Manco Capac – 24 Festival de Cine de Lima
Independientemente del género al que pertenezca, una película siempre va a ser un reflejo de la realidad —ya sea la realidad de sus realizadores, o la realidad de a gente que los rodea. Puede ser una realidad observada desde lejos, de manera relativamente objetiva, o una realidad más cercana, tratada de forma más emotiva, haciendo énfasis en la experiencia de sus protagonistas. Desde las películas de Tondero, hasta los mejores exponentes del llamado “cine regional” (es decir, dos polos opuestos en el mundo del cine peruano), las películas nacionales reflejan las diferentes realidades de nuestro país, tratando de explicar —o al menos representar, aunque sea de manera superficial— las notables diferencias que existen entre todos nosotros.
Lógicamente, “Manco Capac”, el segundo largometraje del director Henry Vallejo, es una representación de una realidad muy específica, pero que sin embargo —y lamentablemente— es extremadamente común en nuestro país. Soy el primero en admitir que no puedo ni comenzar a imaginarme como sería vivir de la manera en que el protagonista de la película, Elisbán (Jesús Luque), vive, pero lo que sí puedo hacer es tratar de empatizar y entender su situación, algo que “Manco Capac” ciertamente facilita. Se trata, pues, de un filme necesario y verosímil, que a pesar de algunas deficiencias técnicas —muy comunes en el cine peruano independiente, desgraciadamente—, logra conmover y conectar con el espectador, permitiéndole adentrarse en la historia de Elisbán y la gente que parece no darse cuenta de su existencia.
Al comenzar el filme, vemos a Elisbán en el interior de un bus interprovincial, sentado en posición fetal, la cámara observándolo desde fuera. Es un plano que simboliza de manera muy efectiva la posición de Vallejo en relación a su protagonista, y la forma en que va a ser observado a lo largo de la película —cercanamente, pero desde fuera. Pocos minutos después, nos enteramos que el joven ha llegado desde el campo a la ciudad de Puno por primera vez, en busca de un amigo que, supuestamente, lo ayudará a encontrar trabajo. Pero al llegar a su casa, se da con la sorpresa de que no está —y que nadie sabe cuándo regresará—, por lo que ahora tendrá que arreglárselas en una ciudad que no conoce, tratando de encontrar trabajo, o en realidad, cualquiera manera de subsistir con el poco dinero que le queda.
Elisbán es un personaje de pocas palabras, interpretado con silente realismo por Luque. Siempre encorvado, comunicándose tímidamente con la gente que se anima a hacerle caso, se trata de un chico que parece estar acostumbrado a ser ignorado. Consideren una de las primeras escenas del filme, si no, en donde intenta hablar con el encargado de un servicio de bus, para ser primero ignorado, y luego empujado por otro cliente, quien sí capta la atención del señor. O el simple hecho de que uno de sus potenciales empleadores se olvida de recogerlo de su lugar de trabajo, lo cual obliga a Elisbán a buscarlo en una fiesta, donde éste termina pagándole un sencillo por sus esfuerzos. Son momentos duros, difíciles, pero que nuevamente son observados a cierta distancia, utilizando planos abiertos o medios, sin hacer demasiado énfasis en las expresiones faciales de Elisbán.
“Manco Capac” termina siendo, pues, la historia de un personaje que representa a toda la gente ignorada en nuestro país —personas que tienen que trabajar muchas horas al día para recibir una miseria, y que reciben promesas todo el tiempo para eventualmente ser decepcionados. El mejor trabajo que Elisbán logra conseguir en “Manco Capac” es como mozo en un restaurante, pero cuando regresa un par de días después, todo lo que recibe es un par de billetes y una carta donde le informan —asumimos— que ha sido despedido. Y la misma presencia —o mejor dicho, ausencia— de su amigo es el ejemplo perfecto de cómo Elisbán ha sido decepcionado toda su vida; por gente que no cumple sus promesas, o por gente que lo ignora o simplemente se olvida de él.
Resulta interesante, además, el que Elisbán comience la película casi como un lienzo en blanco. Sabemos que se está mudando a Puno, y sabemos que tiene poquísimos recursos, pero aparte de eso, se mantiene como una figura enigmática durante casi todo el primer acto del filme —más como un símbolo que como un personaje concreto. Recién cuando logra hacerse amigo de una señora que le vende comida —y que, al igual que él, habla Quechua—, es que Elisbán logra abrirse, revelando algunos de los detalles de su pasado, y de sus complicadas relaciones con su padre y madre. Es un momento conmovedor y duro, ya que Elisbán es alguien que no muestra mucho sus emociones —el que logre abrirse con alguien y contarle sobre su vida se siente como un momento importante, que además ayuda al espectador a entenderlo mejor.
“Manco Capac” hubiera podido caer muy fácilmente en el miserabilismo, pero felizmente ese no es el caso. Es cierto que vemos a Elisbán viviendo toda suerte de penurias, pasando por situaciones extremadamente difíciles —después de todo, no tiene casa, no tiene dinero, y no tiene a nadie que lo cuide. Pero estas escenas de cruda tristeza son compensadas por algunos momentos de esperanza —su amistad y eventualmente conversación con la casera mencionada líneas arriba, por supuesto, y hasta un momento, casi hacia el final del filme, donde un vendedor de sandwiches lo trata amablemente y le acepta una rebaja. Cada vez que alguien le hace caso a Elisbán; cada vez que alguien lo trata amablemente, como un ser humano, uno se llena de alegría, ya que sabe perfectamente todo por lo que ha tenido que pasar desde su llegada a Puno.
“Manco Capac” está dirigida de manera sencilla y elegante, favoreciendo planos de poco movimiento, así como encuadres amplios y two-shots, como para dar la sensación de que uno está observando la vida de Elisbán desde afuera. Donde sí falla la película, sin embargo, es en el aspecto sonoro. La mayoría de escenas cuentan con sonido directo de calidad aceptable, pero a la vez, hay demasiados momentos de doblaje mal hecho, y peor aún, de mezcla sonora sorprendentemente paupérrima. Lo primero se hace evidente en escenas como la de un restaurante, donde vemos a dos turistas americanos hablando en inglés sin que sus voces estén sincronizadas con sus labios, y lo segundo sucede durante toda la película; tenemos desde personajes secundarios que se escuchan más claramente que los principales, hasta voces claramente grabadas en estudio, y momentos carentes de sonido ambiental. Ahora, como “Manco Capac” se están viendo desde casa, estos problemas no resultan demasiado graves, pero si uno viese la película en una sala de cine, estoy seguro que resultarían muchísimo más fastidiosos. Espero que Vallejo y su equipo logren rehacer el diseño sonoro de “Manco Capac”; ayudaría a que se sienta como un producto más redondo y satisfactorio.
El hecho de que estos problemas técnicos no terminen por arruinar la experiencia de ver “Manco Capac”, sin embargo, debería ser evidencia suficiente de la potencia de su historia y sus personajes. Se trata de un filme que presenta una realidad muy presente en nuestro país de manera cruda y verosímil, pero que afortunadamente no recurre al miserabilismo o al melodrama para hacerlo. Elegantemente dirigida y competentemente actuada, “Manco Capac” logra transmitir temas relacionados a la discriminación y la desigualdad económica y social, sin que se sienta como un sermón inaguantable. Si Vallejo logra arreglar algunos de sus problemas sonoros más graves, estoy seguro que “Manco Capac” podría fácilmente convertirse en una de las mejores películas peruanas de los últimos años; ciertamente está muy cerca de serlo.
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