Con “Los asesinos de la luna”, el gran Martin Scorsese nos presenta una de las grandes películas del año 2023. Y grande en todo sentido: en ambición, en emotividad, y por supuesto, en duración. Lo que tenemos acá es una historia sobre el genocidio —a veces abrupto, a veces gradual— de la población nativoamericana en los Estados Unidos, pero también sobre codicia, violencia, racismo y el peligro del poder. Estos últimos son temas que Scorsese ha tocado de alguna manera u otra en filmes previos, pero que acá son presentados de forma distinta, haciendo énfasis en las relaciones de poder entre los americanos caucásicos y los nativos, y evitando los estereotipos de las historias de “salvadores blancos”. Es todo muy potente y verdaderamente impresionante.
Ahora bien, puede que haya quienes se sientan algo intimidados por “Los asesinos de la luna”. Después de todo, se trata de una cinta de tres horas y media (¡!) de duración, cosa que podría impacientar a ciertos espectadores. Pero como suele pasar, el ritmo lo es todo, y el trabajo magistral de Thelma Schoonmaker no hace más que demostrar que una película de larga duración no tiene por qué sentirse larga. Puede que “Los asesinos de la luna” dure mucho, pero nunca se siente tediosa, más bien manteniendo al espectador siempre interesado e involucrado en lo que está sucediendo en pantalla. “Los asesinos de la luna” dura lo que tiene que durar, y por ende no le sobra ni un solo fotograma.
El filme se lleva a cabo entre 1920 y 1926, aproximadamente, y comienza informándonos de la reserva Osage en Oklahoma, lugar en el que se encontró muchísimo petróleo, haciendo que sus habitantes —nativoamericanos— se hagan ricos. Previsiblemente, dicha riqueza atrajo todo tipo de interesados —hombres blancos que querían aprovecharse de estas personas, ya sea de manera extremadamente obvia, o siendo muy sutiles. Al último grupo pertenece William Hale (Robert DeNiro), un hombre muy respetado en el condado Osage, considerado como amigo tanto de los nativos como de los blancos. Evidentemente, es alguien que esconde diversos secretos, muchos de carácter sangriento.
Sin embargo, nuestro verdadero protagonista es Ernest Burkhart (Leonardo DiCaprio), un veterano de la Primera Guerra Mundial que llega al condado de Osage para trabajar para Hale, su tío. En él, este último encuentra a alguien inmensamente manipulable —un hombre poco inteligente que le permitirá hacerse de buena parte de la riqueza perteneciente a los nativos. Es así, pues, que Ernest se termina enamorando de Mollie (Lily Gladstone), una mujer Osage de mucho dinero, y termina casándose con ella, permitiéndole a Hale avanzar muy rápido con sus planes. Dichos planes, sin embargo, resultan en varios nativos Osage muertos, lo cual atrae la atención del agente del FBI Tom White (Jesse Plemons), y pone en aprietos tanto a Ernest como a su tío.
Si hay algo que “Los asesinos de la luna” hace muy bien, es desarrollar la narrativa de manera gradual y paciente, pero a la vez, siempre dando la sensación de que se está avanzando, de que se está llegando a algo. Por ende, a pesar de ser una película larga, uno nunca llega a sentirse aburrido o cansado, ya que Scorsese hace un trabajo magistral adentrándonos en este mundo, desarrollando una historia consistentemente imprevisible. La mayor parte del tiempo vemos todo desde la perspectiva de Ernest, pero también tenemos escenas en donde Mollie, Hale y hasta White son los protagonistas —permitiéndonos considerar estos terribles eventos desde diferentes frentes, algunos más confiables que otros.
Adicionalmente, resulta fascinante —y desgarrador— ver como, a través de la manipulación de personas, los asesinatos, y las mentiras, alguien como Hale es capaz de crear tanto dolor y destrucción, todo por la obsesión con el dinero. Es un tema presente desde las primeras escenas —el Ernest de DiCaprio menciona varias veces que ama el dinero—, y que termina por definir a muchos de estos personajes. Son hombres, pues, que se encuentran en puestos de poder, y que por ende se sienten capaces de cometer cualquier acto terrible con tal de permanecer en el poder, y conseguir más dinero. Pero como suele pasar, cada acto terrible va creando un efecto de bola de nieve, acumulándose y finalmente explotando, con considerables consecuencias.
