Titanic (25 aniversario)

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¿Qué más se puede escribir sobre “Titanic”? Como la mayoría de cinéfilos ya saben, se trata de una de las películas más influyentes, populares y hasta infames de la historia reciente del cine comercial estadounidense. Un filme que revolucionó la industria en términos tecnológicos, y que nos entregó una de las historias de amor más citables y emotivas de los últimos años. Por algo se está peleando el tercer puesto en la lista de las películas más taquilleras de la historia… con “Avatar: el camino del agua”, también de James Cameron. ¡Tenía que ser el Rey del Mundo!

Pero ahora que la cinta ha sido reestrenada en cines por su aniversario 25, en una versión remasterizada en 4K y en 3D, vale la pena dedicarle algunas palabras. Vale la pena volver a visitar esta historia, la cual resonó en el imaginario colectivo mucho más de lo que cualquiera podría haberse imaginado a fines de los años 90, y que terminó por demostrar que Cameron es uno de los cineastas estadounidenses más visionarios que jamás hayan vivido. En 1997, “Titanic” lo tenía todo: romance, acción, suspenso, y dos jóvenes y atractivos protagonistas en su mejor momento. Veinticinco años después, a pesar de estar viéndose en un contexto totalmente distinto, y en muchos casos por una audiencia totalmente nueva, el “efecto Titanic” sigue siendo el mismo.

Porque valgan verdades, “Titanic” es una de las películas que mejor han envejecido de la década de los 90. Al llevarse a cabo a principios del siglo XX, carece de muchas de los elementos “noventeros” que hoy consideramos como ligeramente vergonzosos. Y al ser un filme de James Cameron, fue realizado con tanta paciencia y atención al detalle (y problemas, por supuesto), que a nivel técnico, sigue siendo igual de espectacular hoy en día que hace veinticinco años. En serio. Comparen a “Titanic” con cualquier otra producción millonaria de 1997, y notarán una enorme diferencia. Por algo terminó convirtiéndose en la película más cara de la historia… hasta ese momento (el presupuesto de “Titanic” ha sido sobrepasado ya varias veces en años posteriores, en algunos casos por el mismo Cameron).

Vale la pena que entiendan, entonces, que todavía vale la pena ver “Titanic”, especialmente si tienen la oportunidad de hacerlo en los cines, gracias a su reciente aniversario. Lo que tenemos acá, como suele pasar con el cine de Cameron, es una historia sencilla y hasta estereotípica: un romance prohibido (y ficticio) que se lleva a cabo en un contexto trágico, basado en hechos reales. Los personajes están delineados con trazo grueso —nuestros héroes son, en general, gente buena y atractiva, y nuestro villano principal es un desgraciado de aquellos. Pero hay algo en el diálogo de Cameron, y ciertamente en las actuaciones de este reparto, que logra darle vida a estos personajes, haciendo que trasciendan los clichés en los que muy buen se hubieran podido enredar. “Titanic” no debería funcionar —de hecho, tenía todas las de perder mientras se estaba produciendo—, y sin embargo… sí lo hace.

La película se lleva a cabo en dos tiempos. Primero, tenemos la historia del presente (o bueno, los años 90), en donde una Rose DeWitt Bukater (Gloria Stuart) de 101 años, decide atender el llamado de Brock Lovett (Bill Paxton), un cazafortunas y documentalista que está explorando los restos del Titanic bajo el mar, en busca de una legendaria joya: un diamante llamado El Corazón del Océano. Y por supuesto, de ahí tenemos la historia del pasado —1912, para ser más exactos—, en donde vemos a una Rose joven (Kate Winslet) a bordo del Titanic con su adinerada y clasista familia, enamorándose de un chico pobre llamado Jack (Leonardo DiCaprio). Es una historia de amor que pone en evidencia el terrible clasismo y discriminación de aquella época, y que se ve interrumpida por un Iceberg que termina por inundar el supuestamente indestructible barco.

Muchos ya saben la historia, pues, y sin embargo, el romance entre Jack y Rose es tratado con suficiente sinceridad, como para que, por momentos, uno se olvide que ambos personajes terminarán involucrándose en una tragedia (y que al menos uno de ellos morirá). Sí, el diálogo es por momentos cursi —son dos cuasi-adolescentes descubriéndose el uno a la otra, después de todo—, pero tanto DiCaprio como Winslet lo interpretan todo con la más absoluta sinceridad y emotividad, haciendo que uno, como espectador, se involucre en el romance, y quiera que terminen juntos. Evidentemente, ayuda que el prometido millonario de Rose, Cal (Billy Zane) sea un monstruo. A su lado, el Jack de DiCaprio es un santo, y a pesar de que uno sabe que para Rose un futuro con él sería incierto, igual quiere que terminen juntos.

Cameron aprovecha, además, para mostrarnos de manera algo superficial pero potente la manera en que la sociedad occidental funcionaba en los años 10. La pomposidad y extrema seriedad de la clase alta, contrasta perfectamente con el relajo y la alegría de los personajes más pobres. Y el absoluto desdeño con el que personajes como Ruth (Frances Fisher), la mamá de Rose, mira y trata a quienes ella considera son inferiores a ella, nos dice todo sobre el mundo en el que nuestra protagonista creció. No resulta difícil, entonces, creer que ella, efectivamente, se siente encerrada en una jaula —harta de ser tratada como un objeto, que está ahí únicamente para verse bonito y complacer a su futuro esposo.

