Había una vez… en Hollywood

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El 8 de agosto de 1969. Para muchos norteamericanos —y algunos extranjeros y fanáticos del cine y las historias de crimen—, se trata de una fecha infame, marcada por sangre: fue ese día que ocurrieron los asesinatos de la familia Mason, donde, entre otras personas, murió la actriz Sharon Tate, esposa —en aquella época— del director de cine Roman Polanski. Inicialmente, se supone que “Había una vez… en Hollywood”, la novena película de Quentin Tarantino, iba a ser sobre dicho evento, pero como suele pasar con el afamado cineasta, el producto final termina desafiando las expectativas de sus fanáticos, entregándonos una historia que utiliza los eventos reales como base, para desarrollar algo mucho más imprevisible e históricamente flexible. “Había una vez… en Hollywood” es demasiado larga y, por momentos, auto indulgente, pero contiene suficientes momentos brillantes como para mantener al espectador al borde de su asiento durante casi tres horas. No muchos directores son capaces de hacer algo así.

Los protagonistas de “Había una vez… en Hollywood” son el actor Hollywoodense Rick Dalton (Leonardo DiCaprio) y su mejor amigo y doble de acción, Cliff Booth (Brad Pitt). El primero está deprimido porque cree haber dejado atrás sus mejores días —ya no es una estrella de acción, y más bien se dedica a actuar como villano en algunas series de televisión—, mientras que el segundo trata de vivir su vida, tranquilo, ayudando a su amigo en lo que puede. Durante los primeros dos tercios de la película, vemos como estos dos personajes —ficticios— tratan de salir adelante —Rick es motivado a dar su mejor actuación en mucho tiempo, mientras que Cliff vive en el momento, y más perturbadoramente, es llevado al Rancho del Culto Mason por una chica llamada Pussycat (Margaret Qualley). Tarantino no está interesado en desarrollar una narrativa tradicional ni en mover las cosas rápido —el culto se hace presente de manera gradual, inquietante, mientras establece una sensación palpable de tiempo y lugar.

Como ya algunos fanáticos y fanáticas habían adivinado, la tesis principal de “Había una vez… en Hollywood” es que, al incluir personajes ficticios en un contexto real, el desarrollo de los eventos que ya muchos conocíamos de antemano puede cambiar. Es la misma premisa que manejan muchas películas de viaje en el tiempo: si uno, como persona moderna, regresa al pasado, su mera presencia altera los eventos que se llevan a cabo. Ahora bien, la manera en que Tarantino altera los eventos reales, es algo que no pretendo revelar acá —se trata de un giro narrativo, hasta cierto punto, previsible (después de todo, luego de ocho películas, ya sabemos la manera en que Tarantino opera), pero que igual resulta en algunos de los momentos más chocantes, hilarantes y, siendo honesto, satisfactorios de la cinta.

Como suele pasar en los filmes de Tarantino, la recreación de la época es impecable —pero no se contenta únicamente con mostrarnos personajes con ropa sesentera o incluir una banda sonora repleta de éxitos —o gemas escondidas— de dicha década. “Había una vez… en Hollywood” transporta al espectador a 1969, haciendo uso de todos los trucos que uno se podría imaginar para desarrollar una atmósfera palpable, y establecer con innegable éxito un período muy específico de la historia estadounidense. Todo, desde la manera en que los personajes hablan, hasta como se mueven y actúan y lucen, se siente como de la época, y como el filme fue filmado en 35 mm, la imagen tiene una cualidad cálida, casi vintage, como para que no se sienta como un producto del año 2019. Súmenle a esto la recreación de películas y series de los 60s, y hasta la inclusión de Rick Dalton en producciones reales de la época, y “Había una vez… en Hollywood” termina sintiéndose casi como un filme perdido de dicha década. Es un trabajo audiovisual realmente magnífico.

Como era de esperarse, tanto Leonardo DiCaprio como Brad Pitt están geniales. El primero desarrolla a Rick como un hombre desesperado, alcohólico, que quiere recuperar la gloria del pasado. Hay cierto paralelismo entre el personaje y Tarantino, pero es menos patético de lo que podrían pensar —de la misma forma que el talentoso cineasta siente una inmensa nostalgia por la época dorada de Hollywood, Dalton siente lo mismo por sus épocas de gloria, en las que era reconocido en las calles y disfrutaba de las ventajas de ser un actor famoso de Hollywood. Por su parte, Brad Pitt le otorga carisma y una sensación de relajo alucinante a Cliff —esto es particularmente significativo, considerando su pasado criminal y su personalidad violenta. La química entre ambos, además, es prácticamente perfecta —desde el primer momento, uno se los cree como los amigos más cercanos que se pueda imaginar.

