Con “El asesino del juego de citas”, Anna Kendrick ha demostrado tener un futuro prometedor como directora. Lo que ha hecho con esta película, pues, es desarrollar un thriller robusto, que muy aparte de la tensión y suspenso que logra desarrollar, nos dice mucho sobre el vínculo entre el sexismo y la violencia; sobre lo permisivos que hemos sido por años con hombres potencialmente violentos, gracias a la manera en que la sociedad occidental ha estado funcionando. Es una historia que se lleva a cabo en los años setenta pero que, gracias al beneficio de la retrospectiva, es observado bajo un lente contemporáneo, más crítico.
Kendrick interpreta a Sheryl, una chica que intenta meterse en el mundo de la actuación en Los Ángeles de fines de los setenta. No obstante, los roles no parecen querer llegar —no porque ella haga un mal trabajo en sus audiciones, si no más bien porque no está dispuesta a hacer desnudos, hacer castings en bikini y en general, ha degradarse frente a los hombres. Es por todo eso que acepta una nueva propuesta por parte de su representante: ser una de las participantes del Juego de las Citas en la televisión, lo cual le aseguran le permitirá “ser vista” por millones de personas.
Es así que la historia de Sheryl es entrelazada con la de Rodney (Daniel Zovatto), un pseudo fotógrafo que, con harto carisma, logra convencer a múltiples mujeres de llevárselas a lugares recónditos para luego abusar de ellas y asesinarlas. Él es el asesino del título, un hombre que utiliza su rostro de chico inocente para cometer terribles crímenes. Y como eventualmente vemos, su vida se cruza con la de Sherly cuando él decide participar también del Juego de las Citas, como uno de los solteros que supuestamente está buscando salir con la chica participante. De esta manera, “El asesino del juego de citas” combina ambas líneas narrativas, desarrollando tensión a través de lo que el espectador sabe y la protagonista no.
Resulta impactante, pues, que “El asesino del juego de citas” esté basada en una historia real. Rodney de verdad existió —de hecho, en la vida real, llegó a matar a ciento veinte personas aproximadamente—, y de verdad fue al Juego de las Citas en la televisión, por más de que ya había sido acusado de todo tipo de crímenes por varias mujeres supervivientes. Lo que la película postula, entonces, es que el sistema de aquella época —la forma en que funcionaba la sociedad, especialmente en los que se refiere a los roles de género— es lo que le permitió a Rodney operar. Lo que le permitió acercarse a tantas mujeres, y a escaparse de las autoridades. Como vemos en cierto momento con el personaje de Laura (Nicolette Robinson), era muy común que nadie le creyera a las víctimas, ni la policía ni la gente común y corriente. Por ende, Rodney podía andar libre, asesinando y abusando sin mayores obstáculos.
Es ahí donde radica la relación entre la violencia de este criminal, y el evidente machismo de la época. Pero también está en los detalles; en lo cómodo que se siente Rodney acercándose a mujeres, ganándose su confianza, haciéndoles propuestas, incluso tocándoles el rostro. Pero es en Sheryl donde encuentra diferentes reacciones. Como se establece en las escenas del programa de televisión, ella no es una chica promedio; es una mujer inteligente, que justamente no logra encontrar éxito como actriz porque no encaja, porque no se deja manipular. Por ende, cuando Rodney trata de aplicar las mismas tácticas en ella que en otras mujeres, nada le sale bien. Ella se da cuenta del tipo de persona que es, y en vez de sonreír y asentir, decide pelear y escapar.
Lo cual, por supuesto, nos lleva a otros de los temas que “El asesino del juego de citas” desarrolla: la forma en la que, por décadas, a las mujeres se les dijo que tenían que siempre estar sonriendo para poder ser aceptadas. Incluso en situaciones de peligro, se les decía que tenían que reaccionar de forma “encantadora”. Esto, por supuesto, también podía funcionar a su favor, como es en el que caso de Amy (Autumn Best). Resulta chocante, por ejemplo, verla manipular a Rodney, usando una máscara de inocencia para obligarlo a bajar la guardia, lo cual termina jugándole muy en contra. Rodney subestima a las mujeres —las odia, las considera como subhumanas—, y es eso lo que Amy usa para sobrevivir. Puede sonar obvio, pero Rodney es igual de machina que la sociedad en la que vive, y Amy utiliza ese machismo en su contra sin que él se de cuenta.
De las actuaciones no tengo quejas. Kendrick está muy bien como Sheryl, interpretándola como una mujer atípica para la época; una excelente actriz que, lamentablemente, no encaja en el mundo superficial y sexista de Hollywood de los setentas. Como Rodney, Daniel Zovatto es suficientemente perturbador; de mirada intensa y voz suave, interpreta al violador y asesino como alguien carismático y frío; agresivo, pero de clara inteligencia. Y como Amy, Autumn Best resalta, convirtiéndose en una “final girl” bastante memorable.
Si “El asesino del juego de citas” tiene un problema que evita que se convierta en una experiencia totalmente satisfactoria, es que concluye de manera algo anticlimática, convirtiendo a Sheryl en un personaje pasivo. Entiendo que Kendrick y su guionista, Ian McDonald, querían respetar los hechos reales en los que se basa el filme, pero igual resulta un poco decepcionante. Fuera de eso, “El asesino del juego de citas” termina siendo un thriller hipnotizante, a través del cual Kendrick demuestra tener un buen ojo para la composición de imágenes, “blocking” y movimientos de cámara. Es un relato de ritmo lento que nunca aburre, y una historia real ficcionalizada que termina sintiéndose deprimentemente relevante. Disfruté mucho de “El asesino del juego de citas”, tanto así que salí de la sala de cine con ganas de ver la siguiente película que Kendrick vaya a dirigir.
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