Soltera Codiciada
No logré verla cuando se estrenó en cines, pero ahora que está disponible en Netflix, por fin me animé a darle una oportunidad a “Soltera Codiciada”, de Tondero. Lo pongo de esa manera, porque luego de ver la inesperadamente divertida y emotiva “No me digas solterona”, de Ani Alva, no me quedaron muchas ganas de ir al cine a ver otra película nacional de título y temática similares. Y por los resultados de la taquilla, aparentemente no fui el único — “Soltera Codiciada” estuvo muy lejos de ser un fracaso económico, pero de igual forma, terminó recaudando menos que la cinta de Alva, cosa que pocos se esperaban, considerando el éxito que han tenido la mayor parte de producciones de Tondero. En todo caso, siempre es sano tener algo de competencia.
Pero no quiero divagar. Considerando que nunca leí el blog de Maria José Osorio, probablemente no sea parte del público objetivo de “Soltera Codiciada”, pero eso no quiere decir que no debería ser capaz de disfrutarla bajo sus propios términos. Por más que esté basada en un producto de otro medio, uno debería poder entender y divertirse con la adaptación cinematográfica —es la razón por la que uno no debería tener que leer el libro antes de ver cualquier película de “El Señor de los Anillos”, ni tener que jugar el juego antes de ver la adaptación de “Tomb Raider”. Pero hayan leído el blog o no, desgraciadamente, no puedo decir que “Soltera Codiciada” sea un filme particularmente satisfactorio.
“Soltera Codiciada” no es una comedia romántica. Sí, pretende ser graciosa con frecuencia, pero no se enfoca en los enredos amorosos de su protagonista, precisamente. Más bien, lo que tenemos acá es una chica que acaba de ser rechazada, y que a pesar de no ser capaz, aparentemente, de dejar atrás el pasado, eventualmente llegará a quererse a sí misma, y a darse cuenta de que, muchas veces, lo más importante es tener tiempo para ella sola, para arreglar su vida y para dejar de depender de los demás. Se trata de un mensaje loable, el cual podría haber sido desarrollado de manera realista y emotiva —desgraciadamente, ese no es el caso de “Soltera Codiciada”.
Luego de que su novio de seis años (Andrés Salas) termina con ella a través de una llamada de Skype desde España, Maria Fé (la gran Gisela Ponce de León) debe lidiar con una profunda depresión, de la cual parece ser incapaz de escapar. No quiere salir de su amplia casa en Barranco (producto de una herencia), no quiere ver a sus amigas, la adicta al trabajo Natalia (Karina Jordán) y la espiritual Carolina (una carismática Jely Reátegui), y definitivamente no quiere saber nada de otros hombres. Pero luego de que sus amigas se lo sugieren, se dará cuenta que la mejor manera de desahogarse será a través de la escritura. Y esto resulta en un blog inesperadamente popular: “La Soltera Codiciada”.
Entiendo que tenemos que tener películas de todo tipo, que se lleven a cabo en distintos contextos y que estén protagonizadas por diferentes tipos de personaje, pero no puedo evitar sentir que “Soltera Codiciada” se lleva a cabo en una burbuja que convierte a Maria Fé y sus amigas en personajes demasiado superficiales. Esto se debe, también, al tratamiento tan simplista del conflicto central —uno se identifica, al principio, con Maria Fé, porque está viviendo una situación por la que posiblemente todos hemos atravesado, pero eventualmente, se harta de ella porque sus reacciones son demasiado patéticas y hasta infantiles. Esto es particularmente grave cuando trata mal a sus amigas o cuando se deja maltratar por ellas (especialmente Natalia); tener un personaje con cierto nivel de patetismo puede funcionar, pero cuando se abusa de dicho recurso, termina desesperando.
Evidentemente esto mejora una vez que crea el blog de “La Soltera Codiciada”, pero es ahí que aparecen otros problemas. Las fanáticas y fanáticos del blog me han contando muchas veces que seguían esa web debido al ingenio y la inteligencia de Maria Fé; porque podían encontrar muy buenos consejos y frases memorables para motivar a cualquier persona. Desgraciadamente, esto no es transmitido con efectividad en la película. De hecho, la creación y desarrollo del blog se sienten más como una idea tardía que como parte central de la narrativa, lo cual convierte a su inclusión en un recurso más para avanzar la trama —Maria Fé hubiera podido comenzar a cocinar o a vender plantas, y el resultado dentro de la película hubiese sido el mismo.
