El mono

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Todos los seres vivos moriremos eventualmente. Animales, humanos, plantas —todos llegan eventualmente a algún tipo de final, ya sea pronto o dentro de mucho tiempo. Algunos mueren de forma pacífica, mientras duermen, tranquilos, mientras que otros pueden fallecer de maneras extrañas, violentas, repentinas. Es esa perspectiva hacia la muerte, esa forma de aceptarla como parte de la existencia, lo que se puede percibir a lo largo de “El mono”, de Osgood Perkins. Interesante, además, que lo que ha hecho el director de “Longlegs” sea mostrarnos esta visión de la muerte desde una perspectiva oscuramente cómica, en donde muchas escenas terminan siendo tanto asquerosas como incómodamente graciosas.

“El mono” comienza a fines de los años noventa, con una narración en off presentándonos a dos hermanos gemelos, Hal y Bill (ambos interpretados por Christian Convery). Su padre, el piloto Petey Shelborn (Adam Scott de “Severance” en un cameo) se fue de casa años atrás, por lo que los niños ahora son criados únicamente por la madre, Lois (Tatiana Maslany, de “Orphan Black” y “She-Hulk”). Lamentablemente, los gemelos no podrían ser más distintos el uno del otro —mientras que Hall es un alma gentil, tímida y retraída, Bill es un bully que la pasa bien fastidiando a su hermano.

Las cosas cambian (para mal), sin embargo, cuando encuentran, entre las cosas del padre, a un Mono con Tambor. El juguete aparentemente inofensivo termina siendo un instrumento del mal: cada vez que alguien le da cuerda a la llave que tiene en la espalda, una persona termina muriendo de forma violenta y extraña. Y esto los chicos lo descubren de primera mano y de forma traumática, por lo que deciden deshacerse del objeto. Y es así que pasan veinticinco años, y nos terminamos centrando en un adulto Hal (Theo James, de la saga “Divergente”), quien ha decidido no tener amigos ni verse con la familia, con la esperanza de evitar la muerte traída por el mono. Pero cuando dicho juguete regresa a su vida, se ve obligado a encontrar alguna manera de detenerlo con la ayuda de su hijo adolescente, Petey (Colin O’Brien).

Inicialmente, admito haber pensado que “El mono” iba a ser una película de terror más tradicional, como el filme anterior de Perkins. Pero una vez que me di cuenta que iría a mezclar el gore con la comedia incómoda, me puse al mismo nivel que la cinta y la disfruté a sobremanera. Si lo que buscan es algo serio, mejor ni se animen a ver “El mono” en el cine —lo que tenemos acá es un filme que se deleita en mostrarnos formas cada vez más absurdas de morir, dejando en claro que la narrativa que nos presenta no debe tomarse cien por ciento en serio. Los personajes la pasan mal, y ciertamente el Hal de James se toma en serio todo lo que sucede a su alrededor, pero el espectador lo ve más a la distancia, riéndose de lo ridículo que es todo. Después de todo, “El mono” trata sobre un juguetito que hace que la gente se muera. ¿Por qué habríamos de tomarnos eso en serio?

Lo bueno, en todo caso, es que “El mono” igual logra desarrollarse como una experiencia tensa, en donde nos encontramos esperando constantemente a que algo terrible suceda. Esto resulta en escenas de muerte verdaderamente memorables, en donde Hal es testigo de lo que pasa cuando alguien (no diré quién) le da cuerda al mono. No quiero incluir “spoilers”, así que solo diré que hay muertes que involucran piscinas electrificadas, escopetas escondidas en armarios, bolas de bowling, picos clavados en el suelo, y más. Y como se deben imaginar, Perkins no tiene vergüenza de usar el gore, mostrándonos muchos de estos sucesos de forma deliciosamente explícita (usando una combinación de efectos especiales reales con algo de CGI).

Todo esto resulta apropiadamente asqueroso, pero la experiencia de ver “El mono” nunca se hace inaguantablemente terrorífica ni mucho menos. De hecho, si hay algo que podría llegar a decepcionar a ciertos espectadores es que la mayor parte del horror es derivado de lo asqueroso, y no tanto de los sorprendente o misterioso. El filme deja en claro casi desde un principio que el mono es, efectivamente, maligno, por lo que no se desarrolla mucho suspenso en torno a qué es lo que está pasando y por qué. Y aunque el guion incluye uno que otro giro narrativo, ninguno es particularmente sorprendente —de hecho, aquellos espectadores más versados en el cine de terror seguramente no encontrarán nada imprevisible en “El mono”.

Y sin embargo, la película funciona. El tono, que vacila entre lo macabro y lo absurdo, hace que el espectador pueda disfrutar enormemente de la historia. Consideren, si no, al personaje de Elijah Wood, un supuesto gurú de la autoayuda y la paternidad que quiere convertirse en el padre putativo de Petey —un hombre que en una cinta de horror más “directa” se sentiría increíblemente fuera de lugar. O al de la agente de bienes raíces, una mujer de maquillaje excesivo, acento sureño, y amabilidad extrema. Perkins juega con caricaturas para adentrarnos en un mundo que se burla de la muerte y de sus habitantes, pero que también nos dice mucho sobre como todos tendremos que enfrentarnos eventualmente al final de nuestras vidas.

A Theo James no lo había visto hace tiempo (aunque por ahí me estuvieron diciendo que ha estado haciendo un buen trabajo en series como “The White Lotus”), pero acá me gustó mucho. Interpretar a gemelos siempre es tarea difícil, y en “El mono” lo hace súper bien, diferenciando sin problemas a Hall de Bill, haciendo que uno empatice con el primero a pesar de ser un padre (y un ser humano) extremadamente fallido. De hecho, lo mismo se puede decir del joven Christian Convery, quien resulta igual de convincente que James. Y de los secundarios, destacan Colin O’Brien como el hijo de Hal, Petey (directo, cínico), y la gran Tatiana Maslany como Lois, una madre abnegada y divertida que mucho le enseña a sus dos hijos sobre la naturaleza de la muerte.

Lo mejor de “El mono” es que no se parece en nada a la película anterior de Perkins, “Longlegs”, lo cual demuestra lo versátil que puede ser el macabro cineasta. En vez de entregarnos algo puramente terrorífico y de ritmo glacial, lo que ha hecho con su nuevo filme es presentarnos una historia deliciosamente absurda y sangrienta, en donde la muerte acecha a varios de los personajes, y hace que fallezcan de forma explícita, sangrienta y francamente ridícula. Theo James brilla en un rol dual —siempre un reto—, Tatiana Maslany destaca en un rol pequeño pero de suma importancia, y la película en general termina siendo de lo más entretenido que haya visto en lo que va del año en el cine. Puede que “El mono” sea más ligera de lo que muchos esperarían, pero eso no quiere decir que vaya a decepcionarlos —de hecho, lo más probable es lo que los sorprenda gratamente.

Avance oficial:

80%
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