Las películas de El Señor de los Anillos son unas obras maestras: increíblemente épicas y entretenidas y emocionales y visualmente espectaculares. Y la primera entrega de El Hobbit, aunque no llega a ese nivel de cuasi-perfección, igual me pareció una película bastante divertida (aunque muy larga.) Pero fue con La Desolación de Smaug que empecé a darme cuenta que había la posibilidad de que, con cada nueva entrega, las aventuras de Bilbo Baggins en la Tierra Media fuera haciéndose más aburridas e innecesariamente prolongadas: la segunda película, aunque no necesariamente horrible, fue una decepción. Sin embargo, igual mantuve mis esperanzas a la hora de ir a ver La Batalla de los Cinco Ejércitos. Después de todo, la tercera cinta de El Señor de los Anillos fue la mejor; quizás igual sería con El Hobbit.
Pues me equivoqué.
No me gusta decir esto, pero El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos es la peor película situada en la Tierra Media (y dirigida por Peter Jackson) que ha salido. Se trata de una muestra de todos los excesos que pueda tener Jackson multiplicados por diez; si hubo uno que otro error o exageración en alguna de sus películas previas, pues estos han sido maximizados en El Hobbit 3. Se trata de un filme repetitivo, sin una verdadera narrativa interesante, llena de personajes con los cuales es imposible identificarse y visualmente decepcionante. Lo que comenzó prometedoramente con Un viaje inesperado ha terminado de manera frustrante.
La trama no es particularmente complicada. Después de todo, lo que ha hecho Jackson es agarrar el clímax de la novela original y expandirlo a una película entera. Es por ello que no hay un arco dramático real ni una narrativa interesante; se trata simplemente de un tercer acto sin un verdadero comienzo (pero obviamente con un final, debo admitir, bastante decente.) El filme comienza, de manera bastante espectacular (y repentina), con el ataque del dragón Smaug (voz de Benedict Cumberbatch) a la Ciudad del Lago. Bardo (Luke Evans) logra asesinar a la imponente bestia, lo cual hace que Thorin (Richard Armitage), Bilbo (Martin Freeman) y el resto de enanos se refugien dentro de la Montaña Solitaria. Pero poco a poco Thorin se va volviendo más loco, obsesionado con encontrar la Piedra del Arca, el máximo tesoro del refugio de Smaug, sin saber que Bilbo la tiene.
Desesperado por hacer entrar en razón a Thorin y prevenir una guerra, Bilbo le entrega la piedra a Bardo y al Rey Elfo Thranduil (Lee Pace), padre de Legolas (Orland Bloom), quienes tratarán de usarla para hacer que Thorin y los enanos salgan de la Montaña y cada quien pueda reclamar su parte del tesoro. Pero la guerra es inevitable, por lo que eventualmente tanto los enanos como los elfos y los hombres se encontraran, a los pies de la montaña, con un ejército de orcos y otro de huargos, quienes buscan eliminar a Thorin para apoderarse de la montaña.
Ah, y como vimos en las películas anteriores, Sauron está de vuelta (para sorpresa de muy pocos), cosa que es resuelta de manera breve y algo anticlimática en una escena que involucra a Galadriel (Cate Blanchette) rescatando a Gandalf (Ian McKellen) de las manos de los orcos con la ayuda de Saruman (Christopher Lee) y Elrond (Hugo Weaving.)
Como mencioné antes, la película no es nada más que un tercer acto increíblemente expandido. Esto hace que el comienzo sea repentino (no hay ningún tipo de prólogo o resumen de lo que ha pasado antes, por ejemplo) y que se sienta más como parte del final de la película anterior, que como el verdadero comienzo de esta tercera entrega. El ritmo es bastante peculiar, también: el comienzo se siente bien apurado, la parte media de la película se enlentece bastante (para luego concentrarse en batallas y más batallas), y el final es apurado nuevamente. Es como si Jackson no estuviese seguro de cómo mover su historia… quizás porque no hay mucha.
Y ese es uno de los principales problemas del filme, el cual fue causado por la decisión de dividir el enano (heh) libro de El Hobbit en tres partes. Ahora bien, cuando esto fue anunciado, como la mayoría de personas estuve escéptico, pero cuando también se dijo que se incluirían elementos de los Apéndices de El Señor de los Anillos para expandir la historia del regreso de Sauron, así como las actividades de Gandalf mientras Bilbo vivía sus aventuras, mis esperanzas regresaron. Lamentablemente, por mucho que Jackson haya querido agregar, esta última entrega es la prueba máxima de que dividir El Hobbit en 3 fue un error: la primera película no estuvo mal, la segunda ya se sentía con bastante relleno, pero esta última ya es un caso aparte: se trata de una cinta de dos horas y media de duración que casi no tiene historia, que se concentra más en escenas de acción y de comicidad de dudosa calidad, y que contiene diversas secuencias que, si se eliminasen, no afectarían en nada a la trama.
