Mucho se ha escrito y publicado sobre este remake con actores de carne y hueso del clásico de Walt Disney “Blancanieves”, especialmente por parte de hombres blancos cuarentones que, de forma súbita, han resultado ser los más grandes fanáticos de un cuento de hadas cuyo público principal siempre fue bastante menor, y posiblemente de otro sexo. Pero fuera de quejas racistas, exageradas o simplemente mal informadas, tampoco se puede negar que filmes como este generalmente son producidos con ambiciones monetarias y no tanto creativas. Por ende, al final siempre llegamos a la misma pregunta en estos casos: “¿cuál es el punto de sacar una nueva versión” (fuera de la obvia, claro está).
Bueno, en el caso de “Blancanieves”, el punto vendría a ser demostrar los considerables talentos de Rachel Zegler, aquella actriz norteamericana de ascendencia latina que fue descubierta por el mismísimo Steven Spielberg para su extraordinaria versión de “Amor sin barreras” del 2021. Una actriz que, de un tiempo a esta parte, ha venido siendo atacada, principalmente, por haber exigido que se le pague justamente, apoyar a Palestina en el contexto del genocidio en Gaza, y aparentemente, “ser fastidiosa”. Nada de eso debería causar la controversia que ha generado, por supuesto, especialmente considerando que su coprotagonista en la película, Gal Gadot, apoya abiertamente al gobierno israelí que está realizando dicho genocidio, y en el caso específico de “Blancanieves”, no actúa (ni canta) muy bien que digamos.

Pero dejemos la política de lado. No podía dejar de mencionar todo lo anterior para darle un poco de contexto al hate que está recibiendo “Blancanieves”, pero a la vez, para efectos del presente texto, hay que considerar al filme bajo sus propios méritos. Entonces, así abiertamente y sin temores, ¿qué tal está “Blancanieves”? Pues… regularona. Lo que tenemos acá no es el peor remake que haya hecho Disney hasta ahora (dicho trofeo se lo llevarían tanto “El Rey León” como “Pinocho” en empate), pero tampoco es el mejor (siendo “Cenicienta” la única en dicho puesto hasta ahora, dicho sea de paso). “Blancanieves” aprovecha muy bien los considerables talentos de su protagonista, pero lamentablemente nunca llega a justificar del todo su existencia, sintiéndose más como un extraño híbrido entre lo contemporáneo y lo innegablemente tradicional.
“Blancanieves” comienza, como muchos otros cuentos de hadas, con una historia de trasfondo narrada con una voz en off. En dicho prólogo, nos enteramos de que Blancanieves (Emilia Faucher) fue nombrada así en honor a la noche nevada en la que nació, y que se trata de la princesa de un reino fantástico de características vagamente medievales. Pero cuando su padre el Rey se va pelear a la guerra, y su madre la Reina (Lorena Andrea, de “Warrior Nun”) fallece, la chica se queda a vivir encerrada en el palacio con una nueva Reina Maligna (Gadot), quien obliga al pueblo a convertirse en sus súbditos y soldados, empecinada en hacerse rica sin pensar en los demás.
Años después, vemos que Blancanieves (Zegler), ahora una adolescente, trabaja de empleada de limpieza en el castillo. Pero cuando el líder de una rebelión llamado Jonathan (Andrew Burnap) llega a robar unas papas, se desatan una serie de eventos que convencen a la Reina de intentar asesinar a la chica. Después de todo, su espejo mágico le dice que podría llegar a convertirse en la más bella del reino, incluso más bella que ella. Pero antes de que se la pueda bajar, Blancanieves escapa y llega al bosque oscuro, donde termina alojándose en la casa de los siete enanos: Tontín (Andrew Barth Feldman), Tímido (Titus Burgess), Gruñón (Martin Klebba), Sneezy (Jason Kravtiz), Feliz (George Salazar), Dormilón (Andy Grotelueschen), y Doc (Jeremy Swift, de “Ted Lasso”). Es ahí donde se hace amiga de ellos, pero también donde se da cuenta que le tiene que poner el pare a la Reina junto a Jonathan.
