Muerte en el Nilo

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Asesinato en el Expreso del Medio Oriente” fue una cumplidora adaptación de la famosa novela de Agatha Christie; una interesante cinta de misterio, protagonizada por un reparto de lujo que, fuera del director y guionista Kenneth Branagh (quien también interpretaba al famoso detective Hercule Poirot), tenía a Judy Dench, Johnny Depp, Daisy Ridley, Willem Dafoe, Leslie Odom Jr., Josh Gad, y más. La narrativa era un poco enredada, y el desenlace no convenció a muchos, pero en general, se sentía como una primera entrega prometedora, que daba a entender que Branagh sería capaz de adaptar otras aventuras de Poirot en el futuro.

Y eso es precisamente lo que ha hecho con “Muerte en el Nilo” —solo que con dos años de atraso. Por las razones que ya todos bien sabemos, la película ha tenido que ser pospuesta varias veces… aunque no solo porque iba a estrenarse en medio de una pandemia mundial. A pesar de contar con un excelente reparto, al igual que su predecesora, algunos de sus miembros terminaron convirtiéndose en figuras controvertidas por diferentes razones, lo cual podría terminar por arruinar los prospectos económicos del proyecto. Armie Hammer es un caníbal (¡!), Letitia Wright es una antivacunas militante, y Russell Brand tampoco parece creer en las inyecciones preventivas (aunque no ha hecho tanto ruido en redes sociales como la estrella de “Pantera Negra”).

Muy poco de eso importa para el producto final, sin embargo. Sí, me dio la impresión que aquellos tres actores tenían menos líneas de diálogo que el resto —a pesar de estar interpretando a personajes importantes para la narrativa—, muchos de ellos apareciendo por poco tiempo en pantalla, sin muchos primeros planos. Pero fuera de eso, no parecen haber causado mayor impacto en la película, la cual, sin llegar a superar —o igualar— a su predecesora, termina convirtiéndose en una experiencia divertida y suficientemente misteriosa. ¿Necesitábamos un prólogo extenso durante la Primera Guerra Mundial? No realmente, pero tampoco es algo que termine por arruinar a la experiencia en general.

Al igual que en el filme anterior, el protagonista de “Muerte en el Nilo” es Hercule Poirot (Branagh), el detective más famoso del mundo. Esta vez, ha sido invitado por su mejor amigo, Bouc (Tom Bateman) a conocer a sus amigos recién casados: la millonaria Linnet Ridgeway (Gal Gadot) y Simon Doyle (Armie Hammer), quienes piensan tener su luna de miel en Egipto. Pero es precisamente en ese país donde Poirot se involucra en un nuevo caso. Tanto él como todos los amigos de la pareja son invitados a un crucero por el Nilo, donde se lleva a cabo un misterioso y sangriento asesinato. Es así que el afamado detective tendrá que averiguar la identidad del asesino, tratando de que no aparezcan más cadáveres en la embarcación.

Como en todo buen whodunnit, la lista de sospechosos es extensa. Tenemos a la madre de Bouc, la viuda Euphemia (la gran Annette Bening); el ex de Linett, el doctor Windlesham (Russell Brand); el primo de la millonaria, Andrew (Ali Fazal); la agresiva ex de Simon, Jacqueline de Bellefort (Emma Mackey), y una talentosa cantante de blues llamada Salome Otterbourne (Sophie Okonedo), quien ha llegado a Egipto junto a su sobrina y representante, Rosalie (Letitia Wright). Es un grupo variopinto de personajes, cada uno con sus propias motivaciones e intereses y relaciones a los personajes centrales. Cualquiera podría haber sido el asesino, y cualquiera podría terminar por matar a más personas.

A diferencia de “Asesinato en el Expreso del Medio Oriente”, la narrativa en “Muerte en el Nilo” es un poco más directa; las motivaciones de los personajes son más claras, y las relaciones entre ellos son explicadas con claridad desde un inicio. No obstante, esta adaptación en particular cuenta con detalles que no pueden ser encontrados en la novela original, como una suerte de “historia de origen” para el infame mostacho de Poirot (sí, en serio). Súmenle a eso la ausencia, combinación e invención de personajes, y la película se torna rápidamente en una adaptación que respeta la esencia de la novela, pero que no tiene miedo de modificar algunos aspectos para que (en teoría) funcione mejor en la pantalla grande.

Sin embargo, vale la pena mencionar que “Muerte en el Nilo” se demora demasiado en arrancar; de hecho, la muerte del título recién sucede como a unos cuarenta minutos de haber comenzado la película. Todo el primer acto está dedicado a establecer las relaciones entre personajes, y a pasearlos por diferentes lugares en Egipto, desde las pirámides, hasta un mercado, un palacio, o el templo de Abu Simbel. No es que esta primera parte sea aburrida o sosa, necesariamente —solo que uno, al saber qué tipo de película es “Muerte en el Nilo”, está impaciente por que suceda el crimen, y por que Poirot se ponga a trabajar. El filme pone a prueba la paciencia de los espectadores, muchos de los cuáles no estarán dispuestos a aguantar por tanto tiempo.

Las actuaciones son todas sólidas, cada miembro del reparto interpretando a sus respectivos personajes con aplomo. Lógicamente, Branagh resalta como Poirot, un hombre vanidoso (incluso le llegan a llamar así en cierto punto), con características del síndrome obsesivo compulsivo, siempre dispuesto a resolver sus casos. Pero también destacan Tom Bateman como el bienintencionado Bouc; Gal Gadot como la misteriosa Linnet (muchas de las críticas hacia su interpretación, para su servidor, se deben más a su acento que a su verdadero talento); y Emma Mackey como Jackie, una ex amante agresiva y extremadamente celosa. Son todas caracterizaciones bien definidas, lo cual ayuda a que uno entienda rápidamente cómo todos encajan en el rompecabezas de la trama.

“Muerte en el Nilo” es una adaptación entretenida y bien construida, que sin llegar a ser igual de intensa o intrigante que la cinta previa, igual funciona como una historia cumplidora de misterio. A pesar de no haber rodado en Egipto, Branagh logra convencer al espectador de que sus personajes están frente a las pirámides o a templos, o en medio del río Nilo. Y aunque el misterio central demora mucho en aparecer, una vez que lo hace, logra captar la atención del espectador sin mayores problemas (a menos, claro, que la presencia de Hammer, Wright o Brand los distraiga demasiado). Entiendo por qué algunos podrían quedar decepcionados, pero si hay algo que “Muerte en el Nilo” logra hacer, es darle ganas a uno de ver más adaptaciones de Christie por parte de Branagh en el cine. ¡Ojalá pueda continuar!

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