Guasón 2: Folie à Deux

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“Guasón 2: Folie à Deux” es una secuela que no quiere ser secuela, o mejor dicho, una película que nunca llega a justificar del todo su existencia. Narrativamente hablando es bastante plana, concentrándose en sucesos algo aislados más que en una estructura clásica de trama. Y temáticamente hablando, no parece querer decirnos más que: “el Guasón nunca existió; solo existe Arthur Fleck”. Mientras que la primera película, a pesar de ser una suerte de pastiche influenciado por el cine de Scorsese, contaba a con un norte temático (cínico, deprimente), esta segunda parte se va por las ramas, desmenuzando hasta cierto punto lo que su predecesor hizo para dejarnos con una sensación vacía. Es curioso, pues, lo que Todd Phillips ha hecho acá, y no del todo exitoso.

Porque hay que admitir, a la vez, que al menos no se conformó con entregarnos más de lo mismo. “Guasón 2: Folie à Deux” no es una secuela tradicional en lo absoluto, más interesada en mostraros las consecuencias de lo que sucedió en la primera película —a nivel micro y no tanto macro— que en repetir lo que tuvo éxito la primera vez. Por ende, al inicio parece tenerle cierta reverencia a “Guasón”, pero luego demuestra que no, que lo que sucedió dos años atrás en el universo de las películas fue casi un accidente, una serie de desastres que quizás podrían inspirar a un Guasón verdadero, anárquico y psicótico, pero que para Arthur Fleck no fue más que la conclusión natural de una vida patética y llena de abusos. Es por eso que “Guasón 2: Folie à Deux” no se siente necesaria, si no más bien como una suerte de curiosa coda para un filme que, valgan verdades, funcionaba bastante bien de forma individual.

Al comenzar “Guasón 2: Folie à Deux”, vemos como Arthur (Joaquin Phoenix) tiene una existencia tristísima en el Asilo Arkham —tanto así que casi no lo escuchamos hablar durante la primera media hora de la película. Los guardias, liderados por el agresivo Jackie Sullivan (el gran Brendan Gleeson) se burlan de él constantemente, y casi ni tiene amigos. Su única aliada es su abogada, Maryanne Stewart (Catherine Keener), quien quiere convencer al gobierno de que Arthur tiene problemas mentales y que debería estar en una hospital de verdad, para que así pase por un proceso de juicio que podría terminar por darle la libertad.

Las cosas cambian, sin embargo, cuando un día Arthur pasa cerca de una habitación en la que un grupo de pacientes reciben terapia de música. Es ahí donde conoce a Lee Quinzel (Lady Gaga), una chica aparentemente violenta que se enamora perdidamente de él. Juntos, deciden pelear contra el sistema, haciendo que Arthur, aparentemente, reviva la flama —en la forma del Guasón— que se encendió en la primera película. Pero una vez que su juicio comienza, Lee empieza a tener una fuerte influencia en él, lo cual molesta a sobremanera a Maryanne, y podría terminar por afectar la forma en la que el público, y por supuesto, el jurado, lo percibe.

Ahora bien, la publicidad parece tener miedo de admitirlo, pero hasta cierto punto, “Guasón 2: Folie à Deux” es un musical. No es un musical tradicional, lleno de números con varios extras y coreografías complejas, pero es un musical al fin y al cabo. Eso sí, la mayoría de secuencias musicales se llevan a cabo dentro de la mente del protagonista, y se sienten como una expresión de sus sentimientos y preocupaciones, haciendo uso de acciones que simbolizan algo que ha pasado o pasará en la vida real para Arthur —son representaciones emocionales que no deben ser tomadas literalmente, y por ende, para este crítico, funcionan. Y son tan poco grandilocuentes, tan de bajo perfil en varios casos, que entiendo por qué Phillips y compañía no querían que “Guasón 2: Folie à Deux” fuese calificada como un musical al 100%. Sí, se podría considerar como uno… pero no del todo.

Lo cual, por supuesto, no es fácil de vender. Después de todo, aparentemente mucha gente odia los musicales, entonces si admitían que la película contaba con dichas secuencias, una buena cantidad de público huiría de las salas de cine en masa. Pero a diferencia de lo que algunos espectadores han estado diciendo, la música no es uno de los problemas graves de “Guasón 2: Folie à Deux”. De hecho, disfruté de la mayoría de secuencias de canto y baile —todas de canciones famosas del siglo pasado—, en donde Joaquin Phoenix logra defenderse, y Lady Gaga, lógicamente, brilla gracias a su talento como artista completa. Y nuevamente: el que dichos momentos ayuden a expresar el estado emocional de Arthur ayuda, y además enfatiza la sensación de que, al igual que en la primera película, estamos percibiendo todo desde su punto de vista, sesgado y muy particular.

