My Old Ass

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Puede que el título no lo denote, pero My Old Ass es una película que lidia, de manera bastante inteligente, con temas relacionados a la nostalgia, el crecimiento, la madurez y la muerte. Lo que tenemos acá, pues, es un filme con una premisa llena de potencial, que utiliza una idea central casi de ciencia ficción para desarrollar de forma creíble a su protagonista, haciendo que prácticamente todos los miembros del público se pregunten: “¿qué consejos le daría a mi “yo” adolescente?” Es una pregunta que seguramente todos nos hemos hecho en algún momento, incluso antes de ver la película, y que My Old Ass responde de manera entretenida y, a fin de cuentas, emotiva.

La protagonista de My Old Ass es Elliott (Maisy Stella), una joven que vive en una pequeña pero cálida comunidad en una suerte de isla, junto a sus padres (Maria Dizzia y Alain Goulem), que son dueños de una granja bastante grande y antigua, sus hermanos, y sus mejores amigas, Ro (Kerrice Brooks) y Ruthie (Maddie Zeggler). Elliott, sin embargo, no se quiere quedar ahí, y de hecho está yéndose a estudiar a la universidad en un par de semanas, por lo que por fin decide declarársele a la chica que le gusta, para por lo menos pasarla bien con ella en el poco tiempo que le queda en casa.

Las cosas cambian, sin embargo, cuando un día decide consumir hongos alucinógenos con sus amigas. En pleno “trip”, se le aparece su “yo” de 39 años (Aubrey Plaza), quien curiosamente, parece ser real, y no solo el producto de su imaginación (o alucinación). Muy aparte de varios otros consejos, ésta le dice que, haga lo que haga, debe alejarse de cualquier persona llamada Chad. Pero como no podría ser de otra manera, Elliott sí llega a conocer a un tal Chad (Percy Hynes White) mientras nada desnuda en un lago, lo cual la motiva a evitarlo. Pero poco o poco, la chica se va enamorando del carismático e inocentón chico, lo cual la lleva a preguntarse: si es tan buena persona, ¿por qué su versión mayor le dijo que lo evite a toda costa?

Uno de los aspectos más interesantes de My Old Ass, al menos a nivel narrativo, es que nunca decide explicar exactamente por qué Elliott termina conociendo a su versión adulta del futuro. Sí deja en claro que el personaje interpretado por Plaza es real, y está físicamente ahí junto a nuestra protagonista, pero nunca trata de dar explicaciones fantásticas o de ciencia ficción para justificar su presencia. Uno tiene que creerse la idea, simplemente, y sin hacer demasiadas preguntas, lo cual, considerando lo encantadora que es la película, no es muy difícil. Después de todo, Elliott no tiene la más mínima idea de por qué le está pasando eso, y como estamos percibiendo la historia desde su perspectiva, nosotros tampoco tenemos por qué saberlo.

Lo importante de My Old Ass, pues, es que utiliza dicho concepto para desarrollar temas bastante humanos, con los que estoy seguro muchos espectadores se podrán relacionar. Por ejemplo, el filme termina diciéndonos mucho sobre la inevitabilidad del futuro, y sobre cómo uno no puede dejar de hacer cosas o amar gente por miedo a lo que pasará más adelante. Por más de que uno sepa a ciencia cierta que algo malo pasará en el futuro, no debería dejar de relacionarse con gente o aventurarse a tomar decisiones por miedo a lo que sucederá. Eso es algo que Elliott (tanto la adolescente como la adulta) aprende a la fuerza, pero que termina fortaleciéndola como persona, obligándola a madurar y aprovechar el presente.

Me gustó, además, la forma en que My Old Ass caracteriza a ambas versiones de Elliott. La más joven es, evidentemente, menos responsable y más avezada, consciente de que está a punto de comenzar una nueva fase de su vida. Por su parte, la mayor es más cínica y tiene miedo de los momentos difíciles por los que tendrá que pasar su contraparte adolescente, razón por la que trata de protegerla, pero no necesariamente de la mejor manera. Todo esto está relacionado al giro final con el que nos presenta My Old Ass, el cual me agarró de sorpresa, y constituye el aspecto más emocionalmente resonante del filme. Es a través de ese giro, de hecho, que la película termina de construir sus temas principales, y que obliga al espectador a meditar sobre su pasado, sus seres queridos y sus oportunidades perdidas.

Por otro lado, hay un aspecto de My Old Ass que podría resultar algo controvertido para ciertos espectadores, pero que no creo haya sido incluido con malas intenciones. En pocas palabras, Elliott comienza la película saliendo con chicas (y habiendo tenido experiencias románticas y sexuales solo con mujeres), y la termina enamorándose de un hombre. Esto no quiere decir que el personaje pase por un proceso de “heterosexualización” forzada ni mucho menos. De hecho, como le dice Ro en cierto momento, que se haya enamorado de un hombre no la hace menos Queer, y la misma Elliott menciona un par de veces que debe ser bisexual o pansexual en vez de lesbiana. En todo caso, resulta interesante ver una exploración franca y complicada de la sexualidad de una adolescente en una película como esta.

My Old Ass terminó sorprendiéndome mucho. Me sorprendió con una narrativa original, compleja y emotiva, y me sorprendió con las excelentes actuaciones de Maisy Stella (natural, divertida, franca), Aubrey Plaza (confundida, cínica, miedosa) y Percy Hynes White (carismático, encantador, relajado). La película se siente como un drama verosímil que depende de una premisa algo absurda, y que logra manejar un buen balance entre lo cercano y lo ridículamente gracioso (consideren, si no, una mini secuencia musical al ritmo de un cover de una canción de Justin Bieber). Pero lo que me gustó más de My Old Ass es que logra desarrollar todo los temas anteriormente mencionados a través de un concepto que no debería funcionar, pero que acá es aplicado de forma inteligente y que no genera demasiados cuestionamientos. My Old Ass es, pues, de lo mejor que he visto este año.

NOTA: vi My Old Ass gracias a un screener enviado por DDA.

90%
Puntuación
  • Mi calificación

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