No hay demasiado que pueda decir sobre El mensajero del diablo (su título original en inglés: The Quiet Ones.) Es una película de terror que no innova demasiado ni en trama ni en estética, pero que sin embargo logra desarrollar suficiente tensión como para dar unos buenos cuantos sustos. Las actuaciones son decentes y el guión, aunque depende mucho de clichés y de momentos ¡BOO! para sorprender al espectador, tampoco está mal. Se trata de una cinta complemente promedio, ni demasiado mala, ni demasiado buena.
La trama no es nada que no hayamos visto antes, pero cumple su cometido. El profesor Joseph Coupland (el subvalorado Jared Harris), quien enseña en Oxford en los años 70, está realizando un experimento: está tratando de curar a una mujer sumamente enferma, Jane Harper (Olivia Cooke), quien según la evidencia parece estar poseída por el demonio. Pero Coupland no cree en esas cosas, por lo que decide aislarla en una casa en el campo y tratar de curarla a través de la ciencia. Para esto, tiene dos asistentes: Harry (Rory Fleck-Byrne) y la ligeramente alocada Krissi (Erin Richards.) Y para documentar todo el proceso del experimento, contrata a un tímido camarógrafo, Brian (Sam Claflin.) Predeciblemente, cosas terroríficas comenzarán a suceder en la casa, lo cual irá volviendo locos a todos, especialmente al buen profesor.
Supongo que lo más interesante del filme es que, al menos inicialmente, busca refutar teorías paranormales sobre la enfermedad de Jane. Es decir, la película trata de hacernos creer que no se trata de un caso de posesión demoniaca a pesar de que, basado en todo lo que sucede, es lo más probable. Esto hace que las motivaciones del profesor y sus asistentes sean interesantes y creíbles, ya que su misión es probar que lo sobrenatural no existe, y que casos como los de Jane pueden ser resueltos de manera científica. Se trata de un acercamiento al filme de terror al menos un poco diferente a lo que se ve normalmente, y aunque, eventualmente, se llega a revelar que la ciencia puede hacer muy poco por Jane, al menos no tenemos que soportar la presencia de videntes o personajes de ese tipo.
Adicionalmente, y para darle un poco de variedad al asunto, el director John Pogue nos presenta los eventos de diferentes perspectivas. La película está filmada de manera tradicional la mayor parte del tiempo, pero de cuando en cuando nos muestra el punto de vista de la cámara de Brian, muy al estilo de incontables filmes de terror estilo found footage. Se podría argumentar que a estas alturas del partido se trata de una técnica ya choteada, pero lo bueno de El mensajero del diablo es que no abusa de ella. Pogue solo la utiliza cuando sabe que va a ser efectiva, y no sólo porque su protagonista lleva una cámara todas partes. Además, al menos está relativamente justificado en la historia, ya que Coupland, al ser un científica, quiere que absolutamente todo el desarrollo del caso de Jane esté registrado en cinta.
Las actuaciones son bastante buenas, lo cual no es sorprendente, teniendo en cuenta que se trata de una producción británica. (No es por generalizar, pero no es a menudo que uno se encuentra con una película inglesa mal actuada.) El gran Jared Harris, quien a mi parecer merece ser más famoso y aparecer en más y mejores cosas, logra desarrollar a Coupland de manera interesante. Se trata de un personaje carismático pero a la vez perturbador, un líder que poco a poco va perdiendo el control y la lealtad de sus acompañantes. Sus frustraciones y motivaciones son creíbles, y una revelación en particular durante los últimos treinta minutos de película le dan una dimensión interesante al personaje. Se supone que Brian es el protagonista del filme, pero a pesar de su rol casi antagónico, Coupland me pareció el personaje que mejor funcionó.
Ahora, eso no quiere decir que el resto de actuaciones sean malas. Como Brian, Sam Claflin (a quien hemos visto en Los Juegos del Hambre 2) hace un trabajo decente, un chico que comienza siendo tímido y poco hablador pero que termina haciendo un poco más. La Krissi de Erin Richards es ligeramente desesperante (más por culpa del guión que por su performance) y el Harry de Fleck-Byrne no me resultó particularmente memorable. Como Jane, Olivia Cooke hace un buen trabajo, desarrollando al personaje como alguien lleno de demonios (literales y figurativos), traumada, dolida pero de cuando en cuando algo vivaz. Es más que una víctima (aunque al final de cuentas no hay mejor manera de describir a su personaje) y aunque no tiene demasiadas acciones debido a que se pasa la mayor parte del tiempo encerrada, su personaje funciona.
En fin, El mensajero del diablo no es la mejor película de terror que haya visto últimamente (de hecho, Oculus me gustó más) pero no estuvo mal tampoco. Las actuaciones son decentes, la trama, aunque predecible, te mantiene atento durante toda la película, y Pogue logra desarrollar bastante tensión y suspenso para mantenerte el filo del asiento. Quizás abusa un poco de los ¡BOOS! (sonidos repentinos, música estridente) pero no fue algo que me molestó demasiado. Yo no me logro asustar fácilmente con películas, y aunque El mensajero del diablo no me aterrorizó, al menos logró inquietarme lo suficiente como para que no me resulte aburrida. De repente no valga la pena verla en el cine como yo, pero no está mal como para disfrutarla en DVD o Blu-Ray una floja noche de fin de semana.
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