“Ritos Ocultos” solo puede ser definida como una “oportunidad desperdiciada”. Es una película de (supuesto) terror que cuenta con los ingredientes perfectos para desarrollar una experiencia tensa y atmosférica: una premisa intrigante, elementos de folklore real, buenos actores, y locaciones vistosas. No obstante, dichos ingredientes nunca llegan a ser bien aprovechados, y más bien son estropeados por una “preparación” carente de energía. Es una pena, porque “Ritos Ocultos” no comienza mal, y está llena de ideas con potencial. Pero la experiencia en general nunca llega a generar suficiente suspenso como para mantener interesado al espectador promedio, y mucho menos al fanático acérrimo del terror.
“Ritos Ocultos” se lleva a cabo en un pequeño pueblo británico, al que pocos meses atrás llegó la reverenda Rebecca Holland (Tuppence Middleton, de “Sense8”), junto a su esposo, Henry (Matt Stokoe) y su hija, Grace (Evie Templeton). Parecen tener una vida idílica, hasta que llega una celebración pagana de la cosecha, en la que la pequeña Grace ha sido invitada a participar. Esta incluye un breve show que nos explica la llegada del demonio Galagog, quien le pide un sacrificio al pueblo a favor de una buena cosecha. Evidentemente, Becca y su familia consideran esto como una simple historia o leyenda… hasta la desaparición de Grace.
Lo que inicialmente parece ser un “simple” caso de secuestro, poco a poco va degenerando, desarrollado una palpable sensación de paranoia en Grace, quien se va sintiendo cada vez más sola en esta terrible situación. Henry no es muy proactivo, la policía no parece estar particularmente interesada en ayudarla, y uno de los habitantes del pueblo, el perturbador Jocelyn Abney (Ralph Ineson, de “La Bruja”), está obsesionado co el rol de Galagog en su sociedad, manifestando que él es el responsable del rapto de Grace. Y por supuesto, mientras Becca va investigando la desaparición de su hija por su cuenta, se va dando cuenta de que la leyenda quizás es más cierta de lo que ella creía.
Como se deben haber dado cuenta, “Ritos Ocultos” pertenece al subgénero del terror folklórico, claramente inspirado tanto en clásicos como “The Wicker Man”, con Christopher Lee, como en producciones más recientes, como la notable “Midsommar”, de Ari Aster. El problema es que “Ritos Ocultos” ha agarrado los elementos más destacables de aquellas cintas sin entender exactamente por qué funcionaban, desarrollado una narrativa francamente plana. En términos generales, la película nunca llega a generar una respuesta fuerte en el espectador, manejando un tono soso que nunca llega a ser suficientemente oscuro o perturbador. El par de “jump scares” con el que cuenta no son suficientes como para mantener interesado al espectador en la historia, desafortunadamente.
Lo cual es una pena, porque como se dijo líneas arriba, “Ritos Ocultos” no carece de ingredientes de interés. El elemento folklórico de la historia es fascinante, desarrollando una batalla entre el cristianismo y el paganismo que, a pesar de no estar particularmente bien desarrollado, igual resulta en un conflicto interno interesante para la protagonista. Y algunas escenas resultan visualmente interesantes, al igual que algunos de los diseños relacionados a las costumbres locales del pueblo, como el de la máscara de Galagog (que en una mejor película se hubiese tornado instantáneamente icónica), o el de la locación del inevitable enfrentamiento final. Todo esto se ve desperdiciado, lamentablemente, por una cinta que se va desinflando mientras va avanzando.
Porque el director William Brent Bell (“The Boy”, “La Huérfana 2”) no parece estar ni siquiera interesado en generar sustos. La película carece de cualquier momento de terror o al menos suspenso que podría atraer a los fanáticos del género, y hasta desperdicia escenas con harto potencial, especialmente las que incluyen a figuras enmascaradas mirando a nuestros personajes desde un campo desolado. Los “jump scares” son efectivos pero aparecen muy ocasionalmente, y arriesgándome a caer en clichés, el pueblo nunca se llega a convertir en un personaje más de la película. La geografía del lugar no es clara, y ni los personajes secundarios que deberían resultar más memorables —o aunque sea creíbles— llegan a cobrar vida.
Es más, hasta me animaría a decir que sátiras como la genial “Hot Fuzz”, de mi director favorito Edgar Wright, hacen un mejor trabajo desarrollando un pueblo que se siente vivo, poblado por personajes secundarios bien definidos, lo cual ayuda a que ciertos giros narrativos de tercer acto (que también aparecen en “Ritos Ocultos”), se sientan más orgánicos. Es un problema, pues, que después de tantos años de películas de horror folklórico y cultos secretos, las parodias —o al menos los homenajes graciosos— superen a las producciones que supuestamente quieran hacer esto de forma SERIA.
Al final del día, “Ritos Ocultos” es más decepcionante que verdaderamente terrible. Como se ha dicho ya varias veces, Brent Bell y su equipo aparentemente tenían todo lo necesario para desarrollar una intrigante historia de suspenso, pero no lo hicieron. La actuación central de Tuppence Middleton (angustiada, desesperada, proactiva) funciona, Ralph Ineson hace mucho con poco material, y la historia de trasfondo del culto que acecha a nuestra protagonista es fascinante. Mucho se hubiera podido hacer con todo este material, pero “Ritos Ocultos” termina haciendo muy poco, lo cual resulta en una experiencia ocasionalmente interesante, pero en general carente de ambición y atmósfera. No me arrepiento de haber visto “Ritos Ocultos”, pero más como un ejercicio estimulante de lo que no se debe hacer con el terror, que como algo que valga la pena recomendar.
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