Exorcismo en el Vaticano
El título original de Exorcismo en el Vaticano es The Vatican Tapes (traducción literal: Las Cintas del Vaticano.) He ahí un título que, a pesar de no ser particularmente emocionante, al menos es coherente con el contenido de la película, sin llegar a malograrnos ninguna sorpresa.
El problema con el título Exorcismo en el Vaticano es que, aunque hay un exorcismo en la película, éste no se da en el Vaticano. Si eso no es publicidad engañosa…
Pero a final de cuentas, esto no importa. Independientemente de su título, el filme es un desastre. Uno va al cine a ver terror para asustarse (uno pensaría que esto es obvio, pero uno estaría equivocado), yExorcismo en el Vaticano no me asustó ni por un segundo. El tono es suficientemente lúgubre, supongo, y por partes me pareció perturbadora. ¿Pero aterradora? Nah. ¿Tonta, caótica, predecible, aburrida, insultante? Eso sí.
La trama no es nada del otro mundo. Si han visto alguna otra película de exorcismos antes, entonces sabrán exactamente lo que esta cinta tiene para ofrecer. La protagonista es Angela (Olivia Taylor Dudley), una hermosa adolescente (¿no lo son siempre?) que de pronto es poseída por un demonio (o quizás EL demonio.) Al principio, su padre, Roger (Dougray Scott) y su novio, Pete (John Patrick Amedori) creen que tiene un problema psiquiátrico, por lo que termina en un hospital y luego en un centro psiquiátrico, pero como deben estar imaginándose, ese no es el caso. Ese jamás es el caso. Lo malo es que los personajes (y la película) no parecen saberlo, por lo que las escenas en el hospital y en el centro duran demasiado.
Eventualmente, el padre Lozano (un desperdiciado Michael Peña), quien ha estado siguiendo el caso, le recomienda a Roger al cardenal Brunn (Peter Andersson) para que realice un exorcismo. Para ese momento, después de que Angela logró que un policía se suicide e hipnotizó a un grupo de pacientes en el centro, a Roger no le quedan muchas opciones. Uno creería, también, que para ese momento estaríamos recién a mitad de película, pero lamentablemente la escena del exorcismo es el clímax. Me abstendré de hacer metáforas sexuales.
Ah, y si le dieron una revisada al reparto de la película antes de leer esta crítica, se habrán dado cuenta que el gran Djimon Hounsou interpreta a un vicario. Si mencioné antes que Michael Peña está desperdiciado, entonces Hounsou probablemente aparece porque le debía un favor al director, Mark Neveldine. No me sorprendería si en los Detrás de Cámaras, muestran al actor grabando todas sus escenas en su casa frente a una pantalla verde puesta en su cocina.
Muchas veces me he quejado de películas que recurren a ruidos fuertes o los típicos ¡BUUS! para asustar. Nada como hacer que un personaje o un demonio o un zombie aparezca de la nada para generar una reacción fuerte en el público. Exorcismo en el Vaticano ni siquiera hace eso. Decir que los primeros cuarenta minutos de metraje carecen de sustos sería muy amable; los primeros cuarenta minutos no tienen absolutamente nada de interés, mostrándonos el tedioso proceso de “demonización” de Angela. Aparentemente el Diablo es muy paciente, ya que espera a que la lleven a un hospital, luego a un centro psiquiátrico, y luego a su casa para por fin revelarse y hacer de las suyas. Nunca dicen exactamente cuánto tiempo se supone que ha pasado, pero parece (y se siente) como varios meses.
Olivia Taylor Dudley no hace un mal trabajo, supongo. Es creíble como una adolescente común y corriente, y no pasa vergüenza interpretando a una chica poseída por el Demonio. Todo lo que tiene que hacer es gritar y sufrir y hablar en Latín, y no falla en el intento. Como el Padre Lozano, Michael Peña se ve increíblemente aburrido; es como si hubiese gastado todas sus energías interpretando a Luis en Ant-man, y hubiese ido al rodaje de Exorcismo… con tres tazas de café encima. Dougray Scott, interpretando al padre de Angela, es un estereotipo andante, y Hounson probablemente no quiera incluir está película en su CV.
Lo curioso de Exorcismo… es que agarra una premisa con potencial y no hace absolutamente nada con ella. Las tomas de cámaras de seguridad (de ahí viene el título original de la cinta) no tienen propósito absoluto, la trama se concentra demasiado en el antes del exorcismo y muy poco en el después, y decir que el final es abrupto y decepcionante y tonto… bueno, sería preciso, de hecho. Más que algo lógico y natural, la conclusión de la película parece un gancho para una secuela que jamás se llevará a cabo, como si a la producción se le hubiese acabado el presupuesto; como si se hubiesen dado cuenta que mostrar la parte más interesante de la trama sería simplemente demasiado caro.
¿Quieren ver una buena película de exorcismos? Lo lógico sería recomendarles El Exorcista, un clásico que nunca pasará de moda, pero incluso películas como El Conjuro tienen buenas escenas de exorcismo sin necesariamente ser el foco de la historia. El problema con Exorcismo en el Vaticano es que se concentra en dicho acto sin tener absolutamente nada nuevo que presentar y que, a pesar de la caótica dirección de Neveldine, carece de energía y emoción y sustos. No recomendaría la cinta ni para verla en Netflix; tendrá una dirección de fotografía decente y un par de imágenes interesantes, pero como experiencia, hubiese preferido pararme afuera del cine y admirar el tráfico Miraflorino.
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