No me las toquen

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Cuando se trata de expresiones artísticas y culturales como el cine —pero evidentemente se puede aplicar en otras, como la literatura, la música, y hasta los videojuegos—, toda perspectiva es inherentemente subjetiva; por eso me río cuando algunos se quejan de que mis críticas son subjetivas. Bueno, ¡obviamente! Esto no es más que una opinión, y toda opinión es, por definición, subjetiva.

Pero si hay un género cinematográfico más subjetivo que el resto, definitivamente es la comedia. Todos nos reímos de distintas cosas; todos tenemos diferentes sentidos del humor, y todos diferenciamos de maneras variadas lo gracioso de lo asqueroso; lo divertido de lo simplemente vulgar. Algunos prefieren las comedias más inteligentes, que favorecen el diálogo absurdo, mientras que otros prefieren historias más caricaturescas, en donde los cineastas no tienen miedo de incluir elementos como vómito, desnudos, malas palabras y otras vulgaridades para entretener a su público.

Es a este último subgénero que pertenece la más reciente comedia estadounidense en estrenarse en nuestras salas, “No me las toquen” (terrible traducción, aunque en defensa de la distribuidora, la tarea de traducir el nombre original, “Blockers”, que no es más que una versión censurada de la expresión “Cockblockers”, siempre iba a ser complicada). Es por ello que me parecía necesario abrir este texto con una breve explicación sobre la subjetividad de la apreciación artística; “No me las toquen” es buena —y resulta ser extremadamente entretenida— si es que uno disfruta de este tipo de humor, pero no llega a trascender más allá de las limitaciones de su propio subgénero, como para atraer a aquellos para los que los fluidos corporales son más asquerosos que entretenidos.

Felizmente, pertenezco al primer grupo de espectadores. Evidentemente no todas las comedias sexuales para mayores de 18 años funcionan, pero cuando favorecen no solo los gags sexuales y vulgares, si no también la humanidad de sus personajes, pueden terminar siendo productos tanto entretenidos como emocionalmente potentes. Ese es el caso de “No me las toquen”; sí, tenemos una desagradable— pero hilarante— escena de vómito, y sí, incluye un primer plano de testículos que no me esperaba, pero a la vez, se toma lo suficientemente en serio a sus protagonistas como para transmitir un mensaje muy valioso de manera creíble y sincera. Esto ya es más de lo que la comedia promedio se atreve a realizar.

Nuestras protagonistas son tres adolescentes que, ya casi terminando el colegio y preparándose para la universidad, han decidido cumplir con un pacto sexual: las tres tendrán sexo en la noche de su fiesta de promoción, pase lo que pase. Para la bella rubia Julie (Kathryn Newton) esto no debería ser un problema; después de todo, ya tiene un novio llamado Austin (Graham Phillips) con el que las cosas van bien. Para sus mejores amigas, Kayla (Geraldine Viswanathan) y Sam (Gideon Adlon), no obstante, el objetivo es un poco más difícil de alcanzar. La primera está yendo a la fiesta con un chico poco ideal (Miles Robbins), mientras que la segunda, en realidad, quiere revelarle a sus amigas que es lesbiana, y que está perdidamente enamorada de una chica llamada Angelica (Ramona Young).

Mientras tanto, los padres de las chicas se han enterado del pacto que sus hijas se han comprometido a realizar, por lo que deciden perseguirlas a lo largo de la noche para asegurarse de que no cumplan su objetivo. La mamá de Julie, Lisa (Leslie Mann) se une al papá de Kayla, Mitchell (John Cena) y el padre de Sam, Hunter (Ike Barinholtz) en la búsqueda para proteger la virginidad de las chicas, pero en el camino se irán dando cuenta que realizar esto será mucho más difícil —y divertido… al menos para el público— de lo que esperaban.

Narrativamente hablando, “No me las toquen” maneja dos hilos en paralelo que, como se deben imaginar, se unen hacia el final del tercer acto para culminar de la manera más graciosa y emotiva posible. El hecho de que la cinta balancee ambas historias con cierto éxito ya es de por sí de admirar; uno jamás extraña a los padres cuando la película se concentra en las hijas, y uno se muere de la risa con John Cena y compañía cuando el filme decide mostrarnos a sus personajes.

