Se podría considerar a “Priscilla” como un complemento interesante para la película de “Elvis” de Bar Luhrmann; una versión más realista y menos estilizada de lo que sucedió entre Elvis Presley y Priscilla Beaulieu, desde la perspectiva de esta última (y basada en su autobiografía). Habiendo visto ya el filme, entiendo perfectamente por qué no le dieron los derechos de la música original de Elvis a la directora-guionista Sofía Coppola, y por qué los fanáticos del Rey no están particularmente contentos con el filme. Se trata, pues, de una producción que pinta a Presley como un pedófilo, y como un hombre abusador, manipulador y agresivo. Nuevamente: interesante verlo después de la película de Luhrmann.
No es necesario reiterar, entonces, que “Priscilla” no es una cinta para los fanáticos acérrimos de Presley. Lo que hace la película, más bien, es contaros una historia innegablemente emotiva, en la que empatizamos con una niña es que es manipulada por un hombre adulto a vista y paciencia de medio mundo, con el permiso de sus padres, y sin mayores cuestionamientos. “Priscilla” se centra, pues, en una relación pseudo-romántica, donde hay más abuso de poder que verdadero sentimiento, y en el que la mayor víctima es una chica inocente, que además vivía en una época en la que no podía hacer mucho para defenderse (y mucho menos de alguien como Elvis). Entiendo por qué no todo el mundo está de acuerdo con lo que Coppola ha hecho acá, pero no se puede negar que resulta en un filme potente e incómodo.
Al comenzar “Priscilla”, vemos como la chica del título, interpretada por una extraordinaria Cailee Spaeny, vive en Alemania junto a su familia. Es ahí donde un soldado americano la convence de ir a una fiesta en la casa de Elvis Presley (Jacob Elordi), quien se fija inmediatamente en ella. ¿El problema? Ella tiene solo dieciséis años, y él veintisiete, pero con el permiso de los padres de Priscilla, comienza a salir con ella. De hecho, la relación se torna tan seria, que al terminar la Segunda Guerra Mundial, Priscilla se va a vivir a Graceland, la mansión que Elvis compró para su familia —con el permiso de sus padres, por supuesto.
Y es ahí donde se termina el período de “luna de miel”, y donde Priscilla se da cuenta que está con un hombre agresivo y manipulador, que la trata más como una muñequita que como un ser humano con intereses propios. Le dice cómo debe vestirse y maquillarse, le prohibe seguir una carrera, la quiere disponible 24/7, y hasta le pide que no vaya a visitarlo a sus sets de rodaje. Poco a poco, entonces, vemos cómo la relación entre Priscilla y Elvis se va deteriorando (por más de que decidan casarse y tener un bebé), con el filme dándonos a entender que no había mucho que ella podría haber hecho… hasta que pasan unos años, ella madura, y finalmente se harta del esposo que terminó teniendo.
Claramente, “Priscilla” es una película incómoda. Es incómodo ver como se normaliza el romance entre una menor de edad y un adulto; es incómodo ver cómo él la trata como niña Y como pareja al mismo tiempo, y es incómodo ver cómo Priscilla parece ser incapaz de defenderse. “Priscilla” es, pues, una historia sobre abusos de poder; sobre una relación tóxica entre un hombre que muy bien sabía lo que estaba haciendo y una niña que fue manipulada, y sobre una mujer que finalmente crece y se da cuenta de lo que estuvo viviendo por años. Si Priscilla es presentada como víctima, se debe tanto a la edad en la que comenzó su relación con Elvis, como a la época en la que vivía. Todo esto ocurrió, con el consentimiento de sus padres, entre los años sesenta y setenta, sin que nadie le ponga pare a algo que claramente estaba MAL.
Nuevamente; se trata de una interpretación muy distinta de la vida de Elvis a lo que pudimos ver en la genial película de Baz Luhrmann. Pero eso es precisamente lo que nos ofrece Coppola: una perspectiva diferente. Y en ese sentido, uno no puede evitar empatizar con Priscilla; con las limitantes que le ponían en Graceland, con lo abrumada que se debió sentir con una nueva vida en un lugar desconocido y rodeada de gente extraña, y con el cariño y pena y odio y disgusto que iba sintiendo hacia Elvis. “Priscilla” es, pues, casi como una historia con moraleja, en la que somos testigos de lo que es capaz un hombre al que (casi) nadie le dice que no, que cuenta con poder prácticamente infinito, y que considera que su pareja debe ser alguien que haga todo lo que ÉL quiera… y nada más.
Como se dio a entender líneas arriba, Cailee Spaeny da una excelente actuación como Priscilla; no sorprende que sea de las favoritas a ser nominada al Óscar a Mejor Actriz de este año. Su interpretación es muy sutil, presentándonos a una Priscilla que no expresa mucho, que se GUARDA bastante, y que precisamente por la naturaleza de su relación con Elvis, es muy reaccionaria; más pasiva que activa. La forma en la que va madurando a lo largo de la cinta es extraordinaria, interpretando con credibilidad tanto a una niña que todavía va al colegio, como a una mujer casada y con hijo. No es una actuación súper vistosa, pero sí una que se quedará grabada en sus cabezas por un buen tiempo.
Jacob Elordi, por otro lado, está meramente correcto —desgraciadamente, se siente más como un actor imitando a Elvis, que como una verdadera encarnación del Rey (a diferencia de Austin Butler). Y en general, “Priscilla” se mueve con algo de lentitud, sintiéndose redundante por momentos, y hasta haciendo uso de transiciones repentinas que denotan algún tipo de problema en la isla de edición (el final, incluso, es abrupto, y me dejó algo insatisfecho). No se trata de la mejor película en la filmografía de Sofia Coppola, pero igual es algo que vale la pena ver en la pantalla grande —especialmente si quieren ser testigos de una actuación formidable por parte de una de las futuras grandes estrellas de Hollywood, y si quieren ver una interpretación nueva de la vida de Elvis. No será para todo el mundo (y mucho menos para los defensores de Presley), pero no resulta difícil entender y admirar lo que Coppola ha hecho con este filme.
NOTA: es cierto que “Priscilla” no cuenta con una sola canción original de Elvis Presley. Considerando que es más la historia de la mujer del título que la de él, dicha omisión no me fastidió demasiado.
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