La Mula

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Ver a un Clint Eastwood de 88 años en la pantalla grande es todo un deleite. Sí, está un poco más lento y deteriorado de lo que muchos recordábamos, pero si no consideramos su avejentado exterior, sigue siendo el mismo Eastwood de siempre: un talentoso y confiable actor de cine, capaz de entregarnos interpretaciones memorables, incluso durante sus últimos años de vida (hay que ser realistas). “La Mula”, su más reciente trabajo, como protagonista y como director, es una propuesta inesperadamente gentil, de parte de un cineasta —y una estrella de cine— que vive en un mundo cada vez más irreconocible para él. Se trata de su mejor trabajo desde “Gran Torino”, un drama con toques cómicos —y otros muy humanos— que demuestra los talentos de Eastwood tanto delante como detrás de la cámara.

La premisa, basada en una historia real, está llena de potencial. Eastwood interpreta a Earl Stone, un horticultor que, luego de más de 70 años trabajando en un mismo espacio, con la misma gente, y siempre ignorando a su familia (su esposa, Mary, interpretada por Dianne West, su hija, Iris, interpretada por Alison Eastwood, y su nieta, Ginny, interpretada por Taissa Farmiga), a favor de sus flores, se queda sin nada. Pero una nueva oportunidad lo llevará a experimentar todo lo que siempre ha deseado: toneladas de atención, y una vida en la autopista.

Earl se convierte, rápidamente y gracias a un amigo de la familia, en la mula —encargado de transportar paquetes de droga de un lugar a otro— más prolífica de un cartel mexicano, lo cual hará que se gane tanto amigos como enemigos. Entre los primeros se encuentra el mismísimo líder del cartel, Latón (Andy García), quien hasta llega a invitar a Earl a una de sus más extravagantes fiestas, mientras que entre los segundos están sus asociados, Gustavo (Clifton Collins Jr.), y Julio (Ignacio Serricchio). Mientras tanto, un eficiente agenda de la DEA llamado Colin Bates (Bradley Cooper) y su compañero (Michael Peña) están tras los pasos del cartel, aparentemente incapaces de encontrar a esta famosa mula, conocida únicamente por su divertido apodo: “Tata”.

Como siempre, Eastwood dirige “La Mula” de manera bastante sencilla, demostrando que, en algunos casos, un estilo visual —y de dirección de actores— sobrio y “directo al grano” puede beneficiar a una intrigante historia. El ritmo de “La Mula” es relajado sin ser pausado; relativamente plano pero considerablemente emocionante. Y la película, aunque carente de momentos demasiado dramáticos —a excepción de uno, en donde tanto Eastwood como Wiest se lucen—, siempre capta la atención del espectador. Eastwood, experimentado y seguro de sí mismo en su capacidad de realizador, dirige con mano segura, confiando en sus actores y su guión, a sabiendas de que su público se encariñará con Earl —a pesar de que no es ningún héroe— y sus nuevas travesías.

Hay que admitir, además, que tanto Eastwood como su guionista, Nick Schenk (quien también escribió “Gran Torino”) hacen un muy buen trabajo balanceando las dos narrativas en paralelo. En una cinta menor, uno se identificaría tanto con la historia de Earl, que se impacientaría cada vez que el filme cambie a una escena con los personajes de Cooper y Peña. Felizmente, ese no es el caso de “La Mula”. Ambos agentes de la DEA existen únicamente en relación a su trabajo; sus vidas privadas son mencionadas brevemente y sin mayor énfasis, y son caracterizados a través de sus acciones, incluso demostrando en ciertas escenas que, por ejemplo, Bates no es tan distinto a Earl. Cooper da una interpretación sólida en un rol relativamente ingrato, mientras que Peña esconde su personalidad cómica —recordemos que es de lo que mejor que tienen las películas de “Ant-man” para ofrecer— para desarrollar a un agente capaz y siempre atento.

Previsiblemente, quien se roba el show es Eastwood. Ahora bien, es cierto que esta leyenda viviente sería capaz de interpretar personajes como Earl hasta dormido. Después de todo, se trata de un viejo —algo— regañón, dependiente todavía de las viejas usanzas —odia la Internet, no sabe textear, etc.— y ligeramente racista (no maliciosamente racista, pero racista como un abuelito, que lo es sin darse cuenta porque así fue criado). Pero, quizás debido a que se ha suavizado con los años, o a que no quería repetir el mismo papel de “Gran Torino”, este Eastwood es un poco más agradable, más vulnerable y menos agresivo. Su Earl no es una buena persona —ignoró a su familia por años, y aceptó trabajar para un cartel de drogas sin mayores quejas—, pero el arco por el que atraviesa a lo largo del filme lo convierte en alguien más humano, más comprensible. Eastwood está a la altura del rol, y demuestra tener mucha más energía que el hombre de 88 años promedio.

Considerando su reputación como viejo republicano —recordemos sus payasadas con sillas vacías—, sorprende el que “La Mula” sea una suerte de crítica a la sociedad norteamericana contemporánea (o “Trumpizada”). Sí, evidentemente no deja tan bien parados a ciertos miembros de la comunidad latina en los Estados Unidos, pero a la vez, no presenta a todos los miembros del cartel como maleantes despiadados. De hecho, muchos de ellos —incluyendo al Julio de Serricchio— son desarrollados como personas amigables, con un gran sentido del humor, y con sus propias ambiciones e intereses fuera del narcotráfico. “La Mula” es, pues, una película de caracterizaciones ambiguas, en donde nadie es un villano de caricatura ni un héroe valeroso, y en donde hasta los ancianos de casi noventa años pueden encontrar redención (aunque sea a último momento).

Puede que “La Mula” se mueva a un ritmo muy letárgico para ciertos espectadores. O que su falta de DRAMA frustre a quienes estén buscando una experiencia más intensa. Pero no se puede negar que el estilo más calmado, tranquilo de Eastwood le otorga una identidad muy propia a “La Mula”, convirtiéndola en una historia que terminó atrapándome a pesar de sus defectos. Se trata de uno de sus esfuerzos más reflexivos y nostálgicos, protagonizado por un personaje que de repente extraña demasiado a la antigua América, pero que a la vez, tiene un buen punto a la hora de criticar a la juventud adicta a sus smartphones y dependiente de su conexión Wi-Fi. Si “La Mula” termina siendo el último protagónico de Eastwood, no se me ocurre una mejor manera de terminar una carrera tan variada y distinguida como la suya. Pero si se anima a actuar en, aunque sea, una película más, estoy seguro que no nos decepcionará.

 

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