Bright
“Bright” no es el desastre que muchos otros críticos han estado destruyendo, pero tampoco es el éxito rotundo que estoy seguro Netflix necesitaba para justificar su inversión de 90 millones de dólares. Violenta, vulgar y por momentos muy entretenida, “Bright” es una gran mejora en relación a la película anterior de su director, David Ayer, la infame “El escuadrón suicida”, pero nunca llega al nivel de sus mejores esfuerzos, como los policiales “Día de entrenamiento” o “End of Watch”. De repente ya es hora de que Ayer se aleje de las historias más fantásticas.
“Bright” se desarrolla en un futuro cercano alternativo, en donde los humanos conviven con personajes fantásticos como Orcos y Elfos (incluso me pareció ver a un centauro por ahí). Esto es lo más interesante del filme; la presentación y el desarrollo del universo donde se lleva a cabo. Ayer hace un buen trabajo a la hora de mostrarnos, tanto a través de diálogo como de imágenes y hasta de referencias a eventos pasados, la manera en que este mundo funciona. Los Orcos son la raza más discriminada —debido a lo que hicieron 2000 años atrás… ¿tendrá algo que ver con Jesús?—, los Elfos son millonarios y controlan al mundo, y los humanos están en medio de todo.
Desgraciadamente, y a pesar de lo bien construido que está este universo, la trama lo arruina todo. No me animaría a decir que se trata de una narrativa vergonzosa, pero digamos que no es lo mejor que la cinta tiene para ofrecer. Nuestros protagonistas son los policías Daryl Ward – humano (Will Smith) y Nick Jakoby – orco (Joel Edgerton). No se llevan a bien no solo porque Nick es un orco y es discriminado por sus compañeros todos los días, si no también porque hace un tiempo, Ward recibió un balazo de un criminal sin que Nick pudiese ayudarlo.
Nuestros dos oficiales de policía se ven involucrados en un complicado complot cuando llegan a una escena de crimen y se encuentran con una Elfa llamada Tikka (Lucy Fry) que posee uno de los objetos más poderosos de este universo: una Varita Mágica. Ahora, los tres personajes serán perseguidos tanto por sus compañeros policías, como por las pandillas latinas locales, y hasta por una poderosísima Elfa maligna llamada Leilah (Noomi Rapace); todos se quieren hacer de la varita para cumplir con sus propios objetivos.
La primera mitad de “Bright” es la mejor, de todas maneras. Es aquí cuando el filme se concentra más en presentar el contexto en el que se desarrolla, así como en mostrarnos los conflictos que existen entre las diferentes razas que habitan este mundo, y entre los personajes que terminaremos por seguir. Desgraciadamente, una vez que la trama se convierte en lo más importante, y la cinta decide incluir una suerte de clichés olvidables —¡hasta tenemos una profecía!—, “Bright” deja de ser inofensivamente entretenida, y se convierte en algo más genérico y previsible.
De hecho, el guion de Max Landis (hijo de John Landis y figura controversial en Twitter) decide darle tantos giros a la trama durante el tercer acto, que en vez de sorprender al espectador, termina por atontarlo o aburrirlo. Hay un par de momentos que involucran a Nick, por ejemplo, que no podrían ser más trillados, y EL giro final que involucra a Ward solo podría sorprender a aquellos que nunca antes hayan visto una película fantástica Hollywoodense (solo diré que hasta el título de la película malogra esta “sorpresa”). Por momentos, parece que Landis tenía una premisa intrigante y un interesante mundo fantástico, pero carecía de una historia bien construida para aprovechar todas sus buenas ideas.
Will Smith es muy creíble como Ward, un policía lleno de prejuicios, al igual que la mayoría de los habitantes de este mundo, aparentemente, pero que a la vez tiene una familia a la que ama mucho. Su personalidad sarcástica resulta extremadamente divertida en los momentos más ligeros de la cinta, pero al mismo tiempo, uno sabe que se trata de un policía competente que sabrá responder bien en situaciones de extremo libro. El Nick de Joel Edgerton —quien luce irreconocible bajo toneladas de maquillaje y prótesis— contrasta a la perfección con Ward; es más inocente y más lento, pero también más fuerte. Los personajes secundarios no impresionan mucho; la villana de Noomi Rapace no podría ser más plana y aburrida, y tanto Edgar Ramirez como Jay Hernández están desperdiciados en roles pequeños.
A pesar de llevarse a cabo en un mundo relativamente fantástico, “Bright” maneja la estética realista y sucia de policial que uno esperaría de David Ayer. La violencia es frecuente y muy sangrienta, las balaceras están filmadas de manera verosímil, haciendo un uso frecuente de cámaras en mano, y los personajes se comportan como típicos policías y criminales “de barrio”: insultando y hablando con harta lisura. Todo esto permite que el mundo de “Bright” se sienta más real, como algo que realmente podría suceder en unos años.
“Bright” es una película que funciona a medias; la construcción de su mundo fantástico, del contexto social en el que se desarrolla es muy creíble —y de hecho lo deja a uno con ganas de enterarse de más—, pero la trama en la que atrapa a sus dos protagonistas no podría ser más estereotípica y previsible. Las actuaciones centrales son sólidas, y la mayoría de secuencias de acción funcionan, pero al final del día, uno no puede evitar sentir que “Bright” hubiera podido ser mucho más. Se supone que Netflix ya ha comenzado con la preproducción de una secuela; ojalá dicha continuación aproveche mejor las ideas de Max Landis y compañía.
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