No, el principal problema de “Guasón 2: Folie à Deux” es que no parece saber qué quiere decir, y lo que intenta decir, lo dice con poca seguridad. El énfasis ya no está tanto en la salud mental de Arthur —aunque claramente es un componente importante de su personaje—, si no más bien en la percepción que la gente —el jurado, los periodistas, el juez, su nuevo interés amoroso, los otros prisioneros, los guardias— tienen de él, y cómo él no está seguro de cómo presentarse. ¿Es él Arthur o el Guasón? ¿O son lo mismo? ¿Cómo se diferencian? ¿Y de quién se ha enamorado Lee, exactamente? El desenlace de todo esto es, pues, ligeramente previsible, pero entiendo por qué a tanta gente le ha molestado —hace que mucho de lo que sucede acá se sienta inútil, como un ejercicio en miserabilismo que poco o nada tiene que ver con el personaje original de los cómics o el universo de Batman.

No obstante, y como se dijo líneas arriba, se aprecia que Phillips no haya tomado la ruta más obvia, por más de que muchas de sus decisiones no hayan pagado sus dividendos. Podría haber explorado las consecuencias de las acciones del Guasón en la primera película a nivel de sus seguidores, o incluso en relación a la familia Wayne (que ya no aparece acá), pero más bien decidió concentrarse —todavía—en Arthur y solo Arthur. El personaje de Lee es importante, sí, pero más como un catalizador, como una nueva influencia en Arthur, que ha llegado para motivarlo, para convertirlo en alguien que podría ser importante. Arthur, sin embargo, no parece estar del todo convencido —se ha enamorado, pero de la idea de ella, de alguien que lo admira por alguna razón, pero no necesariamente de alguien honesto o con la que puede compartir ideas o gustos.

Al igual que en la primera película, Phoenix está muy bien como Arthur/Guasón —retorna al personaje sin mayores problemas, otorgándole los mismos tics y actitudes tan específicas, y utilizando su cuerpo para decirnos que se trata de un hombre roto, del que todo el mundo abusa y que todos usan, y que carga con múltiples traumas que nunca fueron tratados y que trajeron consigo violentas consecuencias. En este caso, Arthur es un personaje algo pasivo, reactivo, pero como siempre, Phoenix ayuda a que sea fascinante de ver. Y como Lee, Gaga está algo desperdiciada, brillando, por supuesto, en las escenas musicales (¿cómo no?) y manejando una sorprendente química con Phoenix, pero su personaje no llega a estar del todo realizado. Es demasiado ambiguo, demasiado basado en las mentiras y engaños, y siempre visto desde la perspectiva del sesgado Arthur. Puede que Lee sea importante para la narrativa, pero la historia le sigue perteneciendo a Arthur y a nadie más.

Al final del día, sin embargo, “Guasón 2: Folie à Deux” no le da a los fanáticos de la primera entrega lo que podrían haber estado esperando, y tampoco es lo suficientemente interesante como para convencer al resto. Temáticamente es demasiado confusa, lidiando en ambigüedades y tratando de desmoronar lo que se logró con la primera película. Y en cierto momento, maneja una estructura repetitiva que llega a cansar, mostrando a Arthur en la corte, para luego mandarlo al asilo —a ser violentado—, ponerlo en un número musical, y de ahí regresar a la corte. Esto sucede unas tres veces, y una vez que la película parece va a terminar, simplemente continua con un par de finales adicionales (siendo el último el más controvertido para quienes ya vieron el filme). No es una experiencia aburrida, necesariamente, pero resulta prácticamente imposible no preguntarse en cierto momento: “ya, pero, ¿por qué?”

Quizás Warner Brothers y DC obligaron a Todd Phillips a hacer la película. Quizás este último tenía demasiadas ideas y no supo como ejecutaras. O quizás, simplemente, no había necesidad de que “Guasón” tuviese una secuela. En todo caso, no odié “Guasón 2: Folie à Deux”; está llena de planos visualmente impresionantes, las actuaciones son todas buenas —y cuenta con figuras secundarias interesantes como Gleeson, Keener, Steve Coogan, Ken Leung y Zazie Beetz— y nuevamente: no es una secuela previsiblemente tradicional. Los momentos musicales no me fastidiaron en lo absoluto, y uno que otro giro narrativo sí logró dejarme en leve shock. Pero nada en “Guasón 2: Folie à Deux” logra superar a lo que se hizo en la primera entrega, más bien haciendo que los eventos de dicha película se sientan decepcionantemente irrelevantes. Phillips ya ha dicho que no planea regresar a este mundo, y luego de ver “Guasón 2: Folie à Deux”, no me sorprende en lo absoluto —con la primera cinta estábamos bien, y con esta secuela, ya no hay a dónde más ir.

Avance oficial:

50%
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