Adaptaciones de las novelas de Alexandre Dumas hemos tenido varias a lo largo de lo años. No obstante, siempre da gusto ser testigo de una nueva perspectiva, de una nueva versión —y más si viene de Francia. Eso es precisamente lo que tenemos en “Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan”, una cinta que, en realidad, adapta la primera MITAD del libro, y que termina con un “cliffhanger” de esos. Se trata de un proyecto de dos partes, cuya secuela, “Los Tres Mosqueteros: Milady”, se estrenará a fines de año en Europa (y espero que también en nuestro país). Tengan eso en cuenta, entonces, a la hora de ir a ver la película al cine; de lo contrario, puede que terminen fastidiados y protestando (tal y como lo hicieron algunas personas en la función a la que fui).
Pero aparte de eso, ¿qué más se puede decir sobre “Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan”? Pues sepan que fui a ver la película esperando poco o nada, lo cual hizo que quede gratamente sorprendido. Se trata de una adaptación suficientemente fiel de (la primera mitad de) la obra de Dumas; de un filme de estética relativamente realista, y que favorece, por momentos, el trasfondo político de la época (principalmente, el conflicto entre los católicos y los protestantes en Europa) por sobre el desarrollo de personajes. El resultado es una película llena de acción sangrienta y caracterizaciones grandilocuentes, que hasta cuenta con una escena post-créditos que se siente como algo sacado de una producción de Marvel. Es una mezcla de lo kitsch y de lo supuestamente oscuro, que debería funcionar tanto para los fanáticos de la novela, como para quienes sepan poco o nada sobre los mosqueteros.
François Civil interpreta al D’Artagnan del título —un entusiasta joven que quiere pertenecer a la guardia de mosqueteros del Rey de Francia, Louis XIII (Louis Garrel). Es cuando llega a París, sin embargo, que se involucra en una conspiración para acabar con la realiza, con el Cardenal Richelieu (Eric Ruf) desarrollando un plan junto a Milady (Eva Green) para revelar la infidelidad de la Reina Ana (Vicky Krieps) con el Duque de Buckingham (Jacob Fortune-Lloyd). Es así que se une a los famosos tres mosqueteros, Athos (Vincent Cassel), Aramis (Romain Duris) y Porthos (Pio Marmaï) para resolver este problema. Después de todo, la conspiración ha cobrado una víctima adicional: el buen Athos ha sido acusado de matar a una mujer, por lo que sus amigos también tienen que encontrar una manera de probar su inocencia.
La decisión de contar la historia, principalmente, desde la perspectiva de D’Artagnan es bastante acertada; no solo nos brinda a un protagonista claro, lo cual siempre ayuda en un largometraje, si no que también ayuda a desarrollar relativamente bien al personaje. Uno logra entender su entusiasmo, y empatiza con él, también, cuando se comienza a enamorar de Constance Bonacieux (Lyna Khoudri), una de las ayudantes de la Reina. Además, estructurar una historia de acción y aventura de tal manera que seguimos al chico inexperto que se mete a un mundo de conspiraciones, violencia y héroes, nos ayuda a adentrarnos gradualmente en este contexto (lo cual es particularmente útil para quienes no sepan mucho sobre la historia de Francia, o el conflicto entre católicos y protestantes). Veremos que pasa, en todo caso, en la secuela, la cual asumo se centrará más en la Milady de Eva Green (quien acá tiene un rol más bien limitado).
No obstante, esta perspectiva hace que ciertos personajes importantes se sientan más como arquetipos andantes, que como seres humanos verdaderamente tridimensionales. Los tres mosqueteros del título son interpretados por actores muy talentosos, pero es solo el Athos de Cassel quien logra resaltar —más que nada gracias a la relación que logra entablar con D’Artagnan, y a los demonios con los que parece estar batallando (en cierto momento parece tener tendencias suicidas, lo cual es rápidamente abandonado u olvidado por la película). Las personalidades de Aramis y Porthos, por su parte, son establecidas en una divertida escena de bar, pero lamentablemente los personajes no llegan a destacar mucho en el resto de la película. Están ahí para avanzar con la trama y meterse en intensas secuencias de acción (tanto con espadas como con rifles), pero no mucho más.
No importa. Los actores logran compensar las claras deficiencias de caracterización. Tanto Marmaï como Duris hacen un buen trabajo interpretando a sus respectivos mosqueteros, dejando en claro por qué son los guerreros más famosos y competentes de París. Vicky Krieps interpreta a la Reina Ana como una mujer que ha cometido un terrible error, el cual debe mantener secreto por el bien de su país. Louis Garrel combina el look de Snape de “Harry Potter” con una personalidad algo cobarde, para convertir al Rey Louis en una figura un poco patética. Y Lyna Khoudri convierte a Constance en una chica dulce pero aguerrida, quien trabaja junto a los mosqueteros para develar la identidad de los conspiradores.
No obstante, la película le pertenece, claramente, a François Civil. Su D’Artagnan se siente como un arquetípico héroe de aventuras —como un joven bastante arrogante pero extremadamente carismático, que logra zafarse de todo tipo de problemas gracias a su labia y su encanto. La química que comparte con Khoudri es palpable, y resalta durante las numerosas escenas de acción, frenéticas y violentas. Por otro lado, Eva Green tiene poco que hacer (por el momento), pero igual logra interpretar a Milady como una antagonista deliciosamente maligna. Y Vincent Cassel, por supuesto, le otorga mucho peso dramático a Athos, interpretándolo como un hombre lleno de conflictos internos y demonios que parecen acosarlo, habiendo batallado en diferentes guerras y visto mucha sangre y muerte. Se trata de una gran contraparte para el D’Artagnan relativamente inocente y enérgico de Civil.
Lo que no se puede negar, eso sí, es el gran despliegue de producción con el que cuenta “Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan”. La recreación de la época, por ejemplo, es impresionante. Desde el diseño de producción, que incluye varias calles de París llena de gente y puestos de venta y tierra y caballos y suciedad, hasta el vestuario detallado y verosímil, y por supuesto, los rifles y espadas y carruajes y la utilización de locaciones reales, “Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan” hace un excelente trabajo sumergiéndonos en este mundo por poco más de dos horas. Y aunque algunas de las escenas de acción abusan de cámaras en mano frenéticas (hace tiempo que no veía “shaky cam” en el cine), en general están bien escenificadas, haciendo uso, incluso, de planos secuencia técnicamente impresionantes. En general, los enfrentamientos con espadas son muy emocionantes, y son presentados con una crudeza que no se encuentra con mucha frecuencia en filmes de este tipo.
“Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan” termina siendo, pues, un tipo de película que no se ve ya con mucha frecuencia en la cartelera local: una producción europea con características de blockbuster, que está intentando usar a personajes clásicos de la literatura para desarrollar una franquicia comparable con las que Hollywood produce año tras año. Claramente tienen el presupuesto y los recursos para hacerlo; y habiendo visto el filme, puedo decir que tienen el talento también. “Los Tres Mosqueteros: D’Artagnan” es una entretenida película de aventuras que adapta la novela de Alexandre Dumas de manera suficientemente fiel, y que nos demuestra que los franceses también pueden producir entretenidos blockbusters llenos de acción, momentos de humor, “extras” por doquier, y escenas post-créditos. Solo recuerden que es la primera película de dos; de lo contrario, podrían sentirse ligeramente “estafados” con el final.
NOTA: Como siempre, recomiendo ver la película en su idioma original, con subtítulos en español.
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