Ghostbusters: El Legado
Luego del fallido reboot de “Los cazafantasmas” que se estrenó en el 2016, la franquicia parecía haber estado dormitando. Hasta aquel momento, ninguna de las dos secuelas había logrado superar —o siquiera igualar— a la clásica primera entrega, y aunque la tercera parte no carecía de méritos —buen guion o mal guion, Kate McKinnon es una de las comediantes contemporáneas más graciosas que haya visto—, no había sido lo suficientemente bien recibida como para que aquella nueva continuidad merezca ser expandida. De hecho, los fanáticos más tóxicos se habían hecho escuchar a través de las redes sociales, convirtiendo, por ejemplo, al trailer del reboot en uno de los más “dislikeados” de la historia de YouTube. La película no era genial, pero tampoco era para tanto.
No obstante, el fracaso de “Los cazafantasmas” del 2016 le permitió a Sony explorar otra posibilidad: la de continuar la franquicia con una secuela directa de los films originales de Ivan Reitman. Es así que, luego de varios atrasos y de pasar por una pandemia mundial que, espero, esté cerca a acabarse, por fin se estrenará “Ghostbusters: El legado” en los cines. Lo que tenemos acá, pues, es una verdadera tercera parte para la franquicia, una historia que continua 30 años después de la primera, homenajeando a los personajes originales, explorando lo que sucedió con ellos —y con la familia de uno en particular— estos últimos años, y reviviendo a los fantasmas y demonios que podrían traer consigo el apocalipsis.
Como se deben imaginar, es una experiencia increíblemente nostálgica, especialmente —o quizás solo— para aquellos que sean fanáticos acérrimos de la cinta original. De hecho, el tono de “Ghostbusters: El legado” se torna por momentos demasiado reverencial, tratando a la primera película en particular como una suerte de evento épico y súper importante, cuando en realidad, siendo igual un clásico, era más que cada una comedia disparatada y relativamente ligera. Pero fuera de algunos momentos de fanservice gratuito, “Ghostbusters: El legado” termina construyendo su propio legado (heh), manejando un tono que me recordó bastante a los filmes ochenteros de Amblin protagonizados por niños, y tratando de expandir lo introducido anteriormente, en vez de simplemente regurgitarlo.
En pocas palabras: Sí, es nostálgico. Sí, es un poco muy serio por momentos. Pero en términos generales, funciona, y termina siendo bastante entretenido.
“Ghostbusters: El legado” tiene como protagonista a Phoebe (Mckenna Grace), una chica de 12 años que se muda junto a su hermano mayor, Trevor (Finn Wolfhard) y su mamá, Callie (Carrie Coon) a un pequeño pueblo en Oregon, luego de que su abuelo muriese y les dejase una granja vieja y llena de chucherías. Pero es precisamente ahí donde Phoebe descubre que su abuelo fue uno de los Cazafantasmas, y que el pueblo está a punto de ser el epicentro del fin del mundo. Con la ayuda de su hermano, su nuevo amigo, Podcast (Logan Kim) y incluso de unos cameos que seguramente estaban esperando, nuestra protagonista tendrá que salvar al mundo, y por supuesto, convertirse en una nueva Cazafantasmas.
Decir más sobre la trama implicaría incluir spoilers, lo cual no pienso hacer, ya que creo que vale la pena ver “Ghostbusters: El legado” sin saber mucho sobre sus giros narrativos. Se trata, pues, de un filme que incluye incontables referencias a la primera película, y que se anima a incluir ciertas sorpresas durante el tercer acto que, sin lugar a dudas, pondrán contento a más de un fanático ochentero de la franquicia. Podría considerarse como algo gratuito, pero a la vez, hay que admitir que la película trata mejor a sus predecesores que el reboot del 2016, incluyendo cameos más satisfactorios, y concluyendo la historia de los Cazafantasmas originales de manera respetuosa y hasta emotiva.
En ese sentido, “Ghostbusters: El legado” se siente un poco como “Star Wars Episodio VII: El despertar de la Fuerza”: una secuela que incluye algunos elementos similares a los de su predecesor, pero que tiene a una nueva generación de personajes como protagonistas, relegando a los originales a roles bastante más pequeños. Lo bueno, en todo caso, es que a diferencia de la cinta de JJ Abrams, ni la trama ni el tono de “Ghostbusters: El legado” buscan imitar a lo que la primera película hizo. La nostalgia está en las referencias y en las conexiones narrativas con el filme original; el escenario en el que se lleva a cabo la historia, así como los nuevos personajes y sus relaciones se sienten, felizmente, bastante frescos.
McKenna Grace me gustó mucho como Phoebe, por ejemplo. Se trata de una chica sumamente inteligente, a quien le cuesta entablar relaciones amicales con otras personas, prefiriendo el trabajo y la ciencia por sobre las interacciones humanas. Mientras el espectador la va conociendo más, más evidentes se hacen las similitudes entre ella y su abuelo. Paul Rudd, por otro lado, brilla como siempre, interpretando a Mr. Grooberson, el profesor de ciencias del colegio local; lo malo es que tiene un rol más pequeño del que me hubiera gustado. Carrie Coon destaca como la madre de Phoebe y Trevor, una mujer que siempre se sintió abandonada por su padre, y Finn Wolfhard hace un buen trabajo como un adolescente que tiene que comenzar desde cero en un nuevo hogar, encontrando nuevas amistades y, con algo de suerte, un poco de amor. Y como se mencionó líneas arriba, “Ghostbusters: El legado” cuenta con algunos cameos, varios de ellos previsibles —y satisfactorios— y otros bastante más sorprendentes.
Jason —hijo de Ivan— Reitman dirige la película con aplomo, comenzando de manera relativamente pausada, estableciendo a los protagonistas y sus relaciones con calma, desarrollando una atmósfera palpable en el pueblo al que se mudan; pequeño, pintoresco y algo retro (consideren el restaurante en el que termina trabajando Trevor, con meseros y meseras en patines y todo; ¡me hizo recordar a “American Graffiti”!). Cuando por fin llegan los fantasmas, sin embargo, demuestra tener buen ojo para la acción y el espectáculo, mezclando efectos digitales con animatrónicos (¡sí, animatrónicos!) y escenarios reales, otorgándole una sensación algo old-school a la cinta. Algo similar se puede decir de la excelente banda sonora de Rob Simonsen: me recordó mucho al trabajo de John Williams en los ochentas, haciendo un buen uso de leitmotifs para contribuir al tono retro de la película, bien al estilo de Amblin.
“Ghostbusters: El legado” es una continuación satisfactoria para la franquicia, que se aprovecha de la ferviente nostalgia que todavía se siente por años 80s para desarrollar una historia entretenida y visualmente agradable. Los nuevos personajes son entrañables —aunque tener un chico que se llame “Podcast” suena a boomers tratando de apelar a los de la Generación Z, fallando en el intento—, los efectos visuales son de buena calidad, y la historia mezcla lo nostálgico con lo cómico y lo emocionante. A diferencia del reboot, no es una comedia estilo Saturday Night Live, con tres mil chistes aleatorios por minuto; es algo un poco más sutil y menos estrafalario, pero a mi parecer, que funciona mejor para esta franquicia. No será la mejor secuela de la historia —ni la más original ni la más emotiva—, pero “Ghostbusters: El legado” cumple con lo prometido, homenajeando a la entrega original, y dejando abierta la posibilidad para más secuelas. Y esta vez, sí me animaría a ver más.
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