El regreso de Mary Poppins

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Nada más arriesgado que estrenar la secuela de un clásico de Disney, luego de 54 años, y con una nueva protagonista, pero eso es precisamente lo que han hecho Rob Marshall y su equipo con “El regreso de Mary Poppins”. Reemplazando (entendiblemente) a Julie Andrews con Emily Blunt, y desarrollando una nueva historia que utiliza distintos elementos de las historias creadas originalmente por P.L. Travers, la cinta tenía el potencial de alienar tanto a los fanáticos y fanáticas de la película original, como a los consumidores más jóvenes, quienes supieran poco o nada sobre Mary Poppins. Después de todo, un musical a la antigua, sin explosiones ni violencia ni superhéroes ni escenas de acción, no suele recaudar grandes sumas de dinero hoy en día.

Pero Marshall no se preocupó demasiado por nada de esto, aparentemente, y el resultado es un producto final inesperadamente encantador. “El regreso de Mary Poppins” tiene una doble identidad: por un lado, es un divertido homenaje a la primera cinta, utilizando la misma estructura y hasta los mismos conceptos básicos para desarrollar algo que le sea familiar a los fanáticos del clásico de Andrews. Y por otro lado, es una secuela que expande el universo de Poppins, hace creer a (algunos) de los protagonistas que vimos en el filme anterior, y nos entrega una excelente interpretación del personaje del título por parte de Emily Blunt. No es una copia, pero tampoco es demasiado diferente al filme original; y creo que eso es todo lo que hubiéramos podido esperar de una nueva aventura protagonizada por Mary Poppins.

Al igual que en la primera película, la trama no es más que una excusa para insertar a Mary y al resto de personajes en distintas secuencias musicales —esto no es algo malo, considerando que la música y el baile deberían ser el foco de un musical. “El regreso de Mary Poppins” se lleva a cabo en 1935; veinticinco años después de la primera película, y durante la Gran Depresión. Los niños Banks ya son adultos —Michael (Ben Whishaw) acaba de perder a su esposa, de hecho, y ahora vive con su hermana, Jane (Emily Mortimer) y sus tres hijos. Todo parece andar bien, hasta que se enteran que Michael está endeudado con el banco; a menos que encuentren un certificado que demuestre que el padre de Michael tenía acciones en el banco, las cuales le permitirían al hijo pagar la deuda, perderán la casa.

Es a esta situación a la que llega Mary Poppins (Blunt), tanto para ayudar a los Banks a no perder la casa, como a cuidar a los tres chicos, ahora sin madre. Para ello, recibirá la ayuda de Jack (el gran Lin-Manuel Miranda), un leerie (encargado de prender los faroles de la ciudad de Londres), quien la acompañará a ella y a los niños durante varios números musicales, incluyendo uno que los llevará a un mundo animado (al igual que en la primera cinta). Sin embargo, no todo será color rosa. Esta vez, tenemos a un villano llamado William Weatherall Wilkins (Colin Firth), el nuevo dueño del banco, quien tratará de asegurarse de que los Banks sean incapaces de pagar su deuda.

“El regreso de Mary Poppins” es un musical a la antigua, haciendo uso de canciones clásicamente orquestadas para ir de acuerdo al tono de la cinta original. Puede que ninguna de las nuevas tonadas sean igual de memorables que las de la película original, pero son suficientemente alegres, y están cantadas y bailadas con suficiente energía, como para que uno termine divirtiéndose y moviéndose en su asiento. De hecho, lo mejor de “El regreso de Mary Poppins” es que maneja un tono de constante admiración y felicidad, y que uno termina siendo contagiado por esta magia. Hace tiempo que no salía tan… bueno, alegre de una sala de cine, pero eso es precisamente lo que me pasó luego de ver “El regreso de Mary Poppins”.

Si tuviese que elegir un número musical favorito, tendría que ser Trip a Little light Fantastic, escena en la que Lin-Manuel Miranda se luce. De hecho, me sorprendió el que su personaje tuviese un rol tan importante en la trama —es algo así como el equivalente al Bert de Dick Van Dyke en “Mary Poppins”, pero con un mejor acento (aunque no lo crean) y mejor voz. Dicha secuencia musical aprovecha al máximo los talentos de Miranda, combina de manera efectiva su voz con la de Blunt —quien no canta nada mal, dicho sea de paso—, y culmina con una coreografía simplemente magnífica, la cual incluye bicicletas haciendo trucos estilo BMX (!) y maniobras con antorchas. Impresionante.

Felizmente, no se trata del único número musical. De hecho, la cantidad de música y danza en la película es impresionante —tenemos desde una escena musical en el fondo del mar (con efectos digitales bastante decentes), hasta una escena climática en el aire (realmente mágica), y al igual que en la cinta original, una secuencia que mezcla actores de carne y hueso con animación en 2D. Es impresionante la manera en que los efectos visuales han mejorado estos últimos años —hace tiempo que no veía una película que mezclase animación en 2D con actores reales (porque ahora todo se hace con animación 3D), pero “El regreso de Mary Poppins” lo hace de manera simplemente magnífica. Y lo mejor es que se siente como una evolución natural de la escena equivalente en la primera “Mary Poppins”, más pulida y compleja.

Emily Blunt convierte a esta Mary Poppins es un personaje propio. Sí, adopta un poco del acento de Andrews, pero según tengo entendido, su versión es más similar al personaje de las historias de Travers —un poco más impaciente, con ciertos tonos de gris que la convierten en alguien un poco más interesante. Lin-Manuel tiene un trabajo menos complicado, ya que no interpreta a un personaje clásico creado por otro actor. No obstante, su Jack es de lo mejor que tiene “El regreso de Mary Poppins” pare ofrecer. El carisma de Miranda se hace notar, y brilla durante las secuencias musicales, convirtiendo al personaje es una mejora de lo que Dick Van Dyke hizo hace 54 años (fanáticos de la cinta original y/o de Van Dyke: no me linchen, por favor). Ben Whishaw y Emily Mortimer tienen roles importantes como la familia Banks, Colin Firth es suficientemente detestable como el villano de turno, y Van Dyke (así como una actriz de su generación que mejor no menciono) tiene un cameo impresionantemente enérgico.

“El regreso de Mary Poppins” nunca llega a estar al nivel de su predecesora, pero eso era de esperarse. En todo caso, habrá que esperar unos años para ver si esta secuela se convierte en un clásico (aunque sea de culto), o si siempre será opacada por la cinta original. En fin, lo que sí puedo manifestar es que disfruté inmensamente de la película; tiene excelentes números musicales, está impecablemente actuada, y en general, logra mantener el mismo tono de alegría, esperanza y gozo de la primera “Mary Poppins”. Sí, tiene la misma estructura que la cinta de hace 54 años, y sí, la escena con Meryl Streep se siente como relleno (¿la nominarán al Oscar por este rol?), pero fuera de eso, no hay mucho de lo que me pueda quejar. Hay ser bien cínico para odiar algo tan divertido e inocente como “El regreso de Mary Poppins”. Puede que sea un intento angurriento por parte de Disney para revivir una de sus franquicias más antiguas, pero al menos se nota que se esforzaron bastante para entregarnos un producto respetuoso y apasionado.

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