De los adultos, quienes resaltan más son Cena y Leslie Mann. El primero sigue demostrando —luego de tener un rol breve pero memorable en “Esta chica es un desastre”— que tiene talento para la comedia, y que no tiene miedo de hacer el ridículo frente a cámaras. Si han visto el trailer de “No me las toquen”, tendrán una idea de lo que Mitchell termina haciendo en una fiesta adolescente, pero eso no es lo único a lo que se expone Cena. Su ritmo cómico es impecable, y resulta muy entretenido verlo interpretar a un personaje opuesto a su imagen pública; sí, es musculoso e intimidante, pero también sensible y emocional.

Por su parte, Mann, quien tiene mucha experiencia en comedias de este tipo, es muy creíble como una madre con miedo de que su hija la abandone. Es a través de su caracterización que la cinta toca uno de los temas más importantes de la historia; los padres siempre tienen miedo de dejar salir a sus hijos al mundo real, para que se conviertan en adultos, y al menos en este caso, están dispuestos a hacer de todo para que permanezcan a su lado, todavía como niños. Desgraciadamente, y a pesar de que tratan de humanizarlo, el Hunter de Ike Barinholtz es más desesperante que chistoso; no malogra la experiencia de ver “No me las toquen”, pero definitivamente podría haber sido menos exagerado e insistente.

De las chicas, Geraldine Viswanathan me llamó la atención. Su interpretación de Kayla es carismática y divertida; hace mucho con su expresivo rostro —especialmente con sus grandes cejas— y demuestra tener un excelente ritmo cómico. Es gracias precisamente a su buen trabajo que la escena más emotiva que comparte con Cena funciona tan bien. Kathryn Newton está meramente correcta —también se debe a la pobre caracterización de Julie—, y Gideon Adlon convence como Sam de manera más sutil. Desgraciadamente —y a pesar de que disfruté mucho de su arco de personaje— su interés amoroso nunca llega a convencer; la Angelica de Ramona Young, fanática de “El Señor de los Anillos”, siempre usando una capa y maquillaje colorido en el rostro, es más caricatura que ser humano creíble.

Toda película es un producto de su época, pero esto se nota más en comedias como esta, en donde se ilustra de manera más verosímil la sociedad en la que se lleva a cabo la trama. En el caso de “No me las toquen”, a pesar de que maneja humor vulgar —todos los personajes dicen malas palabras, y hay varios desnudos, principalmente por parte de los hombres—, trata de ser lo más liberal y políticamente correcta posible (al menos para estándares de este tipo de filme). Casi no hay bullying en el colegio donde van las chicas, todos aceptan de chistar al personaje homosexual, e incluso incluye una escena en donde un personaje femenino da un breve discurso sobre el doble estándar entre hombres y mujeres. “No me las toquen” demuestra que es posible realizar una comedia sexual exagerada sin ser machista, homofóbico u ofensivo, tratando de transmitir los valores de hoy en día.

La pasé muy bien viendo “No me las toquen”. Se trata de una comedia sexual que sirve como metáfora de los miedos que tienen los padres una vez que los hijos terminan el colegio, y deciden separarse de su hogar para comenzar sus vidas como adultos. Evidentemente esto es un problema más grave en los Estados Unidos, en donde los chicos se mudan de estado o hasta de país apenas salen de la secundaria —acá nos quedamos en casa por mucho más tiempo—, pero el filme está lo suficientemente bien hecho como para que pueda ser entendido por cualquier público, sin importar en qué país estén.

Lo más importante, no obstante, es que logra ser consistentemente hilarante sin llegar a humillar a sus personajes, desarrollándolos —en su mayoría— de manera verosímil y honesta. Esto es algo que no todas las comedias sexuales de adolescentes logran hacer, por lo que vale la pena recomendar “No me las toquen” por sobre cualquier otro filme similar que se haya estrenado últimamente.

 

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