Después de todo, “Los asesinos de la luna” trata sobre un periodo histórico muy específico, en el que varios nativos americanos probaron un poco de este poder, el cual terminó por atraer a toda suerte de maleantes como si fuesen moscas. Y estos maleantes —como Hale— no los consideraban como gente —eran obstáculos que tenían que sortear, o seres infrahumanos que tenían que manipular, engañar y finalmente destruir para hacerse de sus riquezas. “Los asesinos de la luna” trata, pues, de la deshumanización del “otro”, de aquellos a quienes perciben como seres inferiores que no merecen nada, y que más bien, por razones que ellos consideran injustas, tienen todo lo que ellos —el Hombre Blanco —supuestamente merece.
Lógicamente, todos estos temas con representados por William Hale, interpretado magníficamente por Robert DeNiro. Se trata de un lobo disfrazado de oveja —un hombre que finge ser generoso y que finge querer a sus supuestos amigos Osage, pero que en realidad está cometiendo un genocidio para quedarse con todo su dinero. Es un maestro manipulador —especialmente con su sobrino Ernest—, y desgraciadamente, un hombre de mucho privilegio y poder, lo cual queda claro durante el último tercio de la película, cuando contrata a un escandaloso abogado llamado W.S. Hamilton (el gran Brendan Fraser) para que lo defienda en el juicio por los asesinatos. Incluso estando en la cárcel y siendo enjuiciado, Hale siente que tiene poder e influencia sobre los demás, y que saldrá bien parado a pesar de toda la evidencia en su contra.
Y DiCaprio, por supuesto, da una excelente actuación, también, como Ernest. Ahora, es interesante porque “Los asesinos de la luna” cuenta con un protagonista con el que resulta muy difícil empatizar. Sí, uno siente que, quizás, Ernest ama de verdad a su esposa Mollie, pero a la vez, termina haciéndole mucho daño (tanto emocional como físico). Y además, es un hombre tan pero tan estúpido, que uno no puede evitar pensar que simplemente es un títere para Hale —alguien a quien el viejo necesitaba para cometer todo tipo de actos horripilantes. Se trata, pues, de una caracterización fascinante —de un protagonista que habita un área de tonos de gris, y que por momentos da pena, y en otros simplemente frustra. Y DiCaprio lo trae a la vida de forma memorable, convirtiéndolo en una figura tanto patética como maligna.
No obstante, quien se convierte en el corazón de la película es la Mollie de Lily Gladstone. Gladstone, a quien no se le había visto en muchas producciones de alto perfil, simplemente hace un trabajo sublime interpretando a la esposa de Ernest, una mujer perspicaz e inteligente que, desgraciadamente, se convierte en una de las principales víctimas de Hale y su sobrino. Gladstone, actuando de manera sobria la mayor parte del tiempo, sin embargo logra comunicar mucho con solo miradas y lenguaje corporal, especialmente durante una buena porción de la película, en la que se encuentra enferma. Ella es la máxima representación del daño que estos hombres codiciosos le están haciendo a los Osage —de la destrucción de una cultura y una gente que inicialmente estaba dispuesta a pelear, pero que ahora está siendo eliminada sin mucha ayuda. Y por supuesto, actores de la talla de Jesse Plemons, Brendan Fraser (ídolo de masas), John Lithgow y Tantoo Cardinal resaltan en roles secundarios.
Muy aparte del tema histórico y del desarrollo minucioso de la trama, “Los asesinos de la luna” termina fascinando gracias al aspecto emocional —a la forma en que Scorsese logra que uno perciba estos sucesos terribles. Consideren, si no, las desgarradoras reacciones por parte de Mollie cada vez que se entera de la muerte de un familiar. O la manera en que la muerte es presentada para los Osage, antecedida por la aparición de un búho. O cuando la madre de Mollie se va con sus ancestros al Otro Mundo. Sin ser necesariamente el foco de la historia, “Los asesinos de la luna”, además, hace un buen trabajo presentándole al espectador la cosmovisión de los Osage, permitiéndole entenderlos, especialmente en contraste con los hombres blancos, interesados más en el dinero que en el amor o la familia o las tradiciones significativas.
“Los asesinos de la luna” termina siendo, pues, una experiencia extraordinaria; de las mejores que vayan a tener en una sala de cine este año. Se trata de una película sobre el genocidio de un pueblo, pero también sobre la obsesión por el dinero y el poder, y la manipulación de los idiotas por parte de gente malévola, para borrar —literal y figurativamente— a aquellos que consideran como inferiores (o como nada). Es una experiencia angustiante, emotiva y poderosa, que además concluye de manera novedosa (reemplazando una pantalla con texto, por ejemplo, con la recreación de un viejo programa de radio que nos cuenta lo que pasó después de los eventos principales de la historia). Las tres horas y media de “Los asesinos de la luna” se pasan volando, pero más importante, el filme los dejará impactados, considerando y reflexionando sobre lo que acaban de ver. Imposible no recomendarlo.
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