Le tengo cierta debilidad a las películas de aventuras a la antigua —desde “Tras la esmeralda perdida”, hasta “La reina africana”, cualquiera de las películas de “Indiana Jones”, y por supuesto, “La Momia”, con Brendan Fraser y Rachel Weisz, son filmes capaces de meternos en mundos distintos y llenos de peligros, en donde las maldiciones, los tesoros escondidos, y por supuesto, los antagonistas megalomaníacos son reales. Sí, algunos de estos ejemplos no han envejecido del todo bien, especialmente en lo que se refiere a la “exotización” de culturas foráneas, o hasta su perspectiva en torno al imperialismo, pero como todo producto cultural, deben ser percibidos bajo el contexto de su época. En todo caso, “La Momia” (mi favorita de todas, dicho sea de paso) no tiene muchos de esos problemas.
¿A qué viene todo esto? Pues a pesar de que me encantan ese tipo de películas —la aventura, el humor, las relaciones disfuncionales, la maravilla de descubrir un mundo nuevo, antes oculto—, no quedé fascinado con “Jungle Cruise”. No tomen a mal; no se trata de una película nefasta, ni mucho menos, pero sí de algo que se siente como la suma de sus partes, y nada más. Está bien que el más reciente filme del cineasta español Jaume Collet-Serra (quien pronto volverá a trabajar con Dwayne Johnson en “Black Adam”, para DC Comics) esté consciente de las influencias que ha tenido de otros filmes, pero el que no sea capaz de diferenciarse mucho de sus fuentes de inspiración es bastante decepcionante. Sin llegar a ser un desastre absoluto, “Jungle Cruise” termina sintiéndose como una propuesta demasiado genérica, que felizmente llega a salvarse, mayormente, gracias al carisma de sus protagonistas.
“Jungle Cruise” tiene como protagonista a Lily Houghton, una investigadora que, siendo una ciudadana británica de principios del siglo XX, no es aceptada en la mayoría de instituciones académicas contemporáneas, todas manejadas por hombres viejos (sí, sí, igualito que Evie en “La Momia”). Ella está empecinada en encontrar Las Lágrimas de la Luna, un árbol mágico en la selva amazónica cuyas hojas, supuestamente, son capaces de curar cualquier enfermedad. Es así que, luego de “tomar prestado” un objeto que la ayudará a encontrar dicho árbol, viaja a Brasil junto a su hermano MacGregor (Jack Whitehall).
Es ahí, en plena selva amazónica, que conoce a Frank (Dwayne Johnson), quien se dedica a realizar viajes en bote para turistas crédulos. Desesperado por conseguir dinero para salir de una deuda con el desagradable Nilo (Paul Giamatti), Frank acepta llevar a Lili y MacGregor a buscar el mítico árbol, por más de que sabe que es una travesía extremadamente peligrosa. Y ese no es el único problema: nuestros héroes son perseguidos por el despiadado Príncipe Joachim (Jesse Plemons), de Alemania, quien quiere utilizar el poder del árbol para ganar la Gran Guerra, así como un grupo de conquistadores españoles muertos (¡!) liderados por Aguirre (Edgar Ramírez).
No resulta difícil ver cuáles son los elementos que “Jungle Cruise” ha tomado de otras películas de similar corte: los tres protagonistas se parecen mucho a los personajes de Brendan Fraser, Rachel Weisz y John Hannah en “La Momia”; tenemos a los no-muertos (esta vez conquistadores españoles) de las películas de “Piratas en el Caribe”, y hasta un buen MacGuffin (un objeto central que todo el mundo busca) como en cualquiera de los filmes de “Indiana Jones”. El problema de “Jungle Cruise” no es que se haya inspirado en otras películas más famosas; en realidad, es que no hace mucho para diferenciarse de ellas, prefiriendo mezclarlas todas en una licuadora, para ver si termina obteniendo algo interesante… o al menos medianamente entretenido.