Por otro lado, Margot Robbie no tiene mucho qué hacer como Sharon Tate. Mientras que Rick y Cliff son desarrollados como seres humanos de verdad, llenos de arrepentimientos y debilidades, Tate es mostrada, más bien, casi como una presencia angelical, como una representación de la inocencia de la época. Robbie, a pesar de ser una excelente actriz, parece haber sido escogida más por su parecido con Tate, que por sus habilidades actorales —no tiene mucho qué hacer, aparte de sonreír y bailar. La vida de Tate no era tan perfecta como la película sugiere, pero creo que ese es el punto, precisamente —es una representación idónea, naive, de lo que era Tate, y no una recreación fidedigna. Por algo la película tiene título de cuento de hadas; “Había una vez… en Hollywood” no está particularmente interesada en ser realista, como ya había dado a entender líneas arriba.

No obstante, el principal problema que tengo con “Había una vez… en Hollywood” tiene que ver, precisamente, con la representación de Tate, y su rol en la historia. La mayor parte de la cinta está narrada desde la perspectiva de Rick y Cliff, pero de cuando en cuando, vemos también algunos eventos desde el punto de vista de Tate —por ejemplo, la escena en la que va a ver una de sus propias películas al cine. Entiendo, hasta cierto punto, la razón por la que Tarantino decidió incluir estas secuencias, pero a la vez, creo que le quitan algo de potencia —y le bajan el ritmo— al filme. De hecho, como el personaje de Tate ya de por sí estaba poco desarrollado, hubiese sido más efectivo que siempre la mostrasen desde la perspectiva de los dos protagonistas —como una figura lejana, misteriosa, y nuevamente, angelical. El cambio de perspectiva no sirve de mucho, ni para efectos narrativos ni para desarrollo de personajes, y más grave aun, hace que la película sea innecesariamente larga. A veces es necesario ser más despiadado con la edición de una película, por más que ello involucre eliminar la presencia de una actriz de la talla de Margot Robbie.

Adicionalmente, aparte de las secuencias innecesarias con Tate, Tarantino incluye momentos que, es cierto, ayudan a establecer una atmósfera en particular, pero que a la vez, resultan innecesariamente extensos. No era necesario, por ejemplo, mostrar tantos planos de Cliff manejando, ni enseñar escenas enteras de Rick actuando en una película, por más que sean entretenidas de ver. Son detalles, sí, pero al acumularse, hacen que la película se infle, y se sienta más pesada de lo que debería ser. Lo cual, evidentemente, no quiere decir que el producto final sea deficiente ni mucho menos. De hecho, “Había una vez… en Hollywood” está lleno de momentos memorables, desde el monólogo actuado de Rick Dalton —mientras interpreta a un villano bigotudo de Western—, hasta la visita por parte de Cliff al Rancho de los Mason —Dakota Fanning se manda con un escenón—, y por supuesto, el sangriento desenlace: impactante, hilarante, e increíblemente satisfactorio.

“Había una vez… en Hollywood” es una película hecha por un fanático del cine para fanáticos del cine. Está tan llena de referencias, tanto a la época dorada de los estudios, como a películas de los 60s y 70s, e incluso a la propia filmografía de Tarantino, que la mayoría de cinéfilos se la pasarán como el Capitán América durante la mayor parte de su duración (“¡entendí esa referencia!”) Llena de cameos (Timothy Olyphant, Dakota Fanning, Bruce Dern, Damian Lewis, Luke Perry (Q.E.P.D.), Lorenza Izzo, Lena Dunham, Michael Madsen, y más…), escenas con diálogos astutos y actuaciones geniales, y con una atmósfera palpable de lo que fueron ese lugar y ese tiempo en específicos, “Había una vez… en Hollywood” es 100% Quentin Tarantino, para bien o para mal. Puede que a veces se vaya por la tangente, pero el filme contiene suficientes momentos brillantes como dejar satisfechos (y sí, un poco exhaustos) a la mayoría de espectadores.

Avance oficial:

70%
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