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Qué hacer cuando no tienes una voz. Cuando tu opinión no importa. Cuando eres abusada por años sin que nadie se entere, o se atreva a hacer algo al respecto. Estas son algunas de las cuestiones que “Ellas hablan” nos presenta, a través de una historia que se lleva a cabo en el año 2010, pero que involucra a personajes que muy bien podrían estar viviendo en el siglo 18. Dirigida y escrita por la maestra Sarah Polley, y basada en el libro de Miriam Toews del mismo nombre, “Ellas hablan” (“Women Talking”, en inglés) es un potente drama que muy bien podría haberse sentido como “teatro filmado”, pero que felizmente logra trascender la gran cantidad de diálogo con la que cuenta su guión. No es un filme solo de ideas, pues, si no también de personajes muy bien definidos que deberían hacerles sentir algo.
Las protagonistas de “Ellas hablan” viven en una comunidad menonita —extremadamente religiosa, y aparentemente alejada de toda tecnología moderna. El filme comienza cuando las mujeres de la comunidad descubren que varios de los hombres que viven con ellas han estado abusando sexualmente de ellas por años —drogándolas mientras dormían para luego violarlas. Cuando uno de ellos fue, por fin, agarrado mientras escapaba de su casa, confesó sus crímenes y, más importante, reveló los nombres de quienes hacían lo mismo. Fue así que fueron llevados a la cárcel, pero es por eso también que la mayoría de hombres supuestamente inocentes se han ido a la ciudad, listos para pagar la fianza necesaria para que salgan en libertad.
Eso ha dejado solas a las mujeres, muchas de las cuales se encuentran ahora en un debate: ¿qué hacer? Tenemos a Ona (Rooney Mara), quien está a punto de dar a luz un hijo producto de una violación. También está Salome (Claire Foy), quien tiene una hija de cuatro años que sufre de una enfermedad de transmisión sexual, se quiere quedar para pelear y deshacerse de estos horribles hombres. Y Mariche (Jessie Buckley), abusada constantemente por su marido, reacciona con una ira que viene de un lugar muy profundo. Todas ellas están acompañadas de mujeres mayores y menores, y también de August (Ben Whishaw), un hombre callado, educado y amable, quien las está ayudando a anotar todo lo que se está discutiendo. Después de todo, ninguna de ellas sabe leer o escribir.
Los temas centrales de “Ellas hablan” son tratados con la sutileza de una taladradora, pero se entiende. Lo que tenemos acá es un grupo de mujeres que debe discutir su presente situación; después de todo, la decisión que vayan a tomar terminará por moldear tanto su futuro, como el de sus hijas e hijos. Es así que terminan hablando no solamente de religión —al inicio, a muchas de ellas les preocupa que, sin deciden abandonar la comunidad, no serán aceptadas en el Cielo—, si no también de su rol en la pequeña sociedad a la que pertenecen, sus derechos, la educación que no han recibido, el perdón, y la independencia que podrían lograr. ¿Qué tanto les han quitado estos hombres? ¿Qué tanto se podrían llevar con ellas si deciden irse? ¿Y podrían formar una nueva comunidad, más justa y equitativa, si es que deciden abandonar su hogar?
Todas estas ideas podrían terminar por opacar a los personajes en “Ellas hablan”, pero es ahí donde radica lo brillante del guion de Sarah Polley: todas estas discusiones y debates surgen de los contrastes de personalidad que existen entre estas mujeres. Cada una está tan bien definida, que los intercambios de opiniones se terminan sintiendo como parte natural de la historia, de sus interacciones. Consideren, si no, a la Mariche de Jessie Buckley, incapaz de contener su ira, siempre dispuesta a culpar a las demás y silenciarlas con sus propias opiniones (sus actitudes son muy bien justificadas con una revelación potente). O a la Ona de Rooney Mara, una mujer gentil y de pensamientos profundos, que además intercambia constantes miradas con el August de Ben Whishaw, un joven que no parece ni saber lo que es la masculinidad tóxica.
Son personajes fascinantes de ver y, más importante, escuchar, lo cual hace que la película nunca aburra, y más bien se mueva a un ritmo pausado pero jamás letárgico. Resulta interesante, además, ser testigo de las diferentes reacciones a esta situación; al haber sido criadas en este ambiente, que toda la vida ha favorecido a los hombres, que ha permitido que estas violaciones se lleven a cabo, a muchas les cuesta procesar el cambio por el que están a punto de pasar. Y la religión a la que pertenecen también entra a tallar: los hombres han cometido actos imperdonables, pero se supone que ellas deben siempre perdonar a los demás. ¿Serán capaces? ¿Estaría justificado? ¿O será que su Dios, omnipresente y todopoderoso, hará una excepción en este caso?
“Ellas hablan” maneja una estética muy específica. Desaturando casi todos los colores, y haciendo que la mayoría de planos se parezcan a viejas fotografías en sepia, Polley y su equipo parecen estar diciéndonos que todo esto se lleva a cabo en un lugar que se ha quedado en el pasado. Nuevamente; la historia se desarrolla en el año 2010, pero se siente como algo mucho más antiguo, más quedado en el tiempo; el único indicio de modernidad es una camioneta que pasa cerca a la comunidad, tomando un censo local. El montaje y la dirección de Polley, por otra parte, ayudan a manejar a una gran cantidad de personajes sin mayores problemas, situando a estas mujeres en escena sin que uno se pierda y sin que los encuadres resulten confusos o se vean demasiado llenos. “Ellas hablan” se enfoca en los rostros de las mujeres; en las emociones que, uno se imagina, no pueden expresar cuando están frente a los hombres.
Sí, se puede argumentar que, por momentos, “Ellas hablan” se siente más como una serie de discursos o debates, que como una narrativa cohesiva. Pero son eso, precisamente: pequeños momentos, que no terminan por arruinar la experiencia de ver la película. De hecho, lo que tenemos acá es una experiencia emocionalmente potente, que nos pone en los zapatos de estas mujeres, definiéndolas como seres humanos que han sido callados por demasiado tiempo; oprimidas por hombres que las consideraban como objetos que estaban a su lado para ser abusados. Claramente, “Ellas hablan” no es una película tradicionalmente entretenida, pero gracias a los importantes mensajes que logra transmitir, sus excelentes actuaciones, y la conexión emocional que entabla con el espectador, se termina convirtiendo en una de las experiencias más poderosas que pueda tener uno frente a una pantalla este año.
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