Contrato para matar

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Dirigida por Phillip Noyce (“Clear and Present Danger”, “El Santo”, “Agente Salt”, y muchas más), “Contrato para matar” es un “thriller” cumplidor protagonizado por un siempre excelente Pierce Brosnan. De hecho, es en Brosnan donde radica lo mejor de la película; de perderlo a él, hubiéramos acabado con algo mucho menos interesante, dejando ya muy en claro que la narrativa no es el punto fuerte de la producción. Porque, aunque “Contrato para matar” incluye algunas escenas de humor negro bien logradas y momentos de innegable tensión, tampoco se puede decir que sea de lo mejor que Noyce haya dirigido. Está bien para pasar el rato, sí, pero si uno se pone a pensar demasiado en la película, le encontrará más agujeros que a un queso suizo.

Brosnan interpreta a Charlie Swift, un mercenario en Mississippi que trabaja para Stan Mullen (el gran James Caan, en su último rol antes de su fallecimiento en 2022), un mafioso que ha controlado todo lo que tiene que ver con crimen y violencia en la zona por años. Lamentablemente, este último está ya viejo, enfermo y muy cerca a retirarse, por lo que un nuevo criminal llamado Beggar (Gbenga Akinnagbe) decide entrar al juego. Por ende, contrata a un joven asesino a sueldo que se hace llamar La Cuchilla (Brennel Keel Cook) que engaña a Charlie, acompañándolo a asesinar a un tipo llamado Rollo (por órdenes de Stan), para luego traicionarlo y llevarle el cuerpo a su verdadero jefe.

No obstante, Rollo termina muriendo también, y Beggar decide acabar con el equipo de nuestro protagonista, incluyendo a su avejentado jefe. Es así que Charlie decide cobrar venganza, por lo que se une a la ex de Rollo, una taxidermista llamada Marcie Kramer (Morena Baccarin), quien acabó muy mal con Rollo, y quiere recuperar el dinero —cincuenta mil dólares— que le debe. Juntos, se meten de lleno en un mundo de criminales, asesinos y “strippers”, siendo perseguidos, además, por el sicario número uno de Beggar: Lloyd “El Fenómeno” Mercury (Christopher Matthew Cook). Después de todo, resulta que Rollo tenía un video incriminatorio para Beggar, por lo que este último está muy interesado en recuperarlo antes de que las autoridades lo obtengan.

Si la trama suena un poco enredada, es porque el guion de Richard Wenk (basado en la novela “Gun Monkeys” de Victor Gischler) confunde lo imprevisible con lo embrollado, dejando a sus protagonistas dando vueltas por la ciudad, muchas veces sin rumbo aparente. Por ende, por más de que la historia incluya algunas escenas de tensión —muchas de ellas involucrando tanto a Charlie como al “Fenómeno”—, la experiencia en general se termina sintiendo inesperadamente tranquila y relajada. Esto se puede deber, además, a la edad de Brosnan, quien evidentemente está muy bien conservado, pero igual no se puede meter en tantas escenas de acción como en sus épocas de James Bond. Charlie es eficiente y sanguinario, sí, pero claramente nadie lo va a confundir con John Wick.

No obstante, “Contrato para matar” no es una película que carezca de valor. La decisión de grabarlo todo en Mississippi y Nueva Orleans, por ejemplo, resulta en escenarios visualmente impactantes, como la casa elevada de Marcie en medio de los pantanos, o los basurales rodeados de fango y cocodrilos en los que se encuentran los criminales. Y aunque “Contrato para matar” no incluye escenas de pelea, explosiones o persecuciones vehiculares, resulta siempre interesante ver a Brosnan deshacerse de malhechores e investigar misterios relacionados a hampones y asesinos. Es verdad que la resolución de dicho misterio —que involucra al video incriminatorio ya mencionado —no es del todo original, pero al menos sirve para justificar las acciones de la mayoría de personajes.

Lo que sí me sorprendió gratamente, en todo caso, es el que hayan intentado —por lo menos— darle una motivación emocional a Charlie para hacer lo que tiene que hacer. Resulta que el Stan de Caan es más que su Jefe —es uno de sus mejores amigos, tanto así que ahora Charlie lo cuida, acompañándolo en casa y dándole su medicina. Este tipo de relaciones amicales, casi paternales, entre hombres mayores, no se ven con mucha frecuencia en el cine comercial norteamericano, por lo que resulta refrescante ver como Charlie decide vengarse no porque hayan matado a su pareja o a su familia, si no más bien porque siente que le debe algo a esta figura paterna. Porque considera que siempre lo entendió y que de alguna manera lo rescató. No es nada increíblemente sentimental, pero agradezco que Noyce y Wenk hayan decidido enfatizar este aspecto de la trama (no tengo idea si es algo que se originó en la novela de Gischler).

Sin embargo, y como se dio a entender líneas arriba, LA razón por la que vale la pena ver “Contrato para matar” es Pierce Brosnan. Siempre calmado, elegante y seguro de sí mismo, Brosnan interpreta a Charlie como un ex militar muy eficiente, que no necesariamente AMA su trabajo, pero que definitivamente aprecia la vida que su Jefe le ha dado. Sorprendentemente, la química que maneja con Baccarin es palpable —no es que dejen la pantalla encendida con sensualidad y calor (no es ese tipo de relación), pero me gustó cómo la película desarrolló el vínculo entre Charlie y Marcie. Baccarin, además, es el tipo de actriz que no ha recibido el reconocimiento que merece, y que siempre da gusto ver en una película. Como Stan, Caan nos entrega su último trabajo actoral, y Gbenga Akinnagbe es suficientemente intimidante como Bregar.

Ahora bien, vale la pena recalcar que “Contrato para matar” no es una producción multimillonaria. De hecho, solo basta con ver la gran cantidad de logos al comienzo de la película, así como los diez mil créditos de productores ejecutivos en los créditos iniciales, para que uno se de cuenta que se trata de una producción independiente que necesitó de mucha gente para conseguir financiamiento. Por ende, por más de que la dirección de Noyce sea sólida, por momentos “Contrato para matar” se puede sentir algo barata. La falta de acción ciertamente deja eso en evidencia (así como las pantallas Chroma poco convincentes), pero los actores secundarios desconocidos y algo tiesos, así como la narración en “off” innecesaria y redundante, tampoco ayudan. Creo que considerando lo que tenían a su disposición, Noyce y su equipo hicieron un buen trabajo, pero si se animan a ver “Contrato para matar”, no se imaginen nada al nivel de las películas de James Bond de Bronsnan (o siquiera al de algo como “El sastre de Panamá” o “El extranjero”).

“Contrato para matar” termina siendo, pues, y como se dijo en la introducción, un “thriller” cumplidor; ni más, ni menos. El proyecto seguramente consiguió su financiamiento gracias a la participación de Brosnan, y es justamente gracias a él que la cuestión se ve elevada. Su carisma es innegable, y el veterano actor irlandés logra convertir a Charlie en una figura con la que resulta fácil empatizar (especialmente cuando comienza a hablar sobre sus potenciales planes de retiro en Italia). La narrativa no es particularmente emocionante, pero entre el buen trabajo de Brosnan y Baccarin, la dirección eficiente de Noyce, y los momentos de repentina violencia y eficiente humor negro, “Contrato para matar” logra entretener. No es nada del otro mundo, claramente, pero si tienen ganas de ver algo ligero, divertido y poco exigente, se trata de una opción decente.

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