Tuvieron que pasar veinticuatro (¡!) años, pero por fin tenemos una secuela de la original “Gladiador”. Evidentemente, Russell Crowe no ha podido regresar para esta segunda entrega, por lo que la mayor parte del reparto consiste de caras nuevas. No obstante, “Gladiador II” es un filme que lidia con el legado de su predecesora sin tener vergüenza de ello. Es una historia, después de todo, que se centra en el hijo de Maximo Decimus Meridius (Crowe), y que, a través de él, pretende darle continuidad al sueño del fallecido Emperador Marco Aurelio (Richard Harris): convertir a Roma en una ciudad de esperanza y libertad.
Interesante, pues, que una “secuela de legado” esté más interesada en continuar lo que se hizo antes, en vez de simplemente repetir lo que funcionó muy bien la primera vez. Es una buena noticia, ya que eso evita que “Gladiador II” se sienta como más de lo mismo. Lógicamente, conserva el estilo del primer filme (después de todo, Sir Ridley Scott ha retornado en su calidad de director), pero a la vez, se siente como una bestia distinta; incluye diversos momentos de tensión y violencia, pero incluso para más que la primera película, está muy interesada en las maquinaciones políticas de Roma y sus líderes. Esto resulta en un producto final ciertamente interesante, pero que lamentablemente carece del impacto emocional de la primera “Gladiador”.
En pocas palabras, “Gladiador II” es una buena película, pero también un producto inferior a la cinta clásica que tanta gente recuerda.
Al comenzar el filme, vemos como Lucius vive bajo otro nombre en la país africano de Numidia, junto a su guerrera esposa, Arishat (Yuval Gonen). Lamentablemente, las tropas del Imperio romano, bajo el liderazgo del General Marcus Acacius (Pedro Pascal) llegan rápidamente para conquistar y matar, lo que obliga a nuestro protagonista a pelear. Y es en esa batalla que el mismísimo general asesina a su esposa, dejando a Lucius como esclavo del Imperio.
No pasa mucho tiempo, entonces, para que Lucius sea transportado a Roma, donde es comprado por un ambicioso promotor de gladiadores llamado Macrinus (Denzel Washington) para que pelee para él. A cambio, le promete al joven sediento de venganza la cabeza del general. Pero lo que Lucius no sabe es que Acacius está ahora casado con su madre, Lucilla (Connie Nielsen), y que ambos están planeando derrocar el gobierno de los dos Emperadores gemelos, el cruel Geta (Joseph Quinn) y el insano Caracalla (Fred Herchinger). Es así que la historia de venganza de Lucius se va intercalando con los problemas políticos de Roma y las maquinaciones de Acacius y Lucilla, mientras Macrinus va trabajando en las sombras.
Dentro de todo, “Gladiador II” es una película más compleja que se predecesora. Mientras que el primer filme se centraba principalmente en la historia de venganza de Maximus y en el sueño de Roma que estaba siendo gradualmente destruido por el Emperador Commodus (Joaquin Phoenix), como se deben haber dado cuenta, la secuela incluye más líneas argumentales. Ahora, valgan verdades, todas resultan interesantes, lo cual siempre es difícil de lograr, especialmente considerando que, por ejemplo, las escenas protagonizadas por Lucius tienden a ser más emocionantes y violentas. Pero mientras que la primera cinta lidiaba más que nada con blancos y negros, “Gladiador II” se concentra más en los tonos de gris; en personajes que no pueden ser fácilmente clasificados como héroes o como villanos.
De hecho, lo más cercano a villanos que tenemos en el filme son los dos Emperadores, gente claramente enferma que simplemente disfruta del poder y del control que le provee la violencia. Tanto Joseph Quinn como Fred Herchinger están muy bien en estos roles; el primero interpretando a Geta como un autócrata sediento de sangre, y el segundo a Caracalla como un niño inmaduro, que claramente no debería estar en una posición de poder. El resto de personajes, sin embargo, tienden a ser un poco más complejos y humanos, lo cual convierte a “Gladiador II” en una experiencia un poco menos “directa” que su predecesora.
