Rampage: Devastación

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Nadie va al cine a ver una película como “Rampage: Devastación” buscando arte o algo particularmente profundo. De hecho, la publicidad de la película lo deja bien en claro: lo que promete es juntar a La Roca (o Dwayne Johnson, como se hace llamar hoy en día) con un montón de monstruos, en situaciones llenas de destrucción, explosiones y diálogos absurdos. Y aunque cumple con esta promesa —hasta cierto punto—, “Rampage: Devastación” termina siendo algo decepcionante, especialmente en comparación al esfuerzo anterior de Johnson y su director, Brad Peyton (“San Andreas”). Aquella película en donde nuestro musculoso actor trataba de salvar al mundo de un gran terremoto no era ninguna obra maestra, pero definitivamente le gana a su más reciente producción.

¿Por qué es que “Rampage: Devastación” no termina de cuajar, entonces? Pues considerando que la cinta cuenta la historia de un experto en primates (La Roca, obviamente) que solía ser parte de la milicia norteamericana (hay que justificar esos grandes músculos de alguna manera, después de todo) que quiere salvar a su mejor amigo, un gorila albino, luego de que fue infectado por una toxina que lo hizo crecer a velocidades antinaturales, definitivamente debió ser más absurda. De cuando en cuando se nota que Peyton y Johnson saben que están participando en una ridiculez, pero son momentos aislados; la mayor parte del tiempo, “Rampage: Devastación” se toma demasiado en serio a sí misma. El problema es que es imposible que el público pueda hacer lo mismo.

De hecho, podría argumentarse que ese es uno de los grandes problemas de la carrera de La Roca hasta el momento. Arnold Schwarzenegger saltó a la fama no solo gracias a sus grandes roles (Conan, el Terminator, y muchos más) si no también debido a sus películas más ridículas, en donde todo lo que hacía era pelear, disparar, sobrevivir explosiones, y recitar memorables one-liners. Filmes como “Rampage: Devastación” deberían manejar un tono similar; todo bien con que Johnson quiera otorgarle su corazoncito a la cuestión (ya saben, George el Gorila Albino es su mejor amigo), pero al final del día, es una cinta de monstruos gigantes amargados, y debería tratarse como tal. Lo siento, mi querida Roca, pero nadie se va a poner emotivo con tu película; está bien difícil.

¿Quién más se ve involucrado en esta increíble —en el más puro sentido de la palabra— historia? Pues Naomie Harris (Moneypenny en las nuevas películas de James Bond) interpreta a la Dra. Kate Caldwell, una científica que años atrás ayudó a crear la toxina que ha infectado a George; Jeffrey Dean Morgan es Harvey Russell, un agente del gobierno que habla como vaquero pero que nunca llega a usar su pistola, y Malin Akerman es Claire Wyden, la villana de turno, dueña de la empresa que comenzó a experimentar con la toxina y que ahora quiere usarla para venderla al mejor postor o algo por el estilo. Qué importa que haya un montón de monstruos gigantes sueltos por ahí matando a medio mundo, ¡ella quiere su plata, maldición!

Y sí, escribí monstruos, en plural, porque aparte de George, también tenemos a un cocodrilo gigante —lleno de cachos, por alguna razón— y a un lobo que vuela. ¿Por qué es que George no sufrió ningún tipo de mutación similar y siguió siendo un gorila común y corriente, solo que de mayor tamaño? Qué importa; ciertamente a la película no le interesan pequeñas distracciones como la continuidad o la coherencia. Prefiere distraerte con destrucción, explosiones y planos de La Roca preocupado por su mejor amigo.

