Bill and Ted Face the Music, El Diablo a todas horas, y Mala Educación
Ha pasado un buen tiempo, pero estoy de vuelta con unas breves críticas de películas que he tenido la oportunidad de ver en las últimas semanas. Puede que la cuarentena por el COVID-19 ya no sea tan estricta como hace unos meses, pero eso no quiere decir que todos los cines estén abiertos y que los estrenos hayan regresado a la normalidad. De hecho, a menos que quieran ver “Tenet” o “Los Nuevos Mutantes”, lo más probable es que todavía se queden en casa para ver nuevos filmes, utilizando cualquiera de las decenas de servicios de streaming que existen en la actualidad.
Revisemos, pues, tres de las películas que tuve la oportunidad de ver en diferentes servicios estos últimos días, y que de diferentes maneras, pudieron entretenerme con historias hilarantes, deprimentes y hasta intelectualmente estimulantes. Como suele pasar, hay de todo para todo el mundo.
Bill and Ted Face the Music
(Disponible en V.O.D.)
Luego de reclutar a diferentes figuras históricas para un trabajo de la escuela en los 80s, y hasta vencer a la personificación de la Muerte en los 90s, Bill (Alex Winter) y Ted (Keanu Reeves) están de vuelta en una nueva aventura. Ahora mucho mayores y sin estar cerca de componer la canción que supuestamente salvará al universo, nuestros héroes son convocados para ir al futuro, y robarle dicha composición a sus versiones posteriores. Pero esta vez no están solos: sus hijas, Thea (Samara Weaving) y Billie (Brigitte Lundy-Paine) los acompañan, demostrando que no tienen por qué tratar de salvar al universo solos.
Considerando que han pasado casi treinta años desde que salió la última película protagonizada por estos jóvenes músicos de San Dimas, California, no los culparía si tuviesen muchas preocupaciones sobre la calidad de “Bill and Ted Face the Music”. Pero para mi (grata) sorpresa, los guionistas Ed Solomon y Chris Matheson han logrado regresa a estar universo como si el tiempo casi no hubiese pasado, introduciendo nuevos personajes memorables, trayendo de vuelta a algunos de los mejores que aparecieron en las dos entregas pasadas, y hasta desarrollando momentos tantos emotivos como inesperadamente graciosos. Se trata de una película que ligera y entretenida, que avanza de manera fluida, combinando sensibilidades contemporáneas con un tono algo retro, hasta naive.
Keanu Reeves se demora un poco en convertirse en Ted, acostumbrado más a meterle balazos a medio mundo como John Wick, que a interpretar a un personaje algo despistado pero ciertamente bienintencionado. Alex Winter (quien ha tenido cierto éxito últimamente como director de documentales), más bien, se transforma inmediatamente en Bill, desarrollándolo como una versión ligeramente más sabia, pero igual de inocentona, del personaje que todos conocemos. Súmenle a ellos a Weaving como Thea (carismática, divertida), Lundy-Paine como Billie (el clon femenino de un joven Reeves), Anthony Carrigan robándose el show como un robot llamado Dennis Caleb McCoy (por qué no), y hasta el retorno de William Sadler como la Muerte, y “Bill and Ted Face the Music” termina sintiéndose como una experiencia tanto familiar como novedosa. No será la comedia del siglo, pero “Bill and Ted Face the Music” tampoco decepciona, y demuestra ser un final adecuado y agradable para estos clásicos personajes. Me mantuvo con una sonrisa durante hora y media, y al final, eso es lo que más debería importar.
El Diablo a todas horas
(Disponible en Netflix)
Personajes siniestros y oscuros desenvolviéndose en un mundo despiadado, donde todos pueden morir en cualquier momento. “El diablo a todas horas” no es una película particularmente optimista, y para algunos, podría resultar algo difícil de disfrutar —después de todo, por más que se trate de una suerte de historia de maduración para el joven Arvin (Tom Holland), fuera de él, resulta algo complicado relacionarse con los demás personajes. Consideren a un pastor pederasta (Robert Pattinson), si no, o a un policía corrupto (Sebastian Stan), o una pareja (Jason Clarke y Riley Keough) que se dedica a matar gente y tomarse fotos con sus cadáveres.
