De todas las posibles rutas que la directora y coguionista Greta Gerwig (“Ladybird”, “Mujercitas”) pudo haber tomado con una película de acción en vivo de “Barbie”, esta es la más interesante. Alejándose —muchísimo— de las películas animadas ya producidas por la famosa muñeca, lo que Gerwig ha logrado desarrollar con esta nueva producción es una historia ligeramente disruptiva, constantemente autoreferente, y por momentos realmente graciosa. Sí, sigue siendo un producto hecho para vender merchandising y juguetes —como cualquier otro blockbuster familiar, por supuesto—, pero justamente la talentosa cineasta ha tomado esta oportunidad para presentarnos algo distinto y entretenido, y para nada conformista. “Barbie” me sorprendió constantemente, y me dejó con una amplia sonrisa en el rostro.
Margot Robbie interpreta a la muñeca del título, quien vive una vida literalmente perfecta en Barbieland, junto a varias Barbies (interpretadas por actrices de la talla de Issa Rae, Alexandra Shipp, Emma Mackey, Kate McKinnon y Emerald Fennell), y varios Kens (los principales siendo interpretados por Ryan Gosling y Simu Liu). Todos los días son pura fiesta y color, y el pobre del Ken de Gosling es constantemente rechazado por una Barbie que prefiere estar con sus amigas, admirándolas por los diferentes roles importantes que cumplen en esta idónea sociedad. (Por ejemplo, la Barbie de Rae es la presidenta de Barbieland).
Todo cambia, sin embargo, cuando la Barbie de Robbie comienza a “fallar”. Tiene pensamientos relacionados a la muerte, le sale todo mal en casa, y más importante, deja de caminar de puntillas (perfecto para usar tacos) y tiene síndrome de pie plano. Para resolver esto, la Barbie “rarita” (Kate McKinnon) le dice que debe ir al Mundo Real y buscar a la niña que está jugando con ella. Si llega a hablar con ella, podrá resolver sus problemas en Barbieland. Y para ello, es acompañada por el Ken de Gosling, quien está dispuesto a hacer de todo para que Barbie sienta el mismo amor que él siente por ella. Después de todo, Barbie es Barbie, pero sin ella, Ken no es nada.
La primera mitad de la película es de lo más fascinante. Ver como Gerwig ha traído el mundo de Barbie a la vida, con un diseño de producción superlativo, trajes coloridos, y números musicales pegajosos, no es nada menos que hipnotizante. Pero una vez que Barbie y Ken entran al mundo real —pasando por varios escenarios de corte teatral, coloridos y en su mayoría hechos de papel y cartón y tela—, se dan con la sorpresa de que no todo es como ellos creían. Básicamente, nuestro mundo es el opuesto a Barbieland: en vez de que las mujeres tengan todos los roles políticos y sociales importantes, son los hombres los que lideran todo. Esto genera muchísimas dudas en Barbie, quien antes estaba convencida de que la mera existencia de las muñecas había arreglado todo en el Mundo Real. Y más bien, le “abre los ojos” a Ken, quien ahora quiere implementar las ideas del patriarcado en Barbieland.
Es así, pues, que poco a poco, “Barbie” se va convirtiendo en una excelente sátira de los roles de género y varias injusticias de nuestra sociedad. Ver a Barbie y Ken reaccionando a la manera en que nuestro mundo funciona es hilarante, pero los momentos en los que vemos a la primera dándose cuenta de que no todo es color de rosa en la Tierra (literal y figurativamente) le romperían el corazón a cualquiera. Es ahí, de hecho, donde radica la genialidad del guion (coescrito por Noah Baumbach) y la dirección de Gerwig: en el balance de tonos. “Barbie” mezcla sátira con humor tipo “Saturday Night Live” y drama con comentario social, para desarrollar una experiencia profundamente feminista y relevante. Muchos miembros del público terminarán llorando, pero estoy seguro que la mayoría, al igual que Su Servidor, saldrán de la sala de cine con una amplia sonrisa en el rostro.
Ciertamente ayuda que no haya un solo eslabón débil en el reparto. Previsiblemente, Robbie está perfecta como la Barbie Estereotípica. La desarrolla como alguien que había estado contenta cumpliendo su rol de Perfección Personificada, pero que poco a poco se va dando cuenta que no sabe qué hacer con su vida, aterrada al cambio. Sus interacciones con el Ken de Gosling son hilarantes, pero es el personaje de America Ferrera (Gloria, una humana que trabaja en las oficinas de Mattel en el Mundo Real) el que termina por cambiarla para bien. Y hablando de esta última, es Gloria quien termina convirtiéndose en el corazón de la película. De hecho, cuenta con un discurso impresionante, tanto para el público, como para el resto de personajes (dicho discurso termina convirtiéndose en un recurso importante para que las Barbies cumplan con ciertos objetivos).
Por su parte, Gosling es el Ken perfecto. Por algo el marketing de la película se ha estado jactando de que Ken es “solo Ken”; todo el punto del personaje es que no es nada sin Barbie, y que termina encontrando un camino distinto en el patriarcado que lo cambia radicalmente. Se trata de una ruta interesante para el personaje, la cual es tomada por Gosling como una oportunidad para sobreactuar de lo lindo, cantar hilarantemente, y en general, divertirse como en pocas otras películas (en serio, desde que lo vi en “Dos tipos peligrosos”, he estado diciendo que debería hacer más comedias). Y del reparto secundario no tengo quejas; desde las Barbies hasta los Kens, y por supuesto, los personajes humanos (incluyendo a Will Ferrell, quien interpreta al CEO de Mattel, y no de la manera que uno se imaginaría), todos cumplen sus roles sin mayores problemas.
No obstante, y como se dio a entender líneas arriba, lo que más destaca en “Barbie” es la ruta que Gerwig ha tomado, y con la que Mattel aparentemente no tuvo problema alguno. Ahora, no me tomen a mal; “Barbie” no es una película increíblemente disruptiva ni arriesgada. Hasta se podría argumentar que ciertos momentos en el tercer acto glorifican un poquito a Mattel como empresa. Pero lo importante es que no se ha tomado el camino más obvio, y que lo que ha hecho Gerwig, más bien, es desarrollar una historia feminista y empoderadora y emotiva, que se burla de estereotipos (los “machirulos” con gustos y opiniones estereotípicas la pasarán mal con la película) y que presenta a una Barbie que interactúa con el Mundo Real de forma verosímil. El que lo haya podido hacer de forma tan graciosa y técnicamente impresionante es todo un logro. Y el que haya podido presentarnos algo tan “Gerwig” a través de una propiedad intelectual como “Barbie” es casi un milagro.
Es así que “Barbie” se convierte en una de mis películas favoritas de lo que va del año. Se podría argumentar que las mujeres serán quienes se identifiquen más con la cinta (con sus mensajes y personajes y referencias a recuerdos de la infancia), pero lo genial de “Barbie” es que debería poder apelar a un público más amplio. Se trata, pues, de un filme que nos presenta una historia verdaderamente interesante, que va más allá de los estereotipos que uno podría tener de estas muñecas, y que intenta transmitir mensajes valiosos sobre injusticias sociales y los roles de género. Sí, el tercer acto se siente un poco largo y estoy seguro que no todos quedarán felices con el final, pero en términos generales, “Barbie” se siente como la mejor versión de esta película que podría haber salido. En Gerwig creía desde un inicio, y felizmente no me ha decepcionado. Considérenme emocionado por ver sus películas de “Narnia” para Netflix.
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