Siguiendo con el tono: creo que “Rampage: Devastación” se hubiese visto beneficiada si incluía más one-liners, si insertaba más momentos autoreferentes, como cuando Johnson menciona sarcásticamente que, obviamente, el lobo gigante vuelta (lamentablemente, dicha línea fue arruinada por los trailers), y aunque no lo crean, si involucraba más a Johnson en la acción. Todo bien con las peleas de monstruos (bueno, no todo; mejores secuencias de violencia monstruosa se han visto en filmes recientes como “Godzilla”, de Gareth Edwards, o “Kong: Isla Calavera”, de Jordan Vogt-Roberts), pero si tienes a La Roca en tu película, deberías obligarlo a usar sus músculos; por último, que le de un puñetazo a un monstruo, nadie se va a quejar. Desgraciadamente, todo lo que Peyton nos da es a un Johnson persiguiendo a George su Mejor Amigo, tratando de calmarlo. Decepcionante.

Y hablando de actores desperdiciados: ¿cuál es el punto de contratar a Joe Manganiello, alias Deathstroke, si es que va a tener un rol tan insignificante? Ni siquiera Matt Gerald (o como me gusta llamarlo, el Calvo de Avatar) tiene mucho qué hacer, al igual que los amigos de La Roca en el trabajo, que aparecen durante el primer par de escenas —y parecen ser importantes— para luego esfumarse y nunca regresar. Malin Akerman hace lo que puede con su rol de villana de caricatura, y Jake Lacy, que interpreta al inútil de su hermano, da una actuación realmente lastimosa. No recuerdo haberlo visto en algo más, pero su trabajo en “Rampage: Devastación” es verdaderamente terrible.

En todo caso, la película se mueve bastante rápido. Se nota que Peyton entiende que un filme de este tipo no puede durar más de una hora y media, por lo que no incluye nada de grasa en la historia, estableciendo el conflicto de manera económica, y desarrollando la acción —con secuencia de violencia tras secuencia de violencia— eficazmente. Los primeros dos actos no son nada del otro mundo, pero cuando los monstruos llegan a Chicago, La Roca, Moneypenny y Negan tratan de salvar al mundo, y todo se va al demonio, la cosa mejora bastante. Como debe ser en esta clase del filme, al final del día, los verdaderos villanos son los monstruos, y no los insignificantes humanos.

¿Sabían, dicho sea de paso, que “Rampage: Devastación” está basada en un videojuego? No se preocupen demasiado; los juegos originales de “Rampage” —para consolas clásicas como el Super Nintendo o el Nintendo 64— no tenían una trama per se. Todo lo que el gamer hacía era controlar a monstruos en escenarios llenos de acción, tratando de destruir todo lo que se pueda de una ciudad. En ese sentido, al menos, la película le hace un correcto homenaje a su fuente de inspiración durante el tercer acto, y aquellos que estén atentos, podrán avistar una máquina de arcade de Rampage en la oficina de los villanos. Suficiente para cumplir con aquellos que siquiera se acuerden que “Rampage: Devastación” está basada en un videojuego de antaño.

Siendo La Roca la Última Estrella de Cine —junto, posiblemente, con Tom Cruise— debería elegir mejor sus proyectos y tratar de proteger su imagen. Su carisma es casi infinito, y tiene legiones de fanáticos, pero si continúa participando en filmes tan genéricos como este, la buena racha podría terminar por acabarse. La secuela de “Jumanji” estuvo buena, lo admito, pero “Rampage: Devastación”… no mucho.

Los efectos visuales son impresionantes —especialmente el George digital, interpretado por un actor a través de la captura de movimiento— y hay suficiente destrucción y muerte como para satisfacer a los fanáticos de la acción, pero considerando que se trata de un concepto absurdo, que hace uso de ciencia mal explicada y peor ejecutada, ideas idiotas —la película comienza en el espacio, porque obviamente—, una sorprendente falta de coherencia, y destrucción de doquier, pues debió ser más consciente de su propia ridiculez. “Rampage: Devastación” no es aburrida, y se sostiene gracias al carisma de La Roca —y a la sinceridad de Naomie Harris, y a que se nota que Jeffrey Dean Morgan la está pasando bien—, pero ciertamente pudo ser mucho más divertida y exagerada. Me quedo con el juego. A desempolvar el viejo cartucho….

 

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