Magallanes, de Salvador del Solar
Magallanes, basada en “La pasajera”, un relato de Alonso Cueto, es la ópera prima del actor Salvador del Solar, tanto en el rol de director como en el de guionista. Manejando temas complicados como la violación, la esclavitud sexual y el arrepentimiento, la cinta demuestra una madurez inesperada por parte de Del Solar, quien logra desarrollar una cinta muy efectiva a nivel dramático, impecable a nivel técnico y excelentemente actuada.
La trama: Damián Alcázar interpreta a Harvey Magallanes, un ex miembro del ejército peruano que peleó contra el terrorismo en Ayacucho durante los años 80. En el presente, se encuentra trabajando como taxista en Lima, encargándose de llevar a pasear a su antiguo coronel (Federico Luppi), quien sufre una enfermedad de la memoria. Debido a una serie de circunstancias que prefiero no revelar para no arruinar sorpresas, Magallanes aprovecha una oportunidad para redimirse, conseguir algo de dinero, y ayudar a Celina (Magaly Solier), quien trabaja en su propia peluquería pero se encuentra endeudada.
Nunca fui fanático de Magaly Solier como actriz. Sus trabajos anteriores en Madeinusa y La Teta Asustada son cumplidores, pero muy fríos para mi gusto (tampoco ayuda el que no haya disfrutado de ninguna de las dos películas.) Su trabajo en Magallanes, en cambio, es admirable. Expresiva, manifestando una increíble intensidad y furia en sus ojos, y destacando en escenas como la de su reclamo en Quechua cerca del final de la película, Solier hace un trabajo impresionante. Solo fue necesaria una actuación para convencerme de que se trata de una de las actrices más talentosas trabajando actualmente en el medio.
Ahora, eso no quiere decir que el resto de interpretaciones sean malas. De hecho, Magallanes me sorprendió porque es una de las pocas películas peruanas con actuaciones consistentemente buenas. Como Magallanes, Damian Alcázar logra expresar arrepentimiento y soledad con innegable efectividad. Federico Luppi, a pesar de tener poco diálogo y contar con casi ochenta años de edad, realiza un trabajo memorable, usando su rostro para expresar mucho más de lo que cualquier diálogo podría decirnos. Bruno Odar es suficientemente intenso, revelando poco a poco las tendencias psicopáticas de su personaje, y Christian Meier se aleja un poco del tipo de personaje que usualmente interpreta; comienza la película como un patán, pero una serie de eventos que se desarrollan a través de la misma hacen que pueda convertirse en algo un poco más interesante y complejo. Rodrigo Sánchez Patiño y Tatiana Astengo se lucen en papeles menores, pero igual de importantes.
Magallanes tiene mucho qué decir sobre una de las épocas más oscuras de la historia de nuestro país, y felizmente logra expresarlo de manera refrescante, alejándose de los clichés en los que muchas otras películas nacionales se hundían. El arrepentimiento es uno de los temas más importantes en el filme; Magallanes quizás trata de compensar sus actos más terribles de la manera incorrecta, pero todo lo que quiere hacer es lo correcto, no solo para ayudar a alguien que se encuentra en problemas, si no también para sentirse mejor consigo mismo y, de repente, obtener el afecto de alguien que nunca sintió lo mismo que él.
Es posible, como la película propone, que los perpetradores de actos terribles quieran buscar la redención años después de haber ocurrido los hechos. El personaje de Bruno Odar sirve como un interesante contraste con Magallanes; mientras que uno sigue viviendo los traumas causados por su época en Ayacucho (es alcohólico y violento, y la utiliza la primera oportunidad que se le presenta para cometer un acto despreciable), el otro trata de vivir una vida relativamente normal, y más bien trata de ayudar a una víctima de sus compañeros, con resultados inesperadamente desmoralizadores.
A nivel técnico, la película sorprende. Salvador del Solar demuestra tener un excelente ojo para la composición de planos, los movimientos de cámara y el ritmo de sus escenas. Una secuencia, la cual involucra al personaje de Magaly Solier corriendo y subiendo unos cerros después de tener un ataque de pánico mientras dormía, es realmente impresionante, aprovechando el horizonte de Lima al anochecer. Y otra escena, situada en el Centro Comercial Polvos Azules, desparrama tensión y suspenso, a pesar de no contener ni una sola balacera o golpe; Del Solar solo necesitó personajes bien desarrollados, un celular, y un escenario bien aprovechado para dejarnos al borde del asiento.
La música es memorable y efectiva, la dirección de fotografía hace un buen uso de colores desaturados y cámaras en mano, y la dirección de arte ayuda a desarrollar a los personajes sin llegar a ser exagerada o estereotípica. (Me gustó el que los “secuaces” de la dueña del local de Celina sean presentados jugando “Fútbol Excitante” para el Super Nintendo. No solo sirvió para traerme recuerdos, si no que también ayudó, de manera económica y sutil, a caracterizar a esos personajes y situar a la película en un espacio y tiempo muy específicos.)
Magallanes es una cinta que puede ser comprendida tanto por gente que vivió la época del terrorismo, como por quienes solo saben de dicha etapa gracias a fotos y videos (como yo—nací en 1990). El filme logra ser emotivo gracias tanto a su guión como a sus actuaciones, y a pesar de que tiene algunos problemas de ritmo —especialmente durante el segundo tercio, en donde pierde algo de intensidad—y un final que puede resultar insatisfactorio para algunos, es imposible negar sus cualidades. Tal y como mencioné en mi crítica de El Elefante Desaparecido, con tal de que Tondero sea capaz de producir películas de esta calidad, no me importará aguantar producciones mediocres como A los 40 o Asu Mare 2.
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