La trampa

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“La trampa” es el tipo de película que le pide a su público que no reflexione mucho sobre lo que está viendo en pantalla. Para algunos eso es un defecto, pero para otros —incluyendo a Vuestro Servidor—, se trata de una fortaleza. Lo que tenemos acá, pues, es un thriller con una premisa llena de potencial, y que se desarrolla de forma cada vez más exagerada, cuenta con como seis finales distintos, y aprovecha al máximo los talentos de Josh Hartnett, un actor que por años estuvo operando fuera de Hollywood, pero que regresó triunfalmente el año pasado con “Oppenheimmer”, de Christopher Nolan. “La trampa” es MUY distinta a aquella ganadora del Óscar, pero Hartnett destaca de igual forma en ambas producciones.

Nuevamente, la premisa de “La trampa” es prácticamente irresistible: ¿qué pasa si narramos la historia de un asesino serial atrapado en un concierto desde SU perspectiva? ¿Y qué pasa si ha ido a dicho evento con su hija, que no sabe nada de sus actos criminales? ¿Y además, qué pasa si el FBI y la policía le han tendido una trampa, y están seguros de que lo atraparán ahí? Mucho se podría haber hecho con esta idea, y siendo justos, el director-guionista M. Night Shyamalan toma bastantes decisiones interesantes con ella. No todas funcionan y varias no tienen sentido, pero no se puede decir que no haya intentado hacer algo original con “La trampa”. Ya dependerá de cada espectador qué tanto decide suspender su sentido de la incredulidad.

Hartnett interpreta a Cooper, un padre de familia aparentemente normal que va con su hija púber, la dulce Riley (Ariel Donoghue) al concierto de Lady Raven (Saleka Shyamalan, la hija del director) en un estadio en Filadelfia. Pero dicho evento, como se ha mencionado ya, es una trampa. Las autoridades, lideradas por la experta en criminología Josephine Grant (Hayley Mills), ha rodeado el lugar de agentes policiales y del FBI, seguros de que el famoso asesino serial El Carnicero (pero qué apodo tan original) está adentro. Es solo cuestión de tiempo para que lo atrapen, y cuando Cooper, quien se nos revela rápidamente es el Carnicero, se entera de esto, intentará escapar de distintas formas, y sin que su hija se entere de lo que está pasando.

“La trampa” es más interesante a nivel temático que narrativo, desarrollándose como una suerte de parábola para las inseguridades de Shyamalan como cineasta Y padre. No es casualidad, después de todo, que una de sus hijas interprete a una cantante cuyo concierto se ve afectado por la presencia de un asesino serial, y que dicho personaje eventualmente se torne más importante de lo que uno se imaginaba inicialmente, cumpliendo un rol grande en el conflicto (tanto interno como externo) en el que se ve Cooper. Este último, además, es presentado como un hombre con dos vidas: como un padre que tiene una vida familiar aparentemente normal, pero que tiene que mantener separada su faceta de asesino. Es cuando ambos lados de su vida chocan, que todo se va un poco al diablo.

Obviamente Shyamalan no es un ningún asesino (espero), pero si reemplazan al asesino serial por un director de cine, podrán entender qué es lo que nos está tratando de decir con “La trampa”. Y si le suman el rol del mismísimo Shyamalan como el tío de Lady Raven, o mejor dicho, el culpable de que Cooper termine interactuando con ella, queda muy claro el tipo de culpa que el cineasta siente respecto a su carrera y su familia. No es que “La trampa” sea un tratado psicoanalítico, pero sí resulta interesante darse cuenta de lo personal que el filme termina sintiéndose, especialmente considerando que a) al igual que varias de sus películas previas, “La trampa” fue financiada enteramente por Shyamalan, y b) su hija (en su debut cinematográfico) tiene un rol importante en la narrativa. No debería ser necesario SABER todo esto antes de ir a ver el filme, pero ciertamente ayuda.

Fuera de eso, y como se dijo líneas arriba, “La trampa” se lleva a cabo de forma cada vez más absurda, pidiéndole al espectador que acepte ciertas decisiones que no llegan a tener mucho sentido que digamos. El último acto del filme, aunque ocasionalmente tenso, se siente alargado, y como se mencionó ya, cuenta con demasiados desenlaces, lo cual podría terminar por desesperar a más de un miembro del público. No obstante, y a pesar de estos defectos, “La trampa” funciona; funciona gracias a la mezcla entre suspenso y comedia (hay varios momentos innegablemente graciosos) que maneja, gracias a los obstáculos con los que Cooper se encuentra, y gracias al trabajo de Harnett.

Porque a diferencia de otros actores (te estoy mirando de lejitos, Mark Wahlberg), Harnett sabe cómo interpretar el diálogo estilizado y por momentos tieso de Shyamalan. Es así que interpreta a Cooper como un psicópata que, cuando se encuentra bajo presión, tiene que FINGIR ser un hombre y un padre normal —el momento en que le sugiere a su hija bajar por un agujero por el que entró un cantante al concierto “porque se ve genial” debería decirles mucho sobre el tono de la película Y lo que está haciendo Harnett con el personaje. Por su parte, la novel Ariel Donoghue está muy bien como Riley (creíble, dulce, carismática); Alison Pili está un poco desperdiciada como la esposa de Cooper, Jonathan Langdon destaca como un trabajador del concierto (el que le revela a Cooper que el concierto es una trampa; seguro lo recordarán del tráiler), y Saleka Shyamalan hace un buen trabajo tanto cuando tiene que cantar en el concierto, como durante los momentos más dramáticos.

“La trampa” no es, pues, de lo mejor que nos haya entregado Shyamalan —no llega a ser tan memorable como “El sexto sentido”, ni tan imprevisible como “Llaman a la puerta”. Pero a la vez, está muy lejos de ser tan insufrible como “The Happening” o “El último maestro del aire”. Desarrollando secuencias de innegable suspenso (en los que, sorprendentemente, nos PREOCUPAMOS por Cooper), aprovechando bien los talentos de Josh Hartnett (y la joven Ariel Donoghue), y desarrollando una trama increíble (en el más puro sentido de la palabra), “La trampa” se siente como Una Película De Shyamalan (™) al 100%, para bien Y para mal. Algunos podrán aceptar lo que nos ofrece, y otros seguramente no se creerán nada de lo que ven en pantalla. Felizmente, me encuentro en el primer grupo —razón por la que la terminé pasando muy bien con este filme tan absurdamente entretenido.

Avance oficial:

70%
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