Porque si hay una frase perfecta para describir a “Jungle Cruise”, pues definitivamente es esa: “medianamente entretenido”. Jaume Collet-Serra es un cineasta especializado en cine de acción de mediano presupuesto —véase todos los thrillers que ha hecho junto a Liam Neeson—, y aunque no se siente fuera de lugar en un blockbuster millonario producido por Disney, no logra otorgarle mucho estilo propio a la cuestión, tampoco. Las secuencias de acción son vistosas pero generalmente carecen de tensión, y los efectos especiales son de calidad variada. La jungla no luce del todo mal —aunque añoro el día en que alguna de estas películas grandes se anime a grabar en el Amazonas, en vez de “conformarse” con locaciones en Hawaii y sets rodeados de pantallas verdes—, pero muchas de las criaturas digitales lucen como algo sacado de un videojuego. Súmenle a eso un clímax desesperantemente sintético —¡y eso que tenían la plata de Disney!—, y “Jungle Cruise” abandona cualquier sensación de suciedad, verosimilitud y rudeza que pudo haber tenido en un inicio.
Pero como se dijo líneas arriba; hay algo en “Jungle Cruise” que evita que se convierta en un desastre. El ritmo es ciertamente acelerado —demasiado intranquilo y picado, por momentos—, lo cual ayuda a que uno no procese la mayoría de sus características más absurdas. Y el trabajo de Emily Blunt y Dwayne Johnson es valioso. Ambos saben en qué clase de película se encuentran, y por ende actúan acorde a las circunstancias. La primera desarrolla a Lily como una mujer aguerrida y determinada, quizás un poco anacrónica, pero ciertamente interesante (por más de que otros se empecinen a definirla como “la mujer que usa pantalones”). Y el segundo hace lo que mejor sabe hacer, mostrando sus músculos, sonriendo constantemente, y derrochando carisma. La de Blunt y Johnson es una pareja dispareja inesperada, pero que funciona bastante bien (tanto así que me animaría a verlos nuevamente en la inevitable secuela).
El reparto secundario no está al mismo nivel, sin embargo. Mucho se ha dicho y escrito, por ejemplo, sobre el MacGregor de Jack Whitehall, un personaje gay interpretado por un actor heterosexual. Su presencia en el filme representa la ya infame doble cara de Disney: por un lado, es representado con características sumamente anticuadas, casi representativas del estilo de humor tipo gay panic de hace unas décadas (con chistes de doble sentido en una escena en particular, incluso). Pero por otro lado, comparte una escena francamente emotiva con el Frank de Johnson, en donde básicamente sale del clóset y revela la razón por la que es tan cercano con su hermana Lily. No es necesario decir, entonces, que Disney sigue sin saber cómo tratar a sus personajes LGBT de manera consistente y respetuosa, y que la presencia de MacGregor en “Jungle Cruise” se siente hasta condescendiente, especialmente viniendo de una empresa prácticamente especializada en el queerbaiting.
Fuera de los defectos que (lamentablemente) ya son prácticamente tradición en este tipo de películas de acción en vivo de Disney, no hay mucho más que reprocharle a “Jungle Cruise”. Se trata de una película de aventuras a la antigua (para bien Y para mal), con actuaciones centrales carismáticas, un buen sentido del humor, villanos estereotípicos, y efectos visuales inconsistentes. Es demasiado larga —para el final ya me estaba aburriendo un poco— y se mueve a un ritmo errático —por momentos hasta hiperactivo—, pero se digiere sin problemas, por más de que sea ocasionalmente problemática (eso sí, me gustó que muchos de los personajes españoles hablen en su lengua natal entre ellos, un detalle que tiene sentido considerando la nacionalidad del director). Dudo que “Jungle Cruise” se vaya a convertir en un clásico, pero al menos está bien para distraerse un sábado por la tarde. Eso es más de lo que se puede decir de las últimas tres secuelas de “Piratas del Caribe”, al menos.
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