Duro de Cuidar, Atómica, y Viene de noche
La semana pasada estuve de viaje en Trujillo por unos cuantos días, como para descansar un poco luego de varias semanas de arduo trabajo. Mi objetivo se cumplió —puedo decir que estuve bastante relajado—, hasta que llegué al aeropuerto para regresarme a Lima. En resumidas cuentas: una conocida aerolínea local canceló mi vuelo de regreso dos veces —primero de noche, luego de día—, por lo que terminé tomando un bus de vuelta a la capital, viajando por casi diez horas con pocas cosas qué hacer.
Bueno, pocas cosas si es que uno no considera las películas que tenía disponible en la pantalla frente a mi asiento. Aproveché este largo viaje para ver tres películas seguidas —aunque, siendo justos, me quedé dormido por un rato entre la primera y la segunda cinta—, filmes relativamente recientes que, desgraciadamente, no tuve la oportunidad de disfrutar en los cines. Cuando la vida te da limones, prepara limonada; y cuando te da casi diez horas de tiempo libre en un bus interprovincial, aprovecha y actualízate con algunas de las producciones Hollywoodenses recientes que te habías perdido.
Aprovecho, entonces, para estrenar nuevo formato —el cual, siendo justos, dudo que se vaya a repetir muy a menudo, a menos que me sigan cancelado vuelos— y presentarles mis breves comentarios de las tres películas que vi en el bus, todas del año pasado: “Duro de cuidar”, película de acción y comedia del australiano Patrick Hughes; “Atómica”, de David Leitch, uno de los directores de “John Wick”, y “Viene de noche”, filme de terror psicológico escrito y dirigido por Trey Edward Shults.
Duro de cuidar
Siempre me emocionaré por ver un buen “buddy cop”, aquel tipo de producción millonaria que combina la comedia y la acción con la interacción entre dos policías —o en este caso, un peligroso asesino y un experto en seguridad— que no podrían ser más diferentes. En el caso de “Duro de Cuidar”, de Patrick Hughes (que luego de dirigir algunas interesantes producciones en su natal Australia, se encargó de traer la decepcionante tercera entrega de “Los indestructibles” a la pantalla grande), tenemos a un sarcástico Ryan Reynolds, y a un desatado y consistentemente divertido Samuel L. Jackson.
La trama no es lo más importante en una película de este tipo. Todo lo que tienen que saber es que Michael Bryce (Reynolds) tiene que encargarse de proteger al alocado Darius Kincaid (Jackson) y llevarlo hasta la Corte de La Haya para que testifique en contra de un dictador de Europa del Este, Vladislav Dukhovich (Gary Oldman). Súmenle a esto una buena cantidad de “one-liners” (frases cortas y divertidas), malas palabras y grandes explosiones, y tienen la fórmula para el éxito. Si la historia se pone oscura a veces —consideren la escena de tortura— es para darle algo de dignidad al asunto, lo cual es compensado por algunos de los diálogos absurdamente (e hilarantemente) chabacanos de Jackson.
Hughes logra combinar con bastante éxito la acción espectacular que uno esperaría de una producción millonaria de este tipo, con momentos más ligeros protagonizados por nuestra pareja dispareja. La química entre Reynolds y Jackson es sorprendentemente palpable —siendo el segundo el que se roba más escenas— y aunque no me animaría a decir que habitan un mundo verosímil o acaso similar al nuestro, al menos no exageran tanto como para convertir al filme en una caricatura. Salma Hayek es incluso más soez que Jackson, Oldman es suficientemente nefasto como el villano, y Joaquin De Almeida interpreta al traidor asqueroso como solo él puede. “Duro de Cuidar” no será arte —ni siquiera está cerca—, pero lo que sí es, es entretenimiento ligero, violento, hilarante, vulgar y bien hecho.
