El conde de Montecristo (2024)

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Adaptar al cine una novela como “El conde de Montecristo”, de Alexandre Dumas, no es tarea fácil. Después de todo, se trata de una de las historias más famosas de la literatura, y de una que nos narra las terribles consecuencias que la venganza puede tener en el corazón de los hombres. Además, ya existen adaptaciones bastante decentes del libro al cine —consideren, si no, el filme del 2002 con Jim Caviezel y Guy Pearce, una de esas películas que muchos recordamos de nuestras infancias y adolescencias, pero que las nuevas generaciones parecen ignorar. Hay ciertas expectativas, pues, con las que uno puede decidir ir a ver una cinta como esta nueva versión de “El conde de Montecristo”.

Y felizmente, el filme de Alexandre de La Patellière y Matthieu Delaporte cumple con lo prometido. Lo que tenemos acá es una película elegantemente dirigida y visualmente impresionante, que hace un excelente trabajo resumiendo las más de mil páginas de la obra de Dumas en tres horas de metraje. Tres horas, además, que se pasan volando, gracias al excelente ritmo que maneja, y la tensión que genera a través de los diferentes obstáculos a los que se tiene que enfrentar su protagonista. “El conde de Montecristo” es el tipo de película, pues, que agradezco poder haber visto en el cine, especialmente en estos tiempos en los que las grandes cadenas favorecen a las millonarias franquicias americanas por sobre producciones europeas como esta (por más de que, técnicamente, este también sea un “blockbuster”).

Al comenzar “El conde de Montecristo”, nos enteramos de que Edmond Dantès (un excelente Pierre Niney) es un humilde marino en la Francia de principios del siglo diecinueve, hijo de un sirviente, pero amigo de la familia para la que trabaja. Luego de ser promovido a capitán de un barco, sin embargo, decide casarse con el amor de su vida, Mercédès Herrera (Anaïs Demoustier), hija de dicha familia adinerada. Lamentablemente, sus planes no pueden llevarse a cabo debido a la intervención de Danglars (Patrick Mille), su ex capitán, quien se venga de Edmond, a quien culpa por haber perdido su trabajo. Es así que el chico es acusado de un crimen que no cometió, y enviado a una prisión en una isla para que se pudra hasta el fin de sus días.

No obstante, y luego de cuatro años, logra conocer la esperanza en la cárcel. El abate Faria (Pierfrancesco Favino) cava un hueco hasta su habitación, y los dos se hacen amigos, decidiendo seguir cavando juntos para llegar hasta la libertad. Es así que Edmond logra escapar de la cárcel (solo, lamentablemente) y hacerse de un tesoro que el abate le dejó en la isla de Montecristo, convirtiéndose en el conde de la misma. Contando con suficientes recursos, Edmond decide planear su venganza —una búsqueda de la justifica para acabar con los responsables de su encierro: el ya mencionado Danglars, pero también su supuesto amigo, Fernand de Morcef (Bastien Bouillon) y el corrupto Gérard de Villefort (Laurent Lafitte). Para eso, decide unir fuerzas con dos personas que buscan vengarse también de las mismas personas: el intenso Andréa (Julien De Saint Jean) y la hermosa y decidida Haydée (Anamaria Vartolomei, de la excelente “El acontecimiento”).

No se puede negar, pues, que “El conde de Montecristo” es una película tremendamente ambiciosa. Después de todo, lo que hace es adaptar la historia entera de la novela de Dumas, narrándonos la travesía completa de Dantès, comenzando cuando es un humilde marino, y culminando con el fin de su venganza. Como toda adaptación cinematográfica, el filme cambia de orden, elimina, agrega y modifica elementos narrativos del libro, todo para que la historia funciona en este medio. Y en general, creo que el guion de los mismos directores hace un muy buen trabajo respetando el espíritu de la obra. Encontrarán diferencias entre novela y película, pues, pero creo que son diferencias necesarias para que la historia funcione en la pantalla grande.

Lo cual no quiere decir que “El conde de Montecristo” sea una adaptación perfecta. Puede que suene un poco nebuloso, pero creo que si a esta película le falta algo, es la profundidad emocional que obviamente puede ser mejor desarrollada en un libro larguísimo. Ciertos eventos pasan muy rápido, y la película cuenta con varios fundidos a negro que denotan el paso del tiempo (generalmente, son elipsis de varios AÑOS). Esto es consecuencia de querer adaptar la narrativa entera de forma fiel, y seguramente dejará fríos a ciertos fanáticos de Dumas. Quienes entendamos el proceso de adaptación, sin embargo, nos daremos cuenta que lo que se ha hecho con “El conde de Montecristo” es muy loable, y resulta en un producto final más satisfactorio, incluso, que filmes previos como la ya mencionada adaptación con Jim Caviezel.

Además, se nota a leguas que, como se ha reportado, “El conde de Montecristo” es la película más cara producida en Francia este 2024. La recreación de época es impecable; la cinta usa todos los recursos posibles para meternos de lleno en esta época y contexto tan específicos. El vestuario es exquisito, el uso de locaciones reales (castillos, mansiones, jardines, calles empedradas) le otorga mucha verosimilitud a la producción, y no hay situación o escena alguna que se sienta fuera de lugar. “El conde de Montecristo” está, además, impecablemente dirigida, haciendo uso de una cámara bastante móvil (pero jamás nerviosa) para otorgarle inmediatez a la historia, y presentándolos varios planos francamente hermosos que logran destacar las locaciones reales y la iluminación naturalista empleada por el director de fotografía Nicolas Bolduc.

De las actuaciones, felizmente, no me puedo quejar. Pierre Niney está muy bien como Dantès, interpretándolo de forma absolutamente verosímil en todas sus fases: como el joven valiente e inocente, como el prisionero sin esperanzas, y por supuesto, como el Conde obsesionado con la venganza. Por su parte, los tres antagonistas demuestran ser absolutamente odiosos, pero sin llegar a sentirse caricaturescos (el Villefort de Laurent Lafitte es particularmente memorable). Y los aliados de Edmond son quieres le otorgan algo de potencia emocional a la historia. Julien De Saint Jean, como Andréa, es la encarnación de la obsesión por la venganza de Edmond; un chico criado únicamente para odiar. Y la Haydeé de Anamaria Vartolomei, más bien, representa la esperanza por un mejor futuro; la posibilidad de que el odio pueda transformarse en amor.

La pasé muy bien con “El conde de Montecristo”. Es de las películas de tres horas más ágiles que haya visto en un buen tiempo; se pasa rápido, y jamás se siente tediosa o repetitiva. Sí, pudo ser más emocionalmente resonante, y sí, hay ciertos elementos que no funcionan tan bien a nivel cinematográfico (me refiero específicamente a las máscaras que Edmond usa para esconder su verdadera identidad cuando regresa de prisión; ni las que usa Tom Cruise en “Misión Imposible” son tan sofisticadas). Pero como seguramente se han dado cuenta ya, el balance general es positivo. “El conde de Montecristo” es una adaptación suficientemente fiel, técnicamente impresionante y muy bien actuada de la novela clásica de Alexandre Dumas, y de las cintas de aventura (y drama, y romance…) más impresionantes que podrán ver este 2024. Qué bien que la hayan estrenado en cines peruanos; ¡solo espero que más gente se anime a verla! 

Avance oficial:

80%
Puntuación
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1 comentario
  1. […] Conde de Montecristo” (Blog personal) «“Es una adaptación suficientemente fiel, técnicamente impresionante y muy bien actuada […]

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