Acacius, por ejemplo, parece ser un clásico antagonista militar al inicio de la película, pero poco a poco demuestra ser alguien más interesante: un hombre dedicado a la guerra que, sin embargo, se ha cansado de la violencia, y quiere que Roma regrese a su gloria de años pasados. O también está el Macrinus de Denzel Washington, alguien que viene de muy abajo y que, en una suerte de búsqueda de venganza, se ha convertido en un hombre increíblemente ambicioso; en alguien que sabe cómo manipular a la gente y decirle lo que quiere escuchar. E incluso tenemos al mismísimo Lucius de Paul Mescal; un chico que ha sufrido y perdido tanto, que ahora vive casi entumecido, pensando en retribución, pero sin demostrar mucho sus sentimientos.
De todos estos, quienes resaltan más son Pascal y Washington. El primero interpreta a Acacius como alguien dubitativo; un hombre que no carece de honor, pero que ha sido prácticamente obligado a matar y conquistar a lo largo de los años. El segundo se roba cada escena que protagoniza, claramente pasándola bien a la hora de interpretar a un tipo increíblemente carismático, lleno de ideas y ambiciones. Y aunque agradezco que tanto Connie Nielsen como Sir Derek Jacobi hayan regresado de la primera película, no llegan a destacar tanto como Pascal o Washington. La primera da una actuación francamente irregular, y lo del segundo no se podría considerar como más que un cameo (aunque siempre da gusto ver en el cine a un actor de la talla del legendario Jacobi).
Y por supuesto, no me olvido de Paul Mescal. Compararlo con Russell Crowe no es justo —estoy consciente de eso—, pero considerando que “Gladiador II” lidia con el legado de Maximus y la forma en que Lucius trata de honrar a su padre a través de sus acciones, es inevitable. Y aunque Mescal es un gran actor (solo basta con verlo en “Normal People” o “Aftersun”), su Lucius no es el personaje más interesante del mundo. Curiosamente, no creo que esto sea culpa de Mescal; Lucius está escrito como alguien flemático, que no reacciona mucho a lo que sucede, y que muy gradualmente va encontrando su lugar en el mundo. Washington es tan entretenido como Macrinus, además, y Pascal tan sutil como Acacius, que lamentablemente el Lucius de Mescal termina siendo el protagonista menos interesante de la película. No está MAL, pero… bueno, tampoco llega a estar al nivel de Maximus.
Ahora bien, al igual que la primera cinta, “Gladiador II” no pretende ser un documento históricamente preciso. Por ende, vale la pena ignorar detalles como personajes leyendo periódicos (¡!), o gladiadores montando rinocerontes (¡¡!!). Mejor concentrarse en lo entretenido y visualmente espectacular, como la recreación de la antigua Roma que nos ofrece (incluso más impresionante que la de la primera entrega), las batallas navales (tanto las “reales” en el mar, como las recreaciones en un coliseo inundado), y por supuesto, las diferentes peleas entre Lucius y diversos antagonistas. Especialmente considerando que el director Ridley Scott tiene 83 años, “Gladiador II” es un filme enérgico, de grandes ambiciones visuales, y que a pesar de durar casi dos horas y media, nunca llega a sentirse tedioso o repetitivo.
Para sorpresa de nadie, pues, “Gladiador II” no llega a estar al mismo nivel que su predecesora. Lograr eso era una tarea poco envidiable, casi imposible. No obstante, Scott ha hecho todo lo que ha podido para, al menos, desarrollar una secuela digna de aquel clásico de los años 2000, muy interesada en continuar el legado de Maximus Decimus Meridius. Las secuencias de batalla son espectaculares, la recreación de la Roma antigua es impresionante, y tanto Denzel Washington como Pedro Pascal brillan en sus respectivos roles. “Gladiador II” es un drama histórico violento y enérgico, que debería satisfacer tanto a los fanáticos de la primera cinta, como a aquellos que estén buscando una experiencia un poquito más “a la antigua” en el cine. No es de lo mejor que Scott ha hecho, pero ciertamente está muy lejos de ser de lo peor.
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