Nada es lo que parece 2
La primera Nada es lo que parece es un pequeño y eficiente blockbuster que sorprendió a más de uno. El guión, aunque imperfecto, funciona gracias al carisma de sus personajes pero, principalmente, al giro final en la trama que, aunque en retrospectiva no tiene todo el sentido del mundo, al menos logra darle un momento de shock a filme.
Adicionalmente, las actuaciones de su gran reparto (desde el siempre subvalorado Mark Ruffalo hasta actorazos como Morgan Freeman y Michael Caine) contribuyen a darle una sensación de verosimilitud a la historia, y las secuencias de “magia” tienen a su público al borde del asiento, tratando de adivinar exactamente como es que nuestros personajes logran tanta peripecia (porque como sabemos, la magia de verdad no existe).
¿En pocas palabras? Es una película ligera pero entretenida. Sin embargo, nadie se esperaba que fuese tan exitosa, por lo que cuando recaudó más de 300 millones de dólares en todo el mundo, el estreno de una secuela se convirtió en un suceso casi obligatorio.
Lo cual nos lleva a Nada es lo que parece 2. Siendo honesto, no fui a verla con demasiadas expectativas—después de todo, nada de lo que vi en la primera entrega me dio a entender que una continuación sería necesaria. La primera Nada es lo que parece tiene un final memorable, y cuenta una historia que funciona perfectamente por sí sola.
Lamentablemente, Nada es lo que parece 2 no fue capaz de hacerme cambiar de parecer.
Claramente, se trata de una secuela que fue producida únicamente porque la primera película recaudó mucho más dinero de lo que sus productores esperaban. No hay ningún tipo de motivación creativa detrás del desarrollo de este filme—lo que el director John M. Chu (G.I. Joe 2) y sus guionistas ha hecho es tratar de replicar la “magia” de la primera película, tratando de innovar lo menos posible, y dándole al público lo que supuestamente esperaría de una producción de este tipo. Nada más, ni nada menos.
Después de los sucesos del filme anterior, los Jinetes se han ido al exilio. Sin embargo, en el momento indicado, su jefe, Dylan Rhodes (Ruffalo) los llama para un nuevo trabajo. Y (casi) todos los personajes que ya conocemos están de vuelta: el ilusionista J. Daniel Atlas (Jesse Eisenberg); el hipnotista Merritt McKinney (Woody Harrelson), y el mago callejero Jack Wilder (Dave Franco). Isla Fisher, lamentablemente, no aparece ni en pintura; en su lugar, tenemos a Lula (Lizzie Caplan). Aparte de los villanos del filme anterior, Thaddeus Bradley (Morgan Freeman) y Arthur Tressler (Michael Caine), tenemos a Walter (Daniel Radcliffe), cuyo objetivo es sobornar a los jinetes para obtener un chip de computadora que le dará acceso a la información privada de millones de personas alrededor del mundo.
El problema principal de Nada es lo que parece 2 es que, simplemente, no logra ser igual de espectacular que su predecesora. Mientras que la primera entrega se enfocaba en presentar soluciones creativas para sacar a sus personajes de distintos apuros, la secuela prefiere abandonar cualquier pretensión de verosimilitud e introducir escenarios tan poco creíbles, que terminan saturando en vez de sorprender. La trucos de magia de la primera cinta eran astutos y explicables; los de la segunda parte, son demasiado exagerados e ilógicos, tanto así que es casi imposible mantener la seriedad en los momentos en los que los “explican”.
No ayuda el hecho de que la mayoría de personajes—especialmente los villanos—se comporten, muchas veces, como completos idiotas. Muchos de los planes desarrollados por los Jinetes dependen de que Michael Caine, Morgan Freeman y Daniel Radcliffe se comporten como si hubiesen recibido una lobotomía. Esto se hace particularmente evidente durante el clímax, el cual, al igual que una ridícula escena de cartas, hizo que pensara “¿Esto es en serio?” en vez de “wooow…”
Jesse Eisenberg, Woody Harrelson y Dave Franco interpretan a sus personajes igual que en la primera cinta, y el guión los trata de similar manera. No tienen ningún arco interesante; no evolucionan ni nos enteramos de nada particularmente emotivo sobre ellos. Simplemente existen para que la trama pueda avanzar. Mark Ruffalo le inyecta energía y carisma a la historia; el hombre es lo suficientemente bueno como para compensar la floja manera en que su personaje ha sido escrito.
Morgan Freeman y Michael Caine están terriblemente desperdiciados; el hecho de que tengamos a estos dos grandes actores recitando líneas de diálogo tan pero tan terribles debería ser un crimen. Daniel Radcliffe es sorprendentemente intimidante como Walter (me gustaría verlo interpretar más villanos) y Lizzy Caplan simplemente no convence como Lula. Es una muy buena actriz (consideren su trabajo en Masters of Sex), pero no sabe qué hacer con un personaje femenino estereotipado y por momentos irritante.
Nada es lo que parece 2 es una película que cree ser impresionante; la música se vuelve energética y rápida durante las escenas trucos de magia, y varios momentos, como el que mencioné líneas arriba con las cartas, son presentados como si fuesen actos verdaderamente sorprendentes. El problema es que nunca fui sorprendido, solo decepcionado. La trama es tan genérica y predecible que resulta muy difícil involucrarse en ella, y muchos momentos de humor resultan ser más desesperante que hilarantes. Nada es lo que parece es un filme que no necesitaba una secuela; solo un director verdaderamente talentoso hubiese podido desarrollar algo de interés, y John M. Chu claramente no fue el indicado.
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