Moana (2016)

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Aprovechando que la secuela se estrena en unos días (o quizás ya se estrenó, dependiendo de cuándo estén leyendo esto), me animé a ver la primera “Moana” —después de mucho tiempo. Y lo que terminó pasando, fue que me encontré con una producción animada innegablemente encantadora y visualmente espectacular. No es necesariamente de lo mejor que Disney haya producido —la narrativa es demasiado sencilla y previsible para eso—, pero dentro de los parámetros en los que suelen trabajar, se trata de una cinta ejemplar: temáticamente interesante, narrativamente concisa, y llena de personajes memorables. Ah, y que los números musicales sean tan buenos ciertamente ayuda.

“Moana” se lleva a cabo en un mundo inspirado en la cultura de la Polinesia, y tiene como protagonista a la Moana del título (voz de Auli’i Cravalho), una chica aparentemente común y corriente que vive en una aldea en una isla paradisiaca, junto a su madre, Sina (Nicole Scherzinger) y su padre, el jefe Tui (Temuera “Jango Fett” Morrison). Su vida cambia, sin embargo, cuando su hogar comienza a ser corrompido por una misteriosa oscuridad, la cual los deja sin comida y recursos. Empecinada en resolver la situación, y motivada por su abuela, Tala (Rachel House), considerada como la “vieja loca” de la isla, decide salir de la isla en un bote y buscar una solución más allá del arrecife que usualmente no la deja avanzar.

Después de todo, Moana siempre ha sentido que el mar la llama —que hay algo ahí afuera que debe hacer. Y parece que ese es efectivamente el caso ya que, frente a su abuela, el Mar la elige; y Tala le otorga el Corazón de Te Fiti, una diosa de la naturaleza. Resulta que, cientos de años antes, el semidiós Maui (Dwayne Johnson) se robó dicho corazón para dárselo a la humanidad, lo cual resultó en la corrupción de la isla donde vivía Te Fiti, y en la oscuridad que está llegando al hogar de Moana. Es así que la chica se da cuenta que debe encontrar a Maui, para que la ayude a devolverle el Corazón a la diosa. Pero cuando lo encuentra, se da cuenta que el semidiós no está particularmente interesado en ayudarla; todo lo que quiere es recuperar el gancho mágico que le otorga sus poderes de transformación. Pero como se deben imaginar, eventualmente Maui se da cuenta de que debe ayudar a Moana, aunque sea para que el mundo no se acabe.

Vista de manera fría, la historia de “Moana” es muy parecida a la de otras películas (y hasta libros) centradas en el “viaje del héroe” (en este caso, obviamente, el viaje de la heroína). Tenemos a una protagonista que es “elegida” para salvar al mundo, tenemos una misión clara que tiene que cumplir, tenemos a un compañero de viaje (o a dos, sin contamos al Pollo que cuenta con la “voz” de Alan Tudyck), y tenemos varios elementos fantásticos y mitológicos que le otorgan, al menos, una identidad propia al producto final. A nivel puramente narrativo, “Moana” no es nada del otro mundo; sigue al pie de la letra una estructura de tres actos que obliga a su protagonista a madurar y crecer y a encontrarse a sí misma.

No, lo más atractivo de “Moana” está en la FORMA. En la manera en que utiliza mitología de la cultura de la Polinesia para entregarnos algo que no se ve con mucha frecuencia en el cine norteamericano comercial. Evidentemente, al ser una película animada, no se trata de representación completamente fiel a lo que se ve en la vida real, pero igual da gusto ver una película animada de Disney que no esté únicamente influenciada por los cuentos de hadas o mitos de países nórdicos u occidentales. Y por supuesto, ayuda el que todos los actores de voz (excepto Tudyk, porque… interpreta a un POLLO) sean de ascendencia polinesia o neozelandesa. Obviamente es lo mínimo que una producción así debería hacer, pero considerando que hasta hace relativamente poco no era algo que sucediera siempre, igual debe ser mencionado.

Fuera de eso, “Moana” termina encantando, también, gracias a sus personajes. Como Moana, Auli’i Cravalho hace un gran trabajo interpretando a una chica supuestamente común y corriente, que sin embargo siempre ha mirado hacia las estrellas; siempre ha sido llamada por el mar, y siempre ha querido hacer MÁS. Cravalho hace un excelente trabajo tanto en las escenas dramáticas como en las de canto, y convierte a Moana a una chica con la que resulta fácil empatizar. Y como Maui, Dwayne Johnson (o La Roca) utiliza todo su carisma para convertirlo en un semidiós arrogante pero fácil de querer; algo fastidioso inicialmente, pero que, al cumplir su arco, se da cuenta que debe ayudar a los demás no para obtener su aceptación, si no porque es lo correcto. Las interacciones entre los dos, además, son frecuentemente graciosas y en general muy divertidas.

Visualmente, “Moana” ha envejecido súper bien, tanto así que cuesta trabajo creer que salió en los cines hace 8 (¡!) años (dios mío estamos viejos). El diseño de los personajes es adorable en la mayoría de casos, e intimidante en otros (consideren cierto monstruo gigante de lava al que nuestros protagonistas se tienen que enfrentar). Y el mundo creado por la película luce suficientemente verosímil y palpable; el agua, apropiadamente, luce muy realista, tanto así que hay escenas en donde simplemente pensaba “¡qué rica se ve esa agua!”. Estoy seguro que la secuela nos entregará imágenes incluso más impresionantes que esta primera cinta, pero por lo que he visto en el trailer, no es que haya DEMASIADA diferencia entre ambas producciones tampoco; eso dice más de la calidad de “Moana”, que de lo que puedan haber hecho con la segunda parte.

¿Pero qué hay de la música? Compuesta por Lin-Manuel Miranda (más o menos en paralelo al éxito de “Hamilton” en el teatro), Mark Mancina y Opetaia Foa’i, lo que nos ofrece son una serie de canciones pegajosas que funcionan tanto en el contexto de la historia, como cuando uno las escucha aparte en el celular o en un parlante. Obviamente hay algunas que resaltan más que otras —entre ellas, se encuentran temas como “How Far I’ll Go” (la canción del Llamado a la Aventura de nuestra protagonista), o “You’re Welcome” (cantada por Johnson quien, sin ser un graaaan cantante, igual se defiende). En general, “Moana” hace lo que todo buen musical de Disney debería hacer: entregarnos canciones que sirven para desarrollar a sus personajes, avanzar la trama y, por supuesto, quedarse grabadas en nuestras cabezas. Ojalá la secuela pueda hacer algo similar.

De verdad que la he pasado bien regresando a “Moana” después de ocho años. Sí, la historia es previsible y no innova para nada en lo que se refiere al Viaje del Héroe, pero ese no es el punto de la película. El punto es que logra entregarnos números musicales memorables, personajes carismáticos e imágenes potentes, y que logra construir un mundo palpable y colorido, en el que dan ganas de quedarse. Le suman a eso las excelentes actuaciones de voz y temas relacionados a la identidad propia, el darle libertad a los hijos, el arrepentimiento y el altruismo, y “Moana” se convierte rápidamente en el paquete completo; no perfecto, pero muy satisfactorio. Solo espero que la segunda parte cumpla con las expectativas impuestas por este primer filme —o que incluso logre superarlas. ¡Esa sí que sería una agradable sorpresa!

Avance oficial:

80%
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