Además, al igual que “Amigos en Apuros”, de Joel Calero, “Soltera Codiciada” sufre de una sorprendente carencia de energía y ritmo. Al ser una cinta enfocada en el mundo digital —consideren, si no, la inclusión de pantallas y gráficas digitales dentro de los encuadres— y en la publicidad local —Maria Fé es una copywriter de agencia—, uno esperaría una propuesta audiovisual más enérgica, más moderna, con más encanto. Pero ese no es el caso. “Soltera Codiciada” es un filme de cadencia innecesariamente lenta, en donde no se aprovechan las reacciones de sus carismáticas protagonistas, y en donde se presentan situaciones supuestamente hilarantes de la manera más floja posible. Consideren, por ejemplo, la escena en donde Maria Fé va a clases de pole dancing. Se trata de una actividad que podría ser presentada a través de diversos gags físicos, aprovechando la agilidad (o la falta de la misma) del personaje, así como sus expresiones faciales. Pero la película no hace nada de esto —lo más cercano a un gag es un plano en el que vemos cómo se resbala del pole. ¡Y es el único!
Gisela Ponce de León trata de convertir a Maria Fé en un personaje tridimensional, realista y relativamente simpático, pero no es del todo exitosa. Se trata de una mujer inmiscuida en sus propios problemas e incapaz de salir de su burbuja social de Barranco, en donde, aparentemente, todas las casas lucen como agencia de publicidad —o parecen haber sido sacadas de Pinterest—, y donde los únicos personajes afroamericanos u homosexuales son reducidos a estereotipos andantes con dos líneas de diálogo cada uno. No estoy diciendo que toda película tiene que ser 100% inclusiva (especialmente si no contribuye en nada a la historia), pero si van a incluir personajes de este tipo solo “porque sí”, mejor que ni lo hagan.
A Jely Reátegui le va mejor, pero solo porque ella es capaz de extraerle mucho humor hasta a las escenas más banales. Su Carolina es un personaje algo cliché —la chica espiritual, vegetariana, algo distraída—, pero Jely la convierte en una figura innegablemente encantadora. Eso sí, protagoniza una escena de inesperado contenido emocional —está relacionada a su pasado— que, como aparece de manera demasiado repentina, no funciona en lo absoluto. La Natalia de Karina Jordán es involuntariamente desesperante (digamos que no es la mejor de las amigas), y el jefe de agencia de Carlos Carlín lo es a propósito.
Y hablando de Carlín —el único elemento que realmente me hizo gracia fue la sátira de la vida de agencia de publicidad. Está impecablemente realizada —es hilarante, y es muy cierta. Tenemos al jefe “huachafo” que habla como argentino porque ganó un premio en Buenos Aires años atrás; tenemos a los creativos que no le hacen honor a sus títulos; y tenemos compañeros de trabajo sexistas, racistas y homofóbicos. Considerando que muchos de nuestros cineastas nacionales vienen del mundo de la publicidad, no me hubiera imaginado que alguna película local se animaría a parodiar este mundillo, por lo que agradezco su inclusión en “Soltera Codiciada”. Si alguna vez han estado involucrados con este tipo de personas, se sentirán muy identificados con estas escenas.
Sin embargo, no hay mucho más que pueda recomendar de “Soltera Codiciada”. Se trata de una comedia que no da mucha risa —no porque tenga chistes y gags fallidos, si no más bien porque no incluye muchos de estos. Y el elemento emocional, el cual debería ser parte del corazón de la trama y de los personajes, no está lo suficientemente bien desarrollado como para sentirse verosímil. Puede que tenga un mensaje honorable sobre la autosuperación, y puede que los elementos técnicos —fotografía, sonido, música— estén muy bien, pero no son suficientes como para inyectarle energía a este letárgica y previsible comedia. Me quedo con Patricia Barreto y “No me digas solterona”.
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