Inframundo: Guerras de Sangre
Resulta difícil creer que Sony y Screen Gems podrían exprimir tanto una franquicia como Inframundo, pero aquí estamos, con la quinta película en la cartelera, y con una sexta en preproducción. Afortunadamente, y a diferencia de muchas sagas que se van desgastando filme con filme, Inframundo: Guerras de Sangre no carece personajes o mitología detrás de su gótico universo. Desafortunadamente, lo que no tiene es un buen ritmo o una trama particularmente emotiva.
El romance entre Selene (Kate Beckinsale), la vampira asesina, y Michael (Scott Speedman), el híbrido entre humano y licántropo (hombre lobo) era el corazón de las primeras dos cintas. La tercera entrega sufrió al no contar con la presencia de estos dos personajes (es una precuela), y la cuarta porque, a pesar de tener a Beckinsale nuevamente como protagonista, eliminó a Speedman sin mayor explicación.
Esta nueva película, por otra parte, si nos brinda una explicación para la desaparición de Michael —de manera totalmente anticlimática e insatisfactoria. De hecho, al igual que el filme pasado, Guerras de Sangre no cuenta con ningún elemento romántico. El coprotagonista de la historia, David (Theo James) no es más que un compañero de guerra para Selene, y lamentablemente no es capaz de igualar a Michael ni en desarrollo de personaje, ni en carisma. Intentos tardíos de parte del guión de darle un poco más de dimensión y una historia épica de trasfondo al personaje simplemente no funcionan.
Pero me estoy adelantando. Guerras de Sangre se desarrolla poco tiempo después de Inframundo: El despertar. Selene es una fugitiva, una paria, escapándose tanto de los Vampiros como de los Licántropos, quienes siguen en guerra. Pero pronto el primer grupo estará necesitando de su ayuda. Un nuevo líder de los hombres lobo, Marius (Tobias Menzies, de Game of Thrones) está planeando atacar e invadir una de las bases más importantes de los vampiros, la cual tiene como a líder a un consejo ancestral. Dos de sus miembros, Thomas (Charles Dance, también de Game of Thrones), padre de David, y la sensual Semira (Lara Pulver, de Sherlock) deciden traer a Selene para que entrene a un nuevo ejército de vampiros y puedan defenderse. Pero pronto las cosas se saldrán de control, y nuestra protagonista se verá obligada a huir al norte, en donde se encontrará con otro grupo de vampiros, más misteriosos y místicos.
El problema más grande de Guerras de Sangre definitivamente tiene que ver con el montaje. La película se mueve a un ritmo aceleradísimo, casi hiperactivo. Cada secuencia está llena de elipsis que no hacen más que confundir al espectador, y cada escena está editada con planos cortos, planos contra-planos rapidísimos, y diálogo que se mueve a la velocidad de la luz. Es verdaderamente desconcertante. Una escena en particular —en la cual un personaje que aparece y desaparece según las necesidades del guión le revela secretos del pasado a David— viene y se va fugazmente, tanto así que aquellos que no estén prestando demasiada atención podrían no absorber la nueva información.
De hecho, a diferencia de otras sagas, que se van volviendo más y más flojas conformen van estrenándose más películas, Guerras de Sangre, por alguna razón, decide soltar la mayor cantidad de información —historia pasada de personajes, mitología sobre vampiros y licántropos, revelaciones sobre personajes ya muertos o desaparecidos, giros repentinos en la trama— en el menor tiempo posible. La película esta rellena de información (cuya mayoría es prácticamente irrelevante para la trama), y casi no contiene momentos de respiro. Guerras de Sangre intercala escenas de acción violenta y exagerada con momentos de exposición narrativa, sin pensar en pequeños detalles como el ritmo.
Debo darle puntos a los guionistas, Cory Goodman y Kyle Ward, por al menos tratar de expandir el universo de Selene y los demás con esta película, pero más no siempre es mejor. La trama es sencilla, por lo que tanta información adicional simplemente no era necesaria. Y secuencias como las de la base del norte, en donde nos enteramos de un Mundo Paralelo al que los vampiros pueden acceder (y que nunca llegamos a ver, dicho sea de paso) simplemente se sienten fuera de lugar.Guerras de Sangre es un filme de hora y media que debió durar dos horas, con un ritmo menos frenético y menos tramas secundarias.
Las secuencias de acción están competentemente coreografeadas y escenificadas, pero la mayoría carecen de tensión. La cinta alterna entre balaceras con metralletas de munición infinita, y combates de espadas. Las primera son tediosas y repetitivas, y las segundas están sobreeditadas, como para tratar de esconder la presencia de dobles de acción. El combate final entre Selene y Marius, no obstante, debo admitir sí logró emocionarme, ya que el personaje de Beckinsale es alguien a quien hemos conocido por cuatro películas —es fácil identificarse con ella y apoyarla en las situaciones más peligrosas.
Visualmente, Guerras de Sangre continúa con la misma estética de las entregas anteriores: colores desaturados, un tinte azul para todo, y sombras por todas partes. Es un estilo gótico que le sienta muy bien a la franquicia, por lo que no habría razón alguna para cambiarlo. La dirección de arte, desde los escenarios hasta el vestuario (el traje de cuero de Selene, la ropa extremadamente sensual de Semira, los trajes góticos de los demás vampiros, el vestuario tipo militar de los licántropos) es impresionante, pero los efectos digitales son deficientes. Los lobos y monstruos digitales se ven extremadamente falsos, como algo sacado de un juego de PlayStation 2, o una película de hace 10 años —a estas alturas del partido, imágenes como estas son imperdonables.
Kate Beckinsale sigue interpretando a Selene como una protagonista fuerte y decidida, solo que he esta vez está llena de arrepentimientos, la mayoría relacionados a su hija desaparecida y a su gran amor Michael. No se trata de una gran actuación ni mucho menos, pero después de 4 películas, uno puede admitir que Beckinsale es Selene. Theo James hace un mejor trabajo aquí que en la saga de Divergente (lo cual, siendo honestos, no es decir mucho), Lara Pulver resalta como la sexy y letal Semira, y Tobias Menzies hace lo que puede con un villano unidimensional. El siempre intimidante Charles Dance tiene un papel breve pero importante como Thomas, el padre de David.
Inframundo: Guerras de Sangre es una película divertida, de eso no hay duda. Está competentemente filmada y jamás aburre, pero definitivamente se trata de una de las entregas más flojas de la saga. Con una mejor edición (un ritmo menos acelerado y escenas que no parezcan que han sido picadas por un carnicero), efectos digitales con mejor acabado y menos tramas secundarias innecesarias, Guerra de Sangre hubiese podido ser un producto más intenso e inteligente. Como está, sin embargo, solo puedo recomendárselo a los fanáticos más acérrimos de la saga, o a aquellos que quieran divertirse con una aventura breve y cursi.
Nota: Inframundo: Guerras de Sangre se ha estrenado en nuestro país (y en otros mercados de Latinoamérica y Europa) más de un mes antes que en los Estados Unidos. ¿Será el comienzo de una nueva tendencia?
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