El Mudo: humor negro y realismo incómodo
El Mudo, de los hermanos Vega, era una de las películas peruanas que más estaba anticipando este 2014. Me llamaba la atención su historia, sus actores (ninguno particularmente “marketeable” o famoso), la calidad visual de la producción (o al menos lo que podía ver en trailer) y el humor aparentemente negro que manejaba. Y aunque no me pareció necesariamente una gran cinta, sí me dejó bastante satisfecho.
La trama no es particularmente complicada, pero a la vez logra mantenerlo a uno interesado durante la duración entera de la película. Constantino Zegarra (Fernando Bacilio) un juez en Lima, es herido de un balazo mientras maneja saliendo del Palacio de Justicia una noche en el Centro de Lima. Dicha herida en el cuello lo deja sin poder hablar con las cuerdas vocales, por lo que poco a poco tendrá que aprender a hablar de otra manera. Sin embargo, hasta que lo haga estará mudo. Esto no parece preocuparle demasiado ni a su fría esposa Otilia (Norka Ramírez), quien trabaja todas las noches, ni a su hija Sheryl (Lidia Rodríguez), una colegiala que está comenzando a salir con un chico a pesar de las protestas de su padre. Pero Constatino no se cansará hasta averiguar exactamente quién trató de asesinarlo y por qué. ¿El único problema? Siendo un juez severo, tiene mucha gente que lo odia y que quisiera verlo muerto.
Comencemos con el apartado visual. En lo que se refiere a la fotografía y la dirección general de la película, no tengo queja alguna. El “look” del filme es limpio, profesional, bien cuidado y efectivo, sin resultar demasiado “plástico” como lo que se ve en producciones de Tondero como Asu Mare o A los 40. Se trata de una apariencia hasta cierto punto realista, pero sin llegar a ser demasiado oscura o lúgubre. No se siente como una cinta muy sucia, pero a la vez sí llega a transmitir diferentes sensaciones de realismo y verosimilitud en diferentes zonas de Lima: las calles del Centro y de los Conos, por ejemplo. Hay varias composiciones que me resultaron bien atractivas, e incluso un plano hecho con grúa que me llamó bastante la atención, sin resultar demasiado exagerado. En lo que se refiere al sonido, sin embargo, los resultados son algo decepcionantes: hay varios diálogos que no se escuchaban del todo bien, y una escena de ducha en la que el diálogo casi ni se entendía. Independientemente de si esto fue hecho a propósito o no, o si fue más bien culpa de la proyección en el cine al que fui más que de la mezcla del sonido, fueron detalles que me fastidiaron bastante.
Las actuaciones son buenas en general, pero quien resalta más de todas maneras es Fernando Bacilio como el titular mudo, Constantino Zegarra. Incluso antes de perder la voz su Constantino no era un personaje particularmente hablador: un juez severo y duro a quien mucha gente odiaba porque se dedica a meter a criminales a la cárcel, sin importarle su historia familiar o sus circunstancias personales. Pero una vez que el personaje sufre el accidente es que el actor finalmente comienza a brillar: no tiene necesariamente el rostro más expresivo del mundo, lo cual hace resaltar más el hecho de que lo usa de manera impresionante para crear un personaje complejo, interesante y entretenido sin necesidad de hablar. Su Constantino es un hombre de la ley, quien no se hace problemas con su accidente, y que más bien está determinado en encontrar culpables. Se trata de un protagonista fascinante, quien es interpretado magníficamente y ninguna dejó de interesarme, incluso cuando su brújula moral comenzaba a apuntar a lugares más sombríos.
El resto de las actuaciones son serviciales, pero se sienten un poco pequeñas debido a que ninguna llega a ser tan buena como la de Bacilio. Como la esposa del Mudo, Norka Ramírez es efectiva, aunque nunca llegué a entender muy bien sus actitudes hacia su esposo. (Quizás hubiera sido interesante verlos también de jóvenes, cuando de repente estaban más enamorados y Otilia no era tan fría hacia su marido.) Lo que me pareció curioso fue la frecuencia con la cual Ramírez salió en topless en el filme en escenas de ducha (una cuatro veces). La primera vez se sintió natural dentro del contexto de la historia; las otras veces… totalmente gratuitas. Como la hija, Lidia Rodríguez no estuvo ni excelente ni mala (aunque su sub-trama con el novio realmente no llegó a ninguna parte) y como el Abuelo, Ernesto Ráez fue capaz de transmitir respeto y clase.
El tono del filme no es demasiado oscuro ni serio. Es cierto que maneja temas importantes; me gustó la manera en que muestra a la justicia peruana: corrupta, manejada por gente mayor que han estado trabajando juntos por años y que se conocen por incluso más tiempo, llena de lealtades y envidias, y hasta a veces ridícula. No se trata necesariamente de una burla del sistema judicial peruano, si no más bien de una ligera sátira, en donde los directores se ríen de las circunstancias en las que se ven nuestros personajes, pero también se las toman en serio, como diciendo “las cosas están así y es pésimo, pero es tan ridículo que mejor nos reímos en vez de molestarnos.” Se trata de un filme dramático con bastante humor negro, cosa que no se ve con demasiada frecuencia en producciones peruanas. En ese sentido la cinta me gustó porque se sintió muy diferente a las otras películas nacionales que he visto este año hasta ahora.
En fin, El Mudo es una película que disfruté bastante. Sin embargo, no carece de fallas: el ritmo es bastante lento, cosa que no me molestaría si no sintiera que dicho ritmo lento no tiene propósito alguno; la película hubiera sido igual de buena (o mejor) si es que el ritmo se aceleraba aunque sea un poquito. Además, el final me sorprendió por lo repentino que fue. No me gustó mucho y me hubiera gustado que tuviera un cierre más completo. Sin embargo, con sus notables actuaciones (especialmente de parte del protagonista), una historia buena, humor negro por montones y una visión ridiculizante y preocupantemente realista del sistema judicial peruano, El Mudo es una película peruana que vale la pena ver en el cine.
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