No se puede negar que el cine de Aki Kaurismäki es un gusto adquirido. Y el caso de su más reciente producción, “Hojas de otoño”, no es la excepción. Lo que tenemos acá es una suerte de comedia romántica extremamente parca, en donde la comedia es sutil y el romance lo es incluso más. Evidentemente, si han visto antes alguna otra película del finlandés director, sabrán exactamente qué estilo esperar de “Hojas de otoño”. Pero si es la primera vez que experimentan algo de él, puede que se lleven una gran sorpresa; ya dependerá de cada uno si termina siendo una grata o ingrata.
“Hojas de otoño” se centra en Ansa (Alma Poysti) y Holappa (Jussi Vatanen). La primera, al comenzar el filme, trabaja en un supermercado, llevándose en su bolso la comida cuya fecha de vencimiento acaba de pasar y por ende no puede ser vendida. Y el segundo pasa los días como trabajador de construcción, escondiendo botellas de licor para saciar su alcoholismo. Son un par de almas perdidas, parte de un sistema que necesita de gente que se ocupe de estos trabajos sosos y hasta repetitivos, pero que resulta en experiencias frustrantes de vida, en las que se va buscando algo más.
Ese algo más, en el caso de Ansa y Holappa, puede ser un romance. Luego de conocerse brevemente en un bar de karaoke, terminan saliendo —primero al cine, y luego de estar separados unos días, a comer a la casa de ella. Sin embargo, Ansa no aguanta a los alcohólicos —su padre falleció por culpa de la bebida—, y Holappa no soporta que le digan que hacer, así que parece que su romance está perdido. ¿O no? Como suele suceder en este tipo de historias, nuestros protagonistas tienen que pasar por todo tipo de obstáculos y problemas, los cuales ponen a prueba su (aparentemente) inevitable relación romántica, todo en un contexto seco y de humor sutil.
Nuevamente: el estilo de Kaurismäki es muy particular, y le terminará gustando a ciertos espectadores… y a otros nos tanto. Todos los personajes se desenvuelven de manera extremadamente parca, expresando muy poco con sus rostros, y recitando sus líneas de diálogo de la forma más “deadpan” posible. El humor es, en general, irónico, y contrasta a sobremanera con las personalidades planas en pantalla (“Hojas de otoño”, en particular, usa muy bien la música para crear este efecto). Y aunque la cinta se centra en un romance, no se trata de una relación particularmente apasionada —el filme no está interesado en el sexo, si no más bien en el encuentro de dos almas perdidas que, luego de caer como las hojas de otoño del título, serán capaces de crecer juntas.
Ahora bien, el ya mencionado estilo, desgraciadamente, podría terminar por alejar a ciertos espectadores. En el caso de este crítico, de hecho, evitó que conecte del todo con el material. Por más de que aprecié el humor irónico y sardónico y seco, nunca llegué a sentir mucho que digamos por los dos protagonistas. Lo cual es sorprendente, considerando que uno de ellos es un alcohólico que es constantemente despedido de sus trabajos en construcción, y la otra es una mujer que escucha las noticias de la Guerra de Ucrania constantemente por la radio, preocupada, aparentemente, tanto por el estado del mundo como por su propia vida. Hay elementos interesantes en estos personajes, solo que todo está escondido debajo de una superficie parca e inexpresiva.
Fuera de la dirección de actores y caracterización de personajes, “Hojas de otoño” maneja, también, una estética muy particular. Kaurismäki hace un excelente uso de los colores saturados, los cuales, en muchas escenas, contrastan a sobremanera con la arquitectura sobria y gris de Helsinki, o los interiores simples de casas y bares. Son puntos de color fuertes en encuadres de poco movimiento y tonos más apagados, con ciertos motivos para ciertos personajes. Ansa, por ejemplo, parece (casi) siempre estar rodeada del rojo o vistiendo dicho color. Adicionalmente, “Hojas de otoño” maneja un estilo deliciosamente anacrónico; las menciones a la Guerra de Ucrania nos sitúan, lógicamente, en el presente (el año 2023), pero no hay un solo smartphone a la vista ni menciones a redes sociales, y muchos personajes utilizan tecnología antigua, como radios con antenas o teléfonos con diales giratorios.
Es así, pues, que se puede ir admitiendo que “Hojas de otoño” maneja cierto encanto, por más de que la sequedad de las actuaciones y la lejanía de las caracterizaciones sean, nuevamente, un gusto adquirido. No se trata, pues, de una comedia románica acogedora o hilarante, si no más bien de una experiencia que mucho dice sobre la “gente común”; aquellas personas que deben tener trabajos serviles para sobrevivir, y que de cuando en cuando pueden encontrar algo mágico en la vida. La comparación con zombies sería algo obvia —especialmente considerando que, en su primera cita, Ansa y Holappa se van al cine a ver una película de muertos vivientes; “The Dead Don’t Die”, de Jim Jarmusch—, pero al menos serviría para justificar las decisiones actorales por parte de Poysti, Vatanen y, por supuesto, Kaurismäki .
Entiendo el estilo tan particular que maneja “Hojas de otoño”. Y ciertamente entiendo por qué a tanta gente le ha gustado el filme, apareciendo, incluso, en varias listas de lo mejor del 2023 (y por supuesto, habiendo ganado el Premio del Jurado del Festival de Cannes de este año). No obstante, debo admitir que no logré conectar del todo con el filme. Puedo admirar su estilo, tanto a nivel de actuaciones, como de comedia y hasta en lo que a estética se refiere, pero “Hojas de otoño” no me hizo sentir mucho, desgraciadamente. Quizás sea cuestión de ver más de la filmografía de Kaurismäki. Como se dijo líneas arriba, su cine es un gusto adquirido, y quizás será necesario trabajar un poco más para, efectivamente, adquirir dicho gusto.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Divergent PR.
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