La habitación de al lado es una película sobre la aceptación de la muerte. Centrándose en los últimos días de una paciente con cáncer terminal llamada Martha (Tilda Swinton), lo que hace el filme es narrarnos la forma en que logra reconectar con una vieja amiga, la exitosa novelista Ingrid (Julianne Moore). Pero más importante, nos muestra cómo la convence de acompañarla en sus últimos días, hasta que ella se anime a tomar una pastilla de eutanasia para morir con dignidad. No en una cama de hospital, entubada y con las justas consciente, si no bajo sus propios términos, habiendo vivido algunos días de paz, cerca a la naturaleza, conversando con una amiga y escuchando a los pájaros cantar cerca al bosque.
Es una premisa llena de potencial que hubiera podido resulta en una experiencia altamente emotiva. Pero ese no parece haber sido el objetivo que Almodóvar tenía en mente a la hora de desarrollar su primer largometraje en inglés para los Estados Unidos. Más bien, lo que hace es intelectualizar esta narrativa, desarrollando la historia de manera algo clínica, con diálogo bastante tieso y, felizmente, actuaciones superlativas. El resultado es inferior a la mayoría de sus esfuerzos españoles, pero de todas maneras interesante. Después de todo, se nota a leguas el estilo Almódovar, y la experiencia en general nunca resulta aburrida o absurda. Simplemente me hubiese gustado que La habitación de al lado me hubiese hecho sentir algo.
Ahora bien, Almodóvar tampoco parece estar particularmente apurado a la hora de contar esta historia. El filme se toma su tiempo, introduciendo de a pocos a nuestras dos protagonistas, y mostrándolas interactuando, ya sea en el hospital o en la casa de Martha. Las vemos conversando, principalmente sobre el pasado —sobre sus antiguos romances, sobre las experiencias que compartieron, e incluso sobre la complicada relación que Martha tuvo tanto con el padre de su hija, como con la chica misma, y por supuesto, su trabajo. Todos estos aspectos obtienen sus propios flashbacks, los cuales son interesantes de por sí, pero no se sienten vitales para que la historia principal funcione. Ayudan a enriquecer a los personajes hasta cierto punto, pero a la vez, se sienten algo superfluos.
Es después de un buen rato, en todo caso, que Martha se entera que el tratamiento experimental por el que está pasando no está funcionando para eliminar su cáncer cervical. Es así que la ex periodista de guerra decide cancelarlo todo, y le hace una pregunta difícil a Ingrid: “¿me podrás acompañar en mis últimos días en una casa de campo, hasta que me anime a suicidarme?” Puede que la primera escena de La habitación de al lado, en la que una vieja amiga le cuenta a la escritora de la enfermedad de Martha, sea el detonante de toda la cuestión, pero esa pregunta, ese momento es el que inicia el conflicto de la película. El que nos cuenta de qué trata verdaderamente esta cinta, y el que pone en aprietos a Ingrid.
Después de todo, esta última le tiene pavor a la muerte —tanto así que su más reciente libro trata precisamente sobre eso. No es necesariamente la candidata ideal para ayudar a Martha a morir, pero ella no tiene a nadie. E Ingrid no es el tipo de persona que podría rehusarse a ayudar a una amiga —por más de que recién este reconectando con ella después de años, y por más de que no le haya contado que se está viendo ocasionalmente —aunque de forma platónica— con un ex novio de las dos, el académico Damian (John Turturro). Es así, pues, que Ingrid comienza a ayudar a Martha, pero con sentimientos encontrados, siempre pensando en las posibles consecuencias de sus actos, y en la forma en que eventualmente tendrá que lidiar con la muerte de su amiga.
Como muchas otras películas de Almodóvar, La habitación de al lado es una película enfocada en relaciones humanas y diálogo. Pero a diferencia de su filmografía española, el diálogo acá carece del estilo y carácter tan presentes en sus películas previas —una de las consecuencias, me imagino, de haber tenido que escribir en inglés por primera vez. La mayor parte de conversaciones se sienten tiesas, poco naturales —no necesariamente estilizadas, lo cual estaría bien, si no más bien como si estuviéramos escuchando a aliens hablando, intentando imitar a seres humanos. Esto no hace más que levantar un muro entre el espectador y los personajes; entre el espectador y la situación que se está viviendo en pantalla. Resulta fácil admirar a La habitación de al lado, pero no tanto conectar con ella.
Lo cual es una pena, porque claramente la historia que Almodóvar está contando podría haber resultado en una experiencia emotiva, chocante. Pero lo que hace acá es intelectualizar mucho el conflicto entre Martha e Ingrid; en sus conversaciones, tratan de justificar lo que van a hacer, hablando sobre cómo reaccionaría la hija de la primera (con quien no se lleva muy bien), o lo que tendrán que hacer una vez que la policía llegue. E incluso cuando el filme trata de ahondar en cómo se siente Martha, igual se siente distante; como si ni pudiese deshacerse del muro ya mencionado, por más que lo intente.
De las actuaciones no me puedo quejar. Tanto Moore como Swinton están excelentes, lo cual no debería sorprender, considerando que son dos de las mejores actrices de su generación. La primera interpreta a Martha como una mujer que lo ha visto todo, pero que sin embargo se arrepiente de haber dejado de lado a su hija; de haberse concentrado demasiado en el trabajo, haciendo que la niña nunca tenga una figura materna presente, cercana. Y la segunda interpreta a Ingrid como una mujer que está tratando de compensar por el tiempo en el que estuvo alejada de Martha, ayudándola, sí, pero al menos al inicio, tratando de convencerla de no hacer lo que quiere hacer. Y actores de la talla de John Turturro (calmado, sereno) y Alessandro Nivola (como un oficial de policía intensamente religioso) tienen roles pequeños, pero importantes.
No puedo dejar de considerar a La habitación de al lado como una ligera decepción. La historia que nos narra —basada en una novela de Sigrid Nunez— es intrigante y por momentos hasta imprevisible, pero es presentada acá con frialdad y lógica, dejando un poco de lado el aspecto emocional. Además, no considero que logra transmitir la intensidad que debería notarse en la amistad entre Ingrid y Martha, especialmente considerando lo que la segunda le ha pedido a la primera, y los días que pasan juntas antes de la muerte de la segunda. Las actuaciones son excelentes, eso sí —¿cómo podría ser de otra forma?— y el estilo visual de Almodóvar, de movimientos suaves de cámara y colores saturados —rojos, verdes, celestes— se mantiene. Pero nuevamente: puede que La habitación de al lado resulte intelectualmente estimulante, pero nunca me hizo sentir nada. Y creo que es ahí donde radica su mayor defecto.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Sony Pictures Classics.
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