Gato con Botas: el último deseo

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Han pasado ya varios años desde que salió la última película de “Gato con Botas” —y varios años, también, desde que pudimos ver a Shrek, Burro y Fiona en la pantalla grande. Pero parece que la gente de Dreamworks Animation quiere traer a este mundo de vuelta de manera mucho más estilizada y colorida, y “Gato con Botas: el último deseo” es el primer intento de ello. Lo que tenemos acá es una secuela muy distinta a su predecesora a nivel visual, pero que termina funcionando precisamente por lo atractiva que termina siendo, inyectándole algo de frescura y energía a la franquicia. Honestamente, no esperaba demasiado de “Gato con Botas: el último deseo”, y sin embargo terminó sorprendiéndome gratamente.

Lógicamente, el protagonista de la película es el Gato con Botas (voz de Antonio Banderas), un aventurero y criminal que la pasa de lo lindo viajando por toda España. Son esas aventuras, sin embargo, las que traen consigo consecuencias previamente inimaginables. Como todo buen felino, el Gato con Botas cuenta con nueve vidas… y ya ha gastado ocho de ellas. Es por eso que decide ir en busca del Último Deseo, con la esperanza de recuperar sus vidas pasadas, y poder seguir viviendo despreocupadamente. Para ello, contará con la ayuda de Kitty Softpaws (Salma Hayek), otra gata aventurera, y de un perrito llamado… Perrito (Harvey Guillén).

Pero no estarán solos. Hay otros personajes que les seguirán el rastro, también interesados en el deseo: están Ricitos de Oro (la gran Florence Pugh) y los tres osos (Ray Winstone, Olivia Colman y Samson Kayo), y Jack Horner (John Mulaney), quien cuenta con una bolsa mágica de la que puede sacar prácticamente todo. Y por si eso no fuera poco, el Gato con Botas también está siendo perseguido por la mismísima Muerte (Wagner Moura), quien se muere (ja) por llevárselo consigo de una vez por todas.

La historia en “Gato con Botas: el último deseo” no es nada del otro mundo, pero al menos sirve como excusa para desarrollar algunos temas inesperadamente oscuros y hasta sorprendentes. Me gustó mucho, por ejemplo, que la película tenga bastante qué decir sobre la muerte —y sobre cómo nuestras vidas se hacen más valiosas, precisamente, porque sabemos que moriremos eventualmente. Y también transmite mensajes relacionados a las cosas a las que le damos importancia en nuestras vidas —y cómo a veces nos empecinamos tanto en encontrar algo, que nos perdemos de lo que verdaderamente nos hace feliz. Son temas, pues, algo densos —especialmente para estándares de una película animada—, que felizmente son presentados con aplomo en “Gato con Botas: el último deseo”.

Porque realmente resulta refrescante ver una película animada americana mainstream que no tiene miedo de hablar sobre la muerte. Es un tema que puede resultar tabú para ciertos adultos, a la hora de conversar con los niños, pero que es tratado con total naturalidad acá. Quizás no es un tratamiento temático tan complejo y emotivo como el que pueden ver en “Pinocho de Guillermo del Toro”, pero inesperadamente, ambas películas —salvando las distancias— parecen tener ideas similares. Evidentemente lo que tenemos acá es una experiencia más ligera y sencilla, pero no por eso menos interesada en decir ALGO con la narrativa. Nada mal, considerando que se trata de la secuela de un spin-off de “Shrek”.

Por otro lado, “Gato con Botas: el último deseo” también resalta, como se dio a entender líneas arriba, gracias a su estilo visual, Inspirándose en filmes animados como “Spider-man: un nuevo universo”, o “Los chicos malos”, del mismísimo Dreamworks, “Gato con Botas: el último deseo” hace uso de elementos en 2D y en 3D, líneas de movimiento claras, color y hasta framerates variables, para desarrollar un estilo muy llamativo, que por momentos le permite a la película sentirse casi como un cómic en movimiento. Es todo muy llamativo, especialmente durante las secuencias de acción, energéticas y muy divertidas. Puede que esta segunda parte luzca muy distinta a la primera, pero el cambio definitivamente se ha hecho para bien. De hecho, me encantaría ver una película de “Shrek” con este estilo visual. ¡Habrá que esperar!

Las actuaciones de voz en general ayudan a otorgarle mucha personalidad a los protagonistas de “Gato con Botas: el último deseo”. Como siempre, Antonio Banderas está genial como el protagonista del título —arrogante, enérgico, y más solitario de lo que él cree. Como Kitty, Salma Hayek logra presentarnos a una buena contraparte para el Gato. Harvey Guillén está muy divertido como Perrito —y felizmente nunca se torna desesperante—, y Florence Pugh (y su gran voz rasposa), Ray Winstone, Olivia Colman y Samson Kayo interpretan a Ricitos y los Osos, respectivamente, de la manera más británica posible. Finalmente, John Mulaney no está mal como Jack Horner —aunque luego de haberlo escuchado en “Spider-man: un nuevo universo” (como Spider-Ham) Y en “Chip y Dale al Rescate” (como una de las ardillas del título), su presencia puede llegar a distraer un poco.

Francamente, no me esperaba que “Gato con Botas: el último deseo” estuviese así de bien. Considerando lo popular que es, todavía, la franquicia de “Shrek”, la gente de Dreamworks no tendría por qué haberse esforzado tanto con esta secuela… y sin embargo lo hicieron. Sí, el guion es algo previsible, pero disfruté de los temas presentados por la historia, y por supuesto, del estilo visual, lleno de colores fuertes, constante movimiento, y mucha expresividad. Puede que “Gato con Botas: el último deseo” termine convirtiéndose en la gran sorpresa del cine para este fin de año; el boca a boca (¿u hocico a hocico?) debería ser lo suficientemente potente, como pata atraer a varias familias a las salas de cine.

Avance oficial:

80%
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