la franquicia de “Un lugar en silencio” se ha ido convirtiendo poco a poco en una de las mejores que Hollywood han producido en años, más que nada debido a la consistencia entre entregas. La primera película, dirigida por John Krasinski, fue una grata sorpresa en su momento, y la inevitable secuela, aunque carente del elemento de sorpresa, terminó resaltando gracias al gran trabajo de sus actores, y a la creíble expansión de su concepto central. Pocos se imaginaban, pues, que tanto se podría hacer con la idea de monstruos con un sentido del oído super desarrollado, pero “Un lugar en silencio” (la franquicia) ha logrado demostrar que era posible.
Lo cual me lleva, por supuesto, a “Un lugar en silencio – día uno”. Lo que tenemos acá es un filme que, en peores circunstancias, no sería más que una innecesaria precuela hecha únicamente porque sus predecesoras fueron financieramente exitosas. Pero parece que el 2024 es el año de las buenas precuelas —primero con “Furiosa” (por más de que me haya parecido inferior a “Mad Max: furia en el camino”) y ahora con “Un lugar en silencio – día uno”. Porque lo crean o no, se trata de un thriller de suspenso sorprendentemente emotivo, que se sostiene gracias al trabajo de sus dos talentosos protagonistas, pero también al buen manejo del suspenso y la tensión por parte del director Michael Sarnoski (la excelente “Pig”, con Nicolas Cage).
La protagonista de “Un lugar en silencio – día uno” es Samira (Lupita Nyong’o), una ex poeta enferma de cáncer, que pasa sus días en una casa de reposo bajo el cuidado del enfermero Reuben (Alex Wolff), y con la compañía de su gatito, Frodo. Un día, como parte de una excursión con los otros pacientes, los tres terminan en un show teatral en Nueva York, y es ahí donde son testigos de una invasión alienígena. Llegan los extraterrestres que hemos visto en las dos películas anteriores de la franquicia, y comienzan a matar a medio mundo. Felizmente, nuestros protagonistas no tardan en darse cuenta de que los monstruos dependen enteramente del sentido del oído, por lo que rápidamente comienzan a moverse en silencio, hablando muy ocasionalmente para mantenerse a salvo.
Es así, pues, que comenzamos a seguir a Samira a través de la ciudad, primero con Reuben, y eventualmente al lado de Eric (Joseph Quinn), un chico británico que llegó años antes a Nueva York para estudiar derecho. Juntos, intentarán llegar al puerto de evacuación de donde sale la mayor parte de gente de la ciudad, mientras se van conociendo, y de paso, van buscando un restaurante de pizzas que a Samira le hace recordar mejores tiempos. “Un lugar en silencio – día uno” se desarrolla, pues, como un drama inesperadamente emotivo, en donde se enfatiza el lado humano de los personajes por sobre el espectáculo o los efectos visuales.
Lo cual, por supuesto, puede ser algo sorprendente, considerando que se trata, después de todo, de un filme centrado en una invasión alienígena. Pero lo curioso de “Un lugar en silencio – día uno”, precisamente, es que muchos eventos relacionados a la llegada de estos monstruos pasa en el fondo, con la película concentrándose en la perspectiva de dos personas comunes y corrientes que simplemente intentan sobrevivir, y que no se enteran de muchos de los detalles que podrían haber resultado más importantes en una cinta completamente distinta. “Un lugar en silencio – día uno” no está interesada, pues, en la perspectiva de agentes del gobierno, científicos o militares; así como las entregas previas se centraron en una familia, esta se centra en un dúo inicialmente disparejo, que poco a poco van encontrando algo bonito en una relación platónica, pero no por eso menos honesta.
Es por todo eso, de hecho, que resulta interesante que nuestra protagonista sea una mujer enferma de cáncer —alguien que tiene muy poco que perder, y cuya única motivación para seguir adelante es comer un último pedazo de pizza en el restaurante al que iba de niña con su padre. Sobre Eric sabemos menos, pero gradualmente, el espectador se va dando cuenta que, a su manera, también es alguien que no tiene mucho qué perder. Su familia está en otro país, sus amigos y compañeros de trabajo o universidad posiblemente estén muertos, y necesita de la compañía de Samira debido a los constantes ataques de ansiedad que le dan. Tenemos acá, pues, a dos personajes frágiles y vulnerables, que sin embargo van encontrando la suficiente fuerza (en ellos mismos, y en el otro) para sobrevivir.
Previsiblemente, Lupita Nyong’o está muy bien como Samira, interpretándola como una mujer que inicialmente ha perdido la esperanza, pero que logra sobreponerse a la mayoría de obstáculos que encuentra gracias al vínculo que forma con Eric. Tanto ella como Quinn se ven obligados a actuar la mayor parte del tiempo con el cuerpo, con miradas y con emociones contenidas, y en ese sentido, los dos hacen un excelente trabajo poniéndonos en los zapatos de sus personajes. El conflicto en el que se involucran, además, se siente cercano y verosímil en parte gracias a ellos, y es por ellos, también, que tanto Samira como Eric se terminan sintiendo humanos; como gente que de verdad podría estar pasándola mal en una situación tan poco probable como esta.
Por su parte, el director Michael Sarnoski hace un notable trabajo desarrollando tensión, poniendo a estos personajes vulnerables en situaciones de peligro, siempre conscientes de que deben ser silenciosos. “Un lugar en silencio – día uno” es una película llena de suspenso, que seguramente hará que muchos espectadores contengan la respiración constantemente. Adicionalmente, la recreación de la ciudad de Nueva York es perfecta —a pesar de que la mayor parte del filme fue filmado en Londres—, y los efectos visuales son utilizados con mesura, ya sea para mostrarnos (a veces parcialmente) a los monstruos, o para presentarnos una recreación verisímil de una ciudad destruida, parcialmente abandonada, llena de carros vacíos, edificios demolidos, y fuego y humo por todas partes.
“Un lugar en silencio – día uno” terminó siendo una grata sorpresa —tanto así que, si es que llegan a sacar más entregas de esta franquicia, uno ya debería esperar algo de cierta calidad por “default” de las mismas. El que sea una precuela que no involucra a ninguno de los personajes principales de las cintas anteriores (solo regresa el gran Djimon Honsou, interpretando a su personaje del segundo filme) es una decisión brillante, ya que sabemos poco o nada de lo que le pasará a los dos personajes principales. Y al entregarnos protagonistas vulnerables y muy humanos, Sarnoski no tiene problemas desarrollando tensión y suspenso, haciendo que “Un lugar en silencio – día uno” se desarrolle como una precuela atípica, y sorprendentemente, como una de las mejores entregas de lo que hasta ahora es una trilogía. Nuevamente; parece que este 2024 es el año de las BUENAS precuelas. ¡Que vengan más!
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