“Megalodón 2: el gran abismo” – más de lo mismo. También conocido como “si no está roto, no lo arregles”. Es decir: si disfrutaron de la primera entrega, seguramente la pasarán bien con esta secuela. Lo cual no tiene nada de malo, necesariamente, pero soy el primero en admitir que me hubiese gustado un poco de innovación en esta nueva cinta. Nada revolucionario, por supuesto —después de todo, se trata de cine tipo Serie B con una propuesto millonario. Pero sí algo un poco más intenso y más sangriento —o en todo caso, algo bastante más ridículo. “Megalodón 2: el gran abismo” es relativamente absurda, y son aquellos momentos de ridiculez pura los que me hicieron reír a carcajadas. Pero curiosamente, creo que el filme se hubiese visto beneficiado de MÁS secuencias así.
Jason Statham está de vuelta como Jonas Taylor, esta vez trabajando a tiempo completo para su amigo Mac (Cliff Curtis), salvando al planeta de la contaminación y los eco-criminales sin escrúpulos. Sin embargo, la cosas se tornan más peligrosas, aun, cuando decide ir a una expedición submarina junto a su atrevido y millonario amigo Jiuming (Jing Wu), y todo un equipo de ingenieros y científicos. Es en el fondo del océano que se encuentran no solo con varios Megalodones —obviamente—, si no también con una operación clandestina dedicada a extraer minerales raros de manera ilegal, liderada por un peligroso mercenario (Sergio Peris-Mencheta) Luego de varios enfrentamientos, nuestros héroes logran escapar, pero hay un problema: los Megalodones también llegan a salir del fondo del océano, y amenazan con soltarse en mar abierto, llegar a la costa, y acabar con cientos de personas.
Como suele pasar en este tipo de películas, la trama no es lo más importante en “Megalodón 2: el gran abismo”. De hecho, el director Ben Wheatley (sí, ESE Ben Wheatley, por alguna razón) parece estar totalmente consciente de ello, razón por la que no le importa incluir escenas en la que Jiuming intenta entrenar a un Meg que crió desde bebé (¡!), trajes futuristas similares a los de “Al filo del mañana” (¡¡!!), y por supuesto, villanos extremadamente caricaturescos. De estos últimos, destaca el mercenario de Peris-Mecheta —completamente desagradable (excepto cuando se pone a llorar por la muerte de otro personaje) y casi invencible. La millonaria sin escrúpulos de Sienna Guillory, por otro lado, no tiene mucho que hacer —aparece en pocas escenas, y termina siendo mucho menos relevante de lo esperado.
No obstante, como se ha dado a entender ya, casi nadie viene a ver estas películas por los personajes. Acá lo importante son las criaturas y las secuencias de acción y violencia, y en ese sentido, “Megalodón 2: el gran abismo”… cumple. A duras penas, pero lo hace. Sí, el filme pudo ser más intenso y sangriento y hasta cruel. Y sí, la mezcla de tonos a veces puede ser un poco confusa —por momentos, “Megalodón 2: el gran abismo” se toma muy en serio a sí misma, desarrollando secuencias de palpable tensión, y hasta incluyendo varios personajes secundarios cuyo destino es simplemente morir. Y en otros, es increíblemente ridícula —como cuando el personaje de Page Kennedy (DJ) demuestra tener habilidades de nado y artes marciales. Pero felizmente, “Megalodón 2: el gran abismo” termina siendo, en términos generales, suficientemente emocionante, especialmente cuando tenemos a Statham resolviendo problemas y pateándole el trasero a los Megs (si es que tienen trasero).
Sí, Statham. El eterno héroe de acción, aparentemente incapaz de reírse, siempre enfocado en su misión. En esta película, interpreta a Jonas como… bueno, tal y como lo hizo en la película anterior. Wheatley y compañía intentan desarrollar una relación un poco más cercana entre él y la joven Meiying (Shuya Sophia Cai) —siguiendo la plantilla de “Aliens”, con Ripley y Newt—, pero es algo que nunca termina de convencer. Lo importante acá es que el Jonas de Statham sigue siendo tan eficiente y fuerte y habilidoso como siempre. Y Statham no decepciona, especialmente durante el tercer acto de la película. Solo diré que se termina enfrentando a más de un Meg, y que les hace cosas que, sin llegar a ser tan absurdas como lo que uno encontraría en una secuela de “Sharknado”, igual me hicieron reír a carcajadas.
Y ese es un poco el problema de “Megalodón 2: el gran abismo”, de hecho. Se trata de una película con una crisis de identidad: por momentos, es una ridiculez, y por otros intenta desarrollar drama creíble. Es una misión doble que no llega cumplir del todo, y que resulta en escenas que se ven afectadas por actuaciones acartonadas, y diálogo que parece haber sido escrito por un niño de doce años. Sin embargo, no se puede negar que, al menos visualmente, “Megalodón 2: el gran abismo” no está del todo mal. Las criaturas lucen suficientemente realistas, los efectos visuales digitales son de buen nivel —todo un logro hoy en día, especialmente considerando lo mal tratados que son los artistas de VFX—, y en general, al menos Wheatley parece estar divirtiéndose.
Eso sí, habiendo visto ya la película, no termino de entender por qué el británico director de “Kill List”, “High Rise” y el remake de “Rebecca” para Netflix terminó dirigiendo esto. La respuesta fácil sería “el dinero, querido”, pero al menos por su parte, “Megalodón 2: el gran abismo” no parece ser una película hecha únicamente por la plata o en piloto automático. No, su estilo no se siente de manera explícita, pero nuevamente: al menos parece que se divirtió dirigiendo a Statham nadando, corriendo, peleando, y enfrentándose a tiburones gigantes. Ahora que lo pienso, ¿a quién no le gustaría dirigir una película de tiburones gigantes con el mismísimo Transportador? Quizás Wheatley tiene las mismas sensibilidades que Vuestro Servidor.
En todo caso, al final del día, eso no importa demasiado. “Megalodón 2: el gran abismo” es una película irregular, estúpida, exagerada —pero no lo suficiente— y violenta. Es decir: no la puedo odiar. Es Serie B al mango, pero con millones de dólares detrás de una coproducción entre Estados Unidos y China, para maximizar las ganancias alrededor del mundo. Es un producto como tal, quizás producido y escrito de manera cínica, pero al menos actuado y dirigido por gente que simplemente quería divertirse. Los fanáticos de las películas de monstruos la deberían pasar bien, y como se dijo inicialmente: si disfrutaron de la primera entrega, lo más probable es que se diviertan con “Megalodón 2: el gran abismo”. Solo espero que para la inevitable tercera entrega, logren innovar un poquito más. Una repetición está bien, pero dos ya sería un abuso.
NOTA: tuve la oportunidad de ver “Megalodón 2: el gran abismo” en el cine 4DX de Cinépolis Santa Anita, en un asiento que se movía junto con la película, tirándome agua y aire. Generalmente no lo recomendaría, pero para una experiencia como esta (más montaña rusa de parque de diversiones que película, como diría el gran Scorsese) no está del todo mal.
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