Si llegaron a ver las películas de “365 días” de Tomasz Mandes en Netflix, sabrán exactamente qué esperar de su más reciente producción, “De vuelta al deseo”. Aunque siendo justos, su nueva película es un poco menos sexista y problemática que aquella trilogía, así que… ¿algo es algo? Pero fuera de eso, lo que tenemos acá es un supuesto drama erótico con escenas de sexo que causan más risa que… bueno, deseo, y melodrama que me remontó a mis épocas de infante, cuando a veces acompañaba a mis familiares a ver telenovelas mexicanas en la televisión. En pocas palabras: en “De vuelta al deseo”, ni el sexo ni el drama funcionan, por lo que no veo razón por la que deberían darle una oportunidad.
La protagonista de “De vuelta al deseo” es Olga (Magdalena Boczarska), una poderosa jueza que perdió a su esposo años atrás, y que ahora mantiene una gélida relación con su rebelde hija (Katarzyna Sawczuk), quien se supone está estudiando en una universidad británica. Su vida cambia, sin embargo, cuando se enamora del joven y sexy Max (Simone Susinna) quien, desgraciadamente… es el ex de la hija de Olga. Es así que se va desarrollando un melodrama familiar, de romance y de sexo, que encima involucra un caso que Olga supervisa relacionado al mejor amigo de Max, así como un intento de chantaje hacia el juzgado. Pero no se preocupen demasiado por las subtramas. Lo más “importante” en “De vuelta al deseo” es el sexo, así como los absurdos malentendidos que van teniendo los personajes.
Si “De vuelta al deseo” es menos problemática que las películas de “365 días”, es solo porque los personajes acá tienen sexo con otros con total consentimiento. Nadie secuestra a nadie, y nadie desarrolla un síndrome de Estocolmo. Pero fuera de eso, no puedo dejar de mencionar que “De vuelta al deseo” tiene como protagonistas a algunos de los personajes más desesperantes, aburridos y planos que jamás haya visto. Quien se lleva el premio, por ejemplo, es la hija de Olga. No dudo que Sawczuk sea una buena actriz o una buena persona. Pero la chica termina cayendo TAN mal, actuando erráticamente y como una adolescente berrinchuda de 15 años (a pesar de ser mayor), que uno simplemente termina por odiarla. Una escena de supuesto clímax emocional está tan mal dirigida —está compuesta principalmente de ¡GRITOS!, lo cual terminó por enervarme—, que consideré seriamente detener la película.
Pero nunca he sido de rendirme.
¿Qué hay de los demás, en todo caso? La que queda mejor parada es Magdalena Boczarska, quien logra otorgarle alguito de humanidad a Olga. No obstante, el personaje no está particularmente bien escrito, transformando a una mujer supuestamente fuerte y empoderada, en alguien que, aparentemente, necesita desesperadamente la presencia de un hombre bien macho y viril y peludo en su vida. Cualquier tonalidad de gris que hubieran podido obtener sus conflictos internos —especialmente considerando que es una viuda— es eliminada a favor de un tratamiento simplista de lo que va viviendo con Max. Y hablando de Max —el hombre es un total misterio. Sí, trabaja en la playa. Sí, tuvo una relación con la hija de Olga. Y sí, es apuesto y fornido y debe hacer bien el amor. Pero fuera de eso, el personaje se siente como una estatua —como una figura que de vez en cuando muestra algo de emoción, pero que generalmente está ahí porque… ¿se muere por Olga? La química entre ellos es casi nula, así que no tengo idea de por qué.
Pero bueno, siendo este un drama erótico, lo importante debería ser el sexo, ¿verdad? Pues me temo que incluso en ese aspecto, “De vuelta al deseo” termina decepcionando. Por alguna razón, Mandes ha decidido incluir elementos transparentes o brillantes fuera de foco frente al lente de su cámara mientras sus actores tienen sexo simulado, lo cual crea efectos de doble imagen a cada rato… o que simplemente los cuerpos se fusionen o se vean borrosos. Es una decisión artística —dudo MUCHO que sea un problema, per se—, pero es una que no funciona en lo absoluto. De hecho, aquellos planos son incluidos a lo largo de TODA la película, pero molestan más durante las escenas de sexo, las cuales, encima, cuentan con bandas sonoras pertenecientes a una de dos categorías: o no van para NADA con la supuesta pasión del momento, o son increíblemente cursis. El resultado: sexo mecánico; explícito, sí, pero totalmente carente de… bueno, pasión.
Los personajes no funcionan, entonces, y el sexo tampoco. ¿Qué hay de la trama? ¿Será la historia la que termine por salvar a “De vuelta al deseo”? Pues no. Lo que tenemos acá es un conflicto de telenovela (o mejor dicho; de MALA telenovela), que podría resolverse rápidamente si los protagonistas actuaran como seres humanos normales. Pero eso no sucede, obviamente —perdí la cuenta de todas las veces en las que un personaje simplemente se iba de escena cuando alguien quería conversar o le pedía una explicación. Súmenle a eso un ritmo terrible (es una película de menos de dos horas que se siente ETERNA), y “De vuelta al deseo” se torna rápidamente en una experiencia casi tortuosa.
Lo crean o no, no la paso bien escribiendo este tipo de crítica súper negativa… y mucho menos cuando tuve la oportunidad de entrevistar, brevemente, a uno de los protagonistas de la cinta en cuestión. Pero tampoco es que pueda tapar el sol con un dedo. Desgraciadamente, “De vuelta al deseo” es una experiencia indefendible donde, fuera de sus problemas narrativos o de desarrollo de personajes o de incorrección política (por SUPUESTO que el personaje más odioso de la historia está siguiendo la carrera de Estudios de Género… ¡sutil!), lo que supuestamente debería vender a la película… no funciona. El sexo, el foco principal de “De vuelta al deseo”, no encendería ni una velita de baño, por lo que simplemente no puedo recomendar el filme. Aunque considerando lo nefastas que fueron las cintas de “365 días”, al menos puedo decir que Mandes está mejorando… un poquito.