Tenemos, por ejemplo, a Alfrid (Ryan Gage), el ayudante del gobernador de Ciudad del Lago (un desperdiciado Stephen Fry). Alfrid es un personaje de un corte parecido al de Wormtongue en El Señor de los Anillos, pero usado de manera cómica, lo cual no funciona en lo absoluto. Sus escenas son realmente innecesarias, aburridas y hasta ridículas, y no hacen nada más que enlentecer el ritmo de la cinta y agregarle relleno cuando muy bien hubiera podido durar hora y media y ser mucho más ágil y entretenida.
Por otra parte, la calidad técnica de El Hobbit 3 también me decepcionó bastante. La trilogía de El Señor de los Anillos hizo un gran trabajo al mezclar los efectos prácticos (el maquillaje de los orcos, sets y paisajes verdaderos) con efectos digitales (Gollum siendo el más resaltante) para crear escenas verdaderamente espectaculares y momentos memorables. Esta película, lamentablemente, no hace lo mismo. Aparentemente Jackson cree que usar más efectos digitales todo el tiempo es la respuesta, por lo que la estética espectacular pero a la vez verosímil de la trilogía anterior ha sido arrojada por la ventana en favor de CGI por todas partes. Muchas veces sentía que veía un video-juego: los orcos eran digitales, los monstruos eran digitales, muchos paisajes y sets también lo eran, y hasta personajes que en mejores tiempos hubieran sido creados con disfraces y maquillajes (como el Dain de Billy Connolly) eran digitales. A pesar de algunos personajes impresionantemente creados (como Smaug), la película en general se ve más falsa que cualquiera de las precuelas de Star Wars, las cuales al menos se tomaron el trabajo de usar maquetas por montones.
Y tampoco ayuda el hecho de que Jackson parece haber decidido deshacerse de las leyes de la física y en general exagerar todo en esta película. ¿Les divertía ver a Legolas participar en actos de violencia y acrobacia exagerados? Pues acá hace cosas realmente imposibles y ridículas que se verían mal hasta en los cut-scenes un video-juego (una de ellas involucra saltar encima de rocas que caen.) ¿Les gustaban las batallas épica de la trilogía anterior? Pues acá tendrán decenas de ellas, sólo que carecerán de verdadero significado o resonancia emocional. ¿Les gustaban los efectos especiales? Pues acá verán muuuuuchos de ellos, sólo que más falsos y más exagerados. Simplemente sentí que Jackson estaba lleno de ideas, pero que no tenía un guión sobre el cual aplicarlas, lo cual resulta en una sensación de vacío impresionante al ver la cinta.
Howard Shore, quien compuso la memorable y magnífica banda sonora de El Señor de los Anillos, continúa probando que esta nueva trilogía no le es inspiradora en lo absoluto. Exceptuando la canción cantada por Billy Boyd durante los créditos finales, la música de La Batalla de los Cinco Ejércitos es completamente olvidable, y hasta me distraía por lo exagerada o genérica que era durante algunas escenas.
Las actuaciones son decentes, supongo. La interpretación de Martin Freeman como Bilbo es buena: podría ser un poco más energética, pero en general funciona. Como Bardo, Luke Evans es sólido: intenso, e interpretando a su honesto personaje de manera sincera. El Gandalf de Ia McKellen sigue siendo tan memorable como siempre, Richard Armitage hace un buen trabajo como Thorin (aunque a veces sobreactuaba un poco), y el Thranduil de Lee Pace fue lo suficientemente frío y calculador. Orlando Bloom interpreta a Legolas igual que en El Señor de los Anillos, pero la manera en que su cara ha sido suavizada en post-producción me distrajo (aparentemente los elfos no pueden tener arruguitas), y la Tauriel de Evangeline Lilly resultó ser una decepción bastante grande como personaje (especialmente al haber sido inventado por Jackson y compañía). Lo único que hace durante todo el filme es perseguir a Kili (Aidan Turner) y reaccionar a todo lo que hace o lo que le pasa; se trata de una interpretación bastante machistea de un personaje femenino, especialmente cuando se supone que es un “personaje fuerte”. Las apariciones de Cate Blanchette, Christopher Lee y Hugo Weaving, aunque breves (y siendo honestos, innecesarias e inconsistente con el resto de la película) son memorables.
El Hobbit: La Batalla de los Cinco Ejércitos fue mucho más decepcionante de lo que esperaba. Al estar sentado en mi butaca de cine con mi novia y ocho amigos y amigas, no pude evitar sentir que estaba viendo una parodia de El Señor de los Anillos, o quizás una película dirigida por alguien que trataba de imitar a Peter Jackson. Visualmente parece un video-juego (lo cual, junto con lo exageradas y poco creíbles que eran muchas escenas de acción, le quita bastante tensión al filme), la música es olvidable, la narrativa es pobre y está llena de diálogos absurdos (o exageradamente cursis) y personajes y escenas que muy bien hubieran podido ser cortados sin afectar la trama en lo absoluto. Realmente me da una pena que el mismo director que dirigió la galardonada El Retorno del Rey haya sido responsable de esta cinta. Si la trilogía de El Hobbit es a El Señor de los Anillos como las precuelas lo fueron a la trilogía original de Star Wars, entonces ésta estuvo peor que La Amenaza Fantasma. Qué. Bestia.
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