Atómica
Si Charlize Theron logró demostrar con “Mad Max: Furia en el Camino” que era capaz de desarrollar un personaje femenino de acción con verosimilitud y aplomo, en “Atómica” toma el siguiente paso, interpretando a Lorraine Broughton, una espía del M16 en Berlín de finales de los 90. Su personaje es frío, intenso y fuerte; en pocas palabras, la perfecta protagonista de un estilizado filme de acción, en el que tiene que hacer de todo para cumplir su misión, desde seducir —consideren en su amante lésbica, interpreta por la llamativa Sofía Boutella—hasta espiar, mentir y matar.
Lorraine es enviada a Alemania para hacerse de una lista de todos los espías encubiertos de la Guerra Fría, y para asesinar a un doble agente que ha estado evitando a la M16 por años. Para ello, termina trabajando con David Percival (James McAvoy), otro agente de la Inteligencia Británica que, desgraciadamente, tiene sus propios objetivos. Es en base a esta premisa que “Atómica” prepara un cóctel de adrenalina y violencia, en el que se mezclan los clichés de cualquier película de espías que uno haya visto, con secuencias de acción impresionantemente coreografiadas e innegablemente brutales.
Consideren, si no, la mejor escena de la película, en la que Lorraine se enfrenta a varios enemigos en un edificio, subiendo y bajando por escaleras, y entrando y saliendo de un departamento. Está toda filmada, sorprendentemente, en un plano secuencia; es un tenso despliegue de violencia, agresión y movimiento. Theron es excelente como Lorraine, McAvoy es divertidísimo como Percival, y hasta Boutella está correcta, a pesar de interpretar a un personaje relativamente superfluo. “Atómica” no será particularmente original —no nos ofrece nada nuevo—pero está presentada con suficiente estilo —colores desaturados, una notable banda sonora de Europop noventero— y actuada con suficiente dedicación como para intrigar, emocionar y entretener durante sus dos horas de metraje.
Viene de noche
Mucho se ha escritor sobre el declive del terror; de que la mayoría de películas de dicho género están orientadas a un público adolescente, y de que la mayoría favorecen los jump scares y los sonidos fuertes por sobre el verdadero suspenso y horror. Pues si piensan eso, les sugiero que le den una oportunidad a “Viene de noche”, una cinta de terror psicológico extremadamente atmosférica y tensa, la cual entiende que lo que uno no ve, puede dar más miedo que lo que se muestra en pantalla.
Joel Edgerton interpreta a Paul, un hombre de familia que vive recluido en una casa en medio del bosque con su esposa Sarah (Carmen Egojo) y su hijo adolescente, Travis (Kelvin Harrison Jr.) Aparentemente, el mundo ha sido azotado por una misteriosa enfermedad, la cual es altamente contagiosa, pero la película no está muy interesada en dar demasiados detalles al respecto. Lo importante es que la dinámica en casa cambia con la llegada de Will (Christopher Abbott) y su familia, quienes también están escapando de la epidemia. Aunque en un principio todos parecen llevarse bien, la situación irá haciéndose más tensa, mientras que algo —o alguien— en el bosque parece estar observándolos pacientemente.
Lo mejor de “Viene de noche” es la impredecibilidad de su guión. La historia está llena de pistas falsas, muchas de las cuales no significan nada; felizmente, algunas terminan aclarando algunos (pero no todos) los misterios de la trama. El director-guionista, Trey Edward Shults, trata de evitar clichés cada vez que puede; crea una palpable sensación de terror gracias a la densa atmósfera que desarrolla —el bosque es un personaje más, y la casa es un ambiente claustrofóbico—, y al desarrollo de sus personajes. Todos, desde Edgerton —uno de los actores más infravalorados del momento— hasta Harrison Jr. están muy bien, y junto con el trabajo de Shults, convierten a “Viene de noche” en una experiencia de terror maduro, oscuro y perturbador hasta los huesos. Si tienen ganas de ver algo verdaderamente terrorífico, que no tenga nada que ver con demonios, fantasmas o exorcismos, tienen que darle una oportunidad a “Viene de noche”.