“El diablo a todas horas” no es una película agradable o siquiera entretenida en el sentido tradicional de la palabra, pero no por eso no deja de ser fascinante de ver. El director-guionista Antonio Campos hace un gran trabajo a la hora de situar al espectador en un tiempo y espacio muy específicos, desarrollando al pueblo en el que la historia se lleva a cabo y sus alrededores de manera extremadamente atmosférica, mostrando diferentes locaciones de manera realista, cruda y sucia. No se trata de un lugar en el que provoque estar —desde una iglesia engañadoramente acogedora, hasta los bosques que rodean la casa del padre de Arvin (Bill Skarsgård), y el cementerio donde su hermanastra (Eliza Scanlen) visita a su fallecida madre, el filme está lleno de lugares donde diferentes situaciones de abuso, violencia y sufrimiento se llevan a cabo.
Parafraseando a uno de los personajes: el mundo está lleno de gente terrible, y la película ciertamente logra demostrarlo. Los actores, además, contribuyen a ello; Tom Holland demuestra ser capaz de interpretar a alguien completamente opuesto a Peter Parker/Spider-man, Robert Pattinson le otorga un acento exagerado y una personalidad asquerosa al reverendo Teagardin, Sebastian Stan intenta darle algo de empatía al Diputado Bodecker, y Eliza Scanlen interpreta a una Leonora que termina siendo demasiado pura para este mundo lleno de personas depravadas y agresivas. Narrativamente inflada y por momentos confusa, “El diablo a todas horas” es un proyecto ambicioso y pesimista, que sin llegar a cumplir con todo lo que promete, al menos sirve como muestra del talento de sus protagonistas, y de las habilidades (más que nada visuales) de Campos como director.
Mala Educación
(Disponible en HBO)
Incluso la gente que parece querer hacer lo mejor por su comunidad, puede estar guardando secretos oscuros, muchas veces beneficiándose a ellos mismos mientras simulan estar trabajando para el bien común. “Mala Educación” es la historia de uno de los fraudes más notorios de los Estados Unidos, en donde estuvieron involucrados el carismático superintendente de un colegio público llamado Frank Tassone (Hugh Jackman) y su equipo. Es una historia sobre apariencias, confianza y ambición excesiva, desarrollada de manera suficientemente intensa por el director Cory Finley, y dependiente de una excelente actuación por parte Jackman.
“Mala Educación” comienza de forma convencional, mostrando el día a día de Tassone, y haciendo de todo por convencer al espectador de que se trata de un protagonista idóneo; de alguien que ha hecho mucho por la escuela en el que trabaja, casi obsesionado por dejarlo en el primer puesto de los colegios con mejor desempeño en el país. Pero una vez que se descubre que su asistente, Pam Gluckin (Allison Janney) le ha estado robando miles de dólares a la escuela, utilizando tarjetas de crédito para realizar múltiples y exageradas compras, la vida de Tassone se va complicando, tanto a nivel personal como profesional. Jackman, sonriendo casi constantemente, intentando convencer a todo el mundo de que es un buen tipo, le otorga diferentes capas a Tassone: es un hombre muy basado en apariencias (siempre usando los mejores trajes, obsesionado con hacerse sutiles cirugías cosméticas), pero que parece estar buscando la felicidad en todos los lugares incorrectos.
Vale la pena destacar, además, a Geraldine Viswanathan (quien poco a poco se está convirtiendo en una de las jóvenes estrellas Hollywoodenses más notables en la actualidad), quien interpreta a Rachel, una joven estudiante del colegio empeñada en descubrir los oscuros secretos de sus administradores. Se trata de un personaje que complementa casi a la perfección al Tassone de Jackman; una chica honesta y que quiere hacer lo correcto, por más de que pueda llegar a ser vista de mala manera por los demás. “Mala Educación” es un filme que se deleita en subvertir las expectativas del espectador, pero que nunca lo hace de manera gratuita. Cuenta la historia que tiene que contar de manera dramáticamente satisfactoria, aprovechando al máximo a su talentoso reparto, y sin endiosar a un protagonista potencialmente problemático. Es una cinta, pues, que no malgasta la “historia real” en la que está basada, y que demuestra que todavía se pueden realizar dramas serios y sobrios, por más de que tengan que estrenarse en servicios de streaming, y no en la pantalla grande.