¿Qué tanto más se puede escribir sobre “El exorcista”? Se trata de un clásico, de una de las películas de terror más famosas de la historia, y de un filme cuya reputación, hasta cierto punto, ha sobrepasado sus considerables cualidades. No obstante, ahora que se ha reestrenado en cines peruanos, igual creo que vale la pena escribir al respecto. ¿Qué tan bien ha envejecido la película? ¿Qué tan impactante resulta verla en el cine? ¿Y qué tanto vale la pena darle una oportunidad a la versión extendida que seguramente muchos han visto en casa, que incluye varias escenas eliminadas que la gente no tuvo la oportunidad de ver en los setentas?
Tratando de ser breve, la respuesta a la mayoría de esas preguntas es positiva. Puede que “El exorcista” no de la misma cantidad de miedo que hace casi cincuenta años —hemos tenido demasiados filmes de terror en el ínterin, como para que pueda causar el mismo impacto—, pero eso no quiere decir que sea una película deficiente. De hecho, una de las mayores fortalezas de “El exorcista” es que enfatiza bastante el desarrollo de sus personajes principales, dándoles espacio para respirar y establecer sus relaciones y preocupaciones y problemas. Es así que uno termina preocupándose por todos, lo cual hace que el inevitable —y famosísimo— clímax todavía lo deje a uno con la piel de gallina. No solo es que “El exorcista” logra desarrollar terror gracias a lo bien dirigida que está, si no que utiliza a sus personajes —tridimensionales, verosímiles— para preocupar al espectador.
Como seguramente ya saben, “El exorcista” cuenta la historia de Regan McNeil (Linda Blair), una niña de diez años que vive con su madre, una actriz famosa llamada Chris (Ellen Burstyn). La chica parece ser totalmente normal, hasta que comienza a preocupar a su madre con historias sobre un amigo imaginario llamado el Capitán Howdy, y luego, con comportamientos que, inicialmente, llevan a varios doctores a darle diagnósticos de problemas mentales. Al ser un filme de terror, sin embargo, “El exorcista” logra demostrar que Regan no tiene nada malo en la cabeza, y que más bien sus problemas son de corte sobrenatural.
Es así que, luego de varias pruebas médicas, Chris decide recurrir a un sacerdote. El padre Karras (Jason Miller), quien casualmente es también un psiquiatra, está en medio de una crisis de fe, haciéndose cargo de su anciana madre, y dudando sobre su devoción a la religión católica. Pero cuando contacta a la Iglesia, convenciéndolos de que un exorcismo será necesario para ayudar a la niña, termina yendo a la casa de las McNeil junto al Padre Merrin (el gran Max Von Sydow), lo cual resulta en una de las secuencias más famosas del cine de terror norteamericano. Lo que tratan de salvar nuestros protagonistas no es el mundo o siquiera los Estados Unidos, si no más bien a una chica que está siendo manipulada y torturada por un demonio llamado Pazuzu.
Como se mencionó líneas arriba, lo que diferencia a “El exorcista” de la mayoría de sus imitadores —e incluso de sus secuelas, hasta cierto punto—, es que favorece el desarrollo de sus protagonistas por sobre los jump scares o las escenas chocantes. Esto hace que el inicio de la película, donde conocemos a Regan, Chris y el Padre Karras, se desenvuelva de manera algo letárgica, mostrándonos sus rutinas, sus conflictos, y eventualmente, todas las pruebas médicas tortuosas por las que debe pasar la chica. Es una decisión narrativa que funciona para darle una dimensión adicional a la experiencia, pero que a la vez, podría terminar por desesperar a aquellos espectadores que estén impacientes por llegar al verdadero terror.
Lo cual no quiere decir que la primera hora de metraje carezca de momentos memorables. Disfruté, por ejemplo, del prólogo que fue añadido a la versión extendida, en donde vemos al Padre Merrin en una excavación en Irak, encontrando una figura, y luego, una estatua del demonio Pazuzu. O también de las diferentes imágenes de la cara de Pazuzu que son insertadas en momentos muy precisos, por un fotograma o dos. Este último recurso ayuda a meter al espectador en la mente de Chris, quien está siendo acechada sutilmente por dicho ente, mientras tortura a Regan en su habitación, esperando a que Karras llegue a la casa y lo enfrente. Puede que el verdadero terror recién llegue durante los últimos cuarenta minutos de la película, pero el director William Friedkin igual hace un buen trabajo desarrollando una palpable sensación de suspenso durante las escenas previas.