Temáticamente hablando, “Blancanieves” no nos dice nada que no hayamos visto en otras películas familiares, pero al menos se puede decir que intenta transmitir un mensaje valioso para los más pequeños de la casa. Básicamente, el filme pone en conflicto a una persona increíblemente bondadosa, que es hermosa tanto por dentro como por fuera, con alguien que únicamente es bella superficialmente, siendo de los personajes más egoístas que hayamos visto en una cinta de Disney. Si Blancanieves gana (por favor, no es un spoiler), es porque termina demostrando que la bondad es de las mejores características que cualquier persona puede tener, y que los malos actos de la Reina eventualmente traen consigo terribles consecuencias.
Fuera de eso, lo que el director Marc Webb y sus guionistas han hecho es expandir un poco la trama del filme original, como para darle un poco más de profundidad a sus personajes. Esto funciona a medias. Por un lado, la mismísima Blancanieves se siente más como una persona real; sí, todavía ridículamente bondadosa y naif, pero a la vez, lo suficientemente fuerte como para decidir ayudar a Jonathan en su revolución. Pero por otro lado, el nuevo interés romántico se siente increíblemente genérico, y la Reina Mala no es caracterizada ni como un monstruo exagerado, ni como un ser humano tridimensional y complejo. Está en un término medio, lo cual termina por convertir a la antagonista en una figura francamente aburrida y previsible.

De Rachel Zegler, sin embargo, no me puedo quejar. Desde hace tiempo ya sabíamos que tiene una voz extraordinaria, pero en “Blancanieves” brilla tanto en las secuencias musicales como en las dramáticas, interpretando al personaje del título como alguien dulce y empático que siempre influye positivamente en los demás. Zegler es carisma y encanto puro, por lo que no cuesta para nada apoyarla en su fantástica travesía. Por otro lado, Gal Gadot da lo que podría ser considerada como la actuación más débil de su carrera, interpretando a la Reina con poca convicción y menor intensidad, convirtiéndola en alguien que parece querer lucir intimidante, pero que no resulta particularmente aterradora o siquiera interesante. Por su parte, Andrew Burnap no está mal, pero la forma en que Jonathan ha sido escrito no lo ayuda para nada, lamentablemente.
Visualmente, “Blancanieves” es una mezcla de lo bueno, lo malo y lo feo. El filme cuenta con planos verdaderamente bellos, y cabe destacar que hace un bueno uso del color, manejando tonos cálidos y colores primarios bien encendidos en la mayoría de escenas. Solo un par de momentos lucen algo lavados, como si los hubieran sacado de un show de Disney Plus, pero son pocos felizmente. Lo que sí resulta algo perturbador es la apariencia de los enanos. Por alguna razón, Webb y su equipo decidieron crear a los enanos digitalmente, haciendo uso de increíble tecnología de rendering y animación para que su piel, ropa y movimientos se vean realistas, pero también para que mantengan diseños caricaturescos y exagerados. Esto resulta en personajes francamente perturbadores, que se encuentran completamente dentro del Uncanny Valley, viéndose como muñecos de feria que han cobrado vida. Tontín, en particular, resulta bastante incómodo de ver, luciendo muy parecido al niño de la Revista Mad.
De las canciones no hay mucho que decir. La clásicas de la película original han sido bellamente recreadas, pero de las nuevas me acuerdo poco o nada. Zegler canta muy bien, Gadot no, y el resto está un poco en el medio. Y es así, de hecho, como puedo describir a “Blancanieves”: como una película que se encuentra “un poco en el medio”. No es horrible, como seguramente mucha gente ya ha estado diciendo (varias de ellas sin haberla visto, además), pero tampoco se trata de una experiencia particularmente empoderadora o entretenida. De hecho, “Blancanieves” termina siendo una película estirada, que funcionó bien en su momento hace más de ochenta años, pero que Disney, lamentablemente, no ha sido capaz de actualizar muy bien que digamos. Definitivamente hay peores remakes de películas animadas, pero eso es lo mejor que puedo decir de “Blancanieves”. Lo cual, por supuesto, me lleva a hacerme la misma pregunta una vez más: “¿cuál fue el punto de sacar esta nueva versión?”.
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