Operación Red Sparrow
Por más que la amen o que la odien, definitivamente no podemos acusar a Jennifer Lawrence de haberse dormido en su laureles. Considerando que se trata de una de las actrices más famosas y populares del momento, así como la mejor pagada en todo Hollywood, muy fácilmente podría estar apareciendo en filmes comerciales y ligeros, como comedias o secuelas aparte de las de “X-Men“. Pero no está haciendo eso; el año pasado, protagonizó “madre!”, una cinta difícil y perturbadora que no me terminó de convencer, pero que nadie podría acusar de convencional, y este año nos ha entregado la intensa “Operación Red Sparrow”.
“Operación Red Sparrow” es un filme dividido en dos. La primera mitad es la más intransigente y chocante, mientras que la segunda se siente más con un thriller de espionage típico. No obstante, el producto final, aunque fallido —y definitivamente demasiado largo— deja un buen sabor de boca. “Operación Red Sparrow” es una intrigante cinta sobre la utilización del cuerpo como arma; nos cuenta la historia de una mujer a la que le dan un solo camino para tomar en su vida, pero que decide dejar de hacer lo que todos le dicen, y hacerse dueña de su cuerpo, de su propia sexualidad.
Se trata de una tema tratado con madurez y realismo el cual, desgraciadamente, no estoy muy seguro haya sido una buena idea explorar hoy en día. Después de todo, el occidente —y especialmente los Estados Unidos y Hollywood— se encuentran en un contexto social muy específico, en el que el rol de la mujer está siendo reconsiderado después de décadas de opresión, acoso sexual y violaciones. El corazón de los dos Lawrence —Francis, el director, y Jennifer, la actriz— está en el lugar correcto, creo —o espero—, pero la película tiene el potencial de incomodar a muchísima gente, especialmente teniendo en cuenta el tipo de noticias de las que uno se entera casi todos los días.
Jennifer Lawrence interpreta a Dominika Egorova, una prima ballerina en Rusia que, luego de sufrir un terrible accidente en el escenario, es llamada por su tío, Vanya (Matthias Schoenaerts) para trabajar juntos. Después de todo, él es un oficial de alto rango en el gobierno ruso, y ella necesita dinero para poder cuidar de su madre enferma (Joely Richardson) y poder quedarse con el departamento en el que viven. Desgraciadamente, Vanya tiene algo bastante perturbador en mente; la manda a estudiar a una suerte de escuela de prostitución, en donde la dura Matron (Charlotte Rampling) le enseña a varios cadetes, todos jóvenes y apuestos, a utilizar sus cuerpos como armas en servicio de su país.
Luego de destacar en este lugar, Dominika es enviada a su primera misión: debe perseguir y se debe relacionar con el agente de la CIA Nate Nash (Joel Edgerton), un hombre honesto y sentimental que se ha metido en problemas con ambos gobiernos luego de haber —casi— revelado la identidad de un topo americano en el gobierno ruso. Dándose cuenta de que ambos podrían beneficiarse de una relación, Dominika y Nate comenzarán a trabajar juntos, lo cual podría poner en peligro la seguridad de ambas naciones.
EL juego de seducción entre Dominika y Nash podría considerarse como el corazón de la película; se trata de una relación que es construida lentamente y con cuidado, la cual resulta bastante creíble, especialmente considerando la situación en la que ambos personajes se encuentran. La química entre Lawrence y Edgerton es palpable; uno realmente llega a sentir que ambos sienten algo por el otro, pero también que están manipulándose mutuamente porque saben que pueden salir beneficiados si es que utilizan bien sus cartas. Uno nunca está realmente seguro de lo que Dominika está haciendo, hasta que el giro narrativo final es revelado; un giro inteligente y sorprendente del cual disfruté muchísimo.
Jennifer Lawrence está genial como Dominika. La interpreta como una mujer vulnerable y fallida, pero también extremadamente fuerte y resistente; todo lo que ella quiere es cuidar a su madre y conservar su casa, objetivo por el que está dispuesta a hacer de todo. Manipula a hombres —y mujeres— por doquier, y resiste todo tipo de torturas, todo con tal de, por fin, tener su vida bajo control y recuperar su libertad. Además, aunque al principio pensé que su acento ruso me molestaría, terminó siendo tan sutil, que al final me acostumbré a él. Por su parte, Joel Edgerton —un actor australiano infinitamente infravalorado— está muy bien, también; a pesar de que trabaja en un ambiente corrupto y violento, uno jamás duda que Nate es un hombre honesto.
“Operación Red Sparrow” cuenta con un reparto secundario de lujo. Charlotte Rampling es intimidante como Matron; Matthias Schoenaerts es a la vez carismático y repugnante como Vanya, el tío de Dominika; Jeremy Irons es intenso como el General Korchnoi (aunque su acento ruso no termina de cuajar) y Ciarán Hinds es convincente como Zakharov, su superior. Una delirante Mary Louise-Parker protagoniza los únicos momentos relativamente ligeros del filme, aunque su eventual destino es más oscuro de lo que a uno le gustaría.
Considerando los temas que la película toca, no debería sorprender el que “Operación Red Sparrow” sea una producción estrictamente para mayores de 18 años. Ahora bien, no se trata de un filme terriblemente erótico o violento, como muchas de las críticas norteamericanas le querrían hacer creer a uno; de hecho, estoy seguro que muchos cineastas y actores franceses se reirían en la cara de “Operación Red Sparrow”, por así decirlo. Pero para estándares norteamericanos —después de todo, son extremadamente conservadores en lo que al sexo se refiere— sí es bastante fuerte. Hay dos escenas de tortura extremadamente incómodas —aunque menos gráficas de lo que esperaba, felizmente— y Jennifer Lawrence muestra su cuerpo desnudo en contextos decididamente no eróticos. “Operación Red Sparrow” se esmera en mostrar el cuerpo de Lawrence como un instrumento de seducción, sí, pero también en destruirlo, no para mostrarla como una víctima, si no para enseñarnos lo fuerte y decidida que puede llegar a ser.
“Operación Red Sparrow” es un filme de espionaje brutal y gráfico, una película que no tiene miedo de tocar temas delicados ni de mostrarnos de manera explícita las consecuencias de una intensa tortura, o de la educación tan fría y despiadada que podría darle el gobierno ruso a sus cadetes más atractivos y jóvenes. El reparto entero da excelentes actuaciones, la narrativa está llena de giros inesperados, y los personajes se sienten suficientemente reales y humanos. Sí, el filme es demasiado largo —¡dos horas y media!— y por momentos previsible, pero para aquellos que quieran disfrutar de una historia sangrienta y empoderadora (entiendo por qué Jennifer Lawrence declaró que decidió protagonizar “Operación Red Sparrow” luego de que se filtraron su fotografías íntimas de celular), se trata de una notable opción.
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