Por otro lado, siendo una película de James Cameron, “Titanic” fue producida con una atención al detalle alucinante. Evidentemente, lo que tenemos acá es una historia ficticia que utiliza eventos reales para desarrollar un romance trágico, pero eso no quiere decir que la cinta carezca de verosimilitud. El barco ha sido recreado de manera impresionante y realista, y todo lo relacionado a la producción y dirección de arte, desde los interiores del barco, hasta el vestuario de los personajes (principales, secundarios y extras) de todas las clases, luce absolutamente legítimo. Es un cliché, pero el barco en “Titanic” es un personaje más, imponente, lleno de pasajes laberínticos, y desgraciadamente, condenado a ser destruido rápidamente.

Ahora bien, “Titanic” ha llegado a los cines por su 25 aniversario en una versión remasterizada en 3D, la cual luce realmente bien. Sí, los efectos 3D no son los más espectaculares del mundo —en general, sirven para otorgarle algo de profundidad a la mayor parte de escenas. Pero a diferencia de otros filmes de la época, esta versión de “Titanic” luce casi como una película que hubiese podido ser hecha el año pasado. Desde las múltiples escenas en pantalla verde, hasta elementos digitales como el barco o extensiones de ciertos sets, y el trabajo de “compositing” digital, todo aspecto técnico en “Titanic” está hecho al más alto nivel, en servicio de la historia y de la recreación fidedigna de un tiempo y lugar muy específicos. Cuando eres James Cameron, haces tus películas de tal manera que puedan resistir el inclemente paso del tiempo.

Muy aparte del aspecto técnico y la atención al detalle por parte de Cameron, si “Titanic” funciona todavía tan bien, es porque resulta fácil enamorarse de los personajes. Winslet, por ejemplo, interpreta a Rose con aplomo, desarrollándola como una chica algo anacrónica a principios del siglo XX; rebelde, y sin ganas de vivir una vida de extremo sexismo. Por su parte, Leonardo DiCaprio —todo un rompecorazones en los años 90— interpreta a Jack como la contraparte perfecta para Rose: un hombre libre, de futuro incierto, amante del arte, amable y honesto. La química entre ellos enciende la pantalla —o empaña las ventanas de los autos, jeje—, y le permite a uno relacionarse con este romance desde el primer minuto. Si “Titanic” todavía conmueve, es gracias a Jack, Rose, y los grandes actores que los interpretan.

No obstante, tampoco se puede dejar de destacar al reparto secundario. De hecho, resulta divertido ver a tanto actor conocido —o de culto— en “Titanic”, todos interpretando sus respectivos roles a la perfección. Bernard Hill (Thoden en las películas de “El Señor de los Anillos”) interpreta al capitán del barco, por ejemplo. También está Kathy Bates como Molly Brown, la única persona medianamente decente en la zona de primera clase del Titanic. Por ahí vemos también a Victor Garber como Thomas Andrews, el diseñador del Titanic, o a Jonathan Hyde (el egiptólogo en “La Momia”) como uno de sus financistas. Danny Nucci interpreta a Fabrizio, el mejor amigo de Jack, de manera algo estereotípica; Bernard Fox (¡también de “La Momia”!) hace del coronel Archibald Gracie, y Bill Paxton destaca en las escenas en el presente. Hasta tenemos a un joven Ioan Gruffudd como un oficial del barco que cobra importancia hacia el final de la historia. Y por supuesto, Billy Zane está perfecto como Cal, un verdadero desgraciado, de esos villanos a los que uno ama odiar.

Ahora, a través de los años, “Titanic” ha cobrado cierto prestigio, cierto status de película legendaria, que ha hecho que muchas escenas se transformen tanto en momentos icónicos del cine, como en memes. Desde diálogos como “¡Soy el Rey del Mundo!” hasta la escena en la que Jack dibuja desnuda a Rose (la cual, dicho sea de paso, es mucho menos explícita de lo que recordaba, seguro porque muchos de los recuerdos que tengo de la película son de cuando era un púber), “Titanic” está llena de momentos que se han convertido en parte importante de la cultura popular. Pero a la vez, también hay varios “haters” de “Titanic”, aquellos que no disfrutan de lo cursi y formal y directa que es. Suele pasar cuando algo se hace demasiado popular, pero en opinión de vuestro servidor, es un odio infundado.

En todo caso, no se puede negar el poder de “Titanic”. Incluso veinticinco años después de su estreno original, sigue atrayendo a la gente —principalmente parejas— a los cines, y sigue generando respuestas emocionales en ella (la función a la que fui estaba repleta de gente moqueando). Sí, es una película tan conocida que hasta resulta innecesario verla completa para entenderla, pero si uno igual se anima a hacerlo, se encontrará con una experiencia innegablemente emotiva y expertamente realizada. James Cameron es un cineasta que sabe lo que hace, y con “Titanic”, logró realizar un clásico moderno; sencillo y hasta arquetípico, pero poderoso. Seguro que terminaré viéndola otra vez (en una remasterización en 6K, 8K o hasta holograma) en cinco, diez, quince o hasta treinta años. Por mi no hay problema.

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