No obstante, lo mejor de “El exorcista” está en su secuencia climática, o mejor dicho, en el exorcismo inferido por el título (y ejecutado por un personaje que aparece por tan solo unos minutos en toda la película). Es ahí donde se pueden encontrar la mayor parte de sucesos o imágenes famosas de la película, desde que el Padre Merrin llega a la casa y se para frente a ella, en medio de la niebla, hasta que, junto a Karras, le grita a Regan/Pazuzo que “¡el poder de Cristo te obliga!”. Súmenle a eso una Regan insultando a los sacerdotes, hablándole a Karras sobre su madre, o vomitando puré de guisantes, y la secuencia se torna en una de las más chocantes y terroríficas del género. No es por nada, pero viéndola en la pantalla grande, muchos años después de su estreno, no ha perdido nada de potencia o espectacularidad.
Las actuaciones, por otro lado, ayudan a que “El exorcista” se torne en algo un poco más que una simple película de terror barato. Jason Miller, por ejemplo, interpreta a Karras como alguien lleno de conflictos internos, que está intentando ayudar a su madre, y que carga con muchos pesos encima. Es una interpretación sutil, que ayuda a que uno se identifique con él y con sus problemas, y que le otorga una perspectiva verosímil a la historia. Después de todo, a pesar de ser un cura, Karras es también un psiquiatra, y por ende pone en duda mucho de lo que se le dice sobre el caso de Regan, llegando a decir, incluso, que ejecutar un exorcismo es demasiado anticuado.
Por su parte, Ellen Burstyn desarrolla a Chris como una madre abnegada, preocupada, que solo quiere lo mejor para su hija Regan, interpretada de manera absolutamente sublime por Linda Blair. Sí, se trata del personaje que llegaría a definir su carrera como actriz (para bien Y para mal), pero tantos años después, no se puede negar que funciona muy bien, tanto al verla como una niña común y corriente, como cuando ya aparece bajo capas de látex, gritando malas palabras, vomitando, y haciendo cosas terribles con un crucifijo. Y aunque el gran Max Von Sydow no aparece por mucho tiempo, logra hacer bastante con un personaje más icónico que verdaderamente tridimensional. (Eso sí, el maquillaje utilizado para envejecerlo no funciona del todo bien, y menos hoy en día, que ya sabemos como lucía el gran Von Sydow a los setenta u ochenta años de edad).
No hay mucho más que pueda escribir sobre “El exorcista”. Sí, es un clásico; sí, está lleno de momentos memorables (incluso la infame escena de la “Regan Araña” bajando por la escalera, restaurada para la versión extendida, logra causar un gran impacto); y sí, ha envejecido bastante bien. Pero a la vez, no se pueden negar que el énfasis que le da Friedkin a sus personajes es tanto una ventaja como una desventaja. Por un lado, ayuda a que uno se identifique más con los personajes y sus conflictos. Pero por otro, hace que la película avance a ritmo letárgico, impacientando a los fanáticos del terror que se encuentren en la sala de cine. No obstante, igual vale la pena que le den una oportunidad a “El exorcista”; por más que haya sido parodiada y referenciada e imitada millones de veces, sigue siendo de las mejores películas de terror que jamás se hayan hecho.
NOTA: “El exorcista” ha sido reestrenada exclusivamente en las salas de cine de UVK en Perú.
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Siempre vuelvo a estos resumenes y comentarios y encuentro una desinformación que fué tomando cuerpo hasta hacerse una verdad irrefutable y la misma es que el capitan howdy, interlocutor en la ouija con la niña y el dios sumerio del viento pazuzu son la misma entidad y de verdad yo dudo que asi sea, no hay una sola prueba concreta que eso sea asi mas alla de las cisrscuntancias que crean las imagenes de una excavación en Iraq donde un sacerdote se queda mirando una estatua de tal deidad mientras que el capitan de la tabla realiza sus apariciones en una casa acomodada de un elegante barrio de la capital de un pais americano. Luego hay una ligereza marcada y subrayada al afirmar que la cara sobre expuesta durante algunos segundos durante algun tramo de la pelicula es la cara del nombrado pazuzu cuando se ve que la imagen del rostro con rasgos de animal de la imagen de tal deidad no tiene nada que ver con el rostro humano que se proyecta esporadicamente. A pesar de que el sacerdote le pide el nombre al demonio que poseciona a Reagan, este nunca le dice que se llama ni pazuzu, ni capitan howdy.