Avatar: el camino del agua

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Trece años. Eso es lo que hemos tenido que esperar para ver una nueva película de “Avatar”. En el ínterin, hemos visto a Marvel crecer, hemos disfrutado (o no tanto) de una nueva trilogía de “Star Wars” y varios spin-offs para cine y televisión, y hemos sido testigos de cómo el streaming se ha adueñado de nuestros televisores y laptops. Mucho ha cambiado desde que la súper exitosa película de James Cameron se estrenó en cines, convirtiéndose en la más taquillera de la historia. ¿Podría Cameron, entonces, recrear dicho éxito con una nueva entrega? Y más importante todavía: ¿podría justificar la existencia de tres películas más, una de las cuáles ya ha sido filmada?

Pues como siempre digo: nunca subestimen a James Cameron. Cada vez que alguien lo hace, sale perdiendo. Y creo que “Avatar: el camino del agua” es una prueba más de ello. Lo que tenemos acá es una secuela colosal, que felizmente logra alejarse un poco de los clichés de su notable predecesora, para desarrollar una experiencia francamente hermosa, muy distinta a lo que usualmente vemos en los cines. Puede que la historia sea bastante simplista a nivel narrativo, pero es a nivel emocional (y por supuesto, visual) donde “Avatar: el camino del agua” brilla. Se trata, después de todo, de una película sobre la importancia de la familia, y sobre cómo el quedarse juntos y pelear juntos puede resolver muchos problemas.

Pero me adelanto. La película comienza con un breve resumen de las vidas de Jake Sully (Sam Worthington) y Neytiri (Zoe Saldaña) estos últimos trece años. Viviendo en paz y armonía en la jungla de Pandora, han logrado formar una familia: tienen a su hijo mayor, Neteyam (Jamie Flatters); al rebelde Lo’ak (Britain Dalton); a la pequeña Tuk (Trinity Jo-Li Bliss), y sorprendentemente, a una hija adoptada llamada Kiri (Sigourney Weaver), que salió del cuerpo de la doctora Grace Augustine. Además, todavía congenian con algunos de los pocos humanos que se quedaron en el planeta. Entre ellos se encuentran viejos conocidos como Norm (Joel David Moore) y el Dr. Max Patel (Dileep Rao), pero también está Spider (Jack Champion), un chico de dreads que se cree N’avi.

Pero como se deben imaginar, el status quo tiene que ser roto una vez más. Los humanos regresan a Pandora, y otra vez cuentan con el Coronel Miles Quaritch (Stephen Lang), quien ha sido resucitado con la ayuda de un cuerpo de Avatar, en el que se han inyectado todos los recuerdos de su vida pasada. Sediento de venganza, Quaritch se obsesiona con encontrar a Jake, lo que obliga a él y a su familia a escapar de la selva. Es así que terminan en la tribu marina de Metkayina, donde son recibidos por los líderes, la espiritual Ronal (Kate Winslet) y el más práctico Tonowari (Cliff Curtis). Obligados a esconderse, Jake y su familia tendrán que aprender las costumbres de sus nuevos compañeros, domando criaturas de mar, respirando bajo el agua, y adentrándose en nuevas aventuras.

Primero lo primero. Al igual que la primera cinta, “Avatar: el camino del agua” es una maravilla visual. Cameron demuestra una vez más que, si se le da el tiempo necesario a los artistas de efectos visuales y se trabaja con paciencia, se pueden desarrollar experiencias cinematográficas verdaderamente alucinantes. No hay un solo plano, un solo frame en “Avatar: el camino del agua” que se vea falso o no convenza. Desde los primeros planos de personajes como Jake o Neytiri, hasta sus expresiones faciales, movimientos, reacciones e interacciones con personajes humanos, y planos detalle de manos o pies, todo en la película luce absolutamente realista. Y más importante: al igual que en el primer filme, Cameron y sus guionistas han logrado desarrollar una cultura de manera detallada y creíble, esta vez en la tribu marina de Metkayina.

Como seguramente ya saben, “Avatar: el camino del agua” dura más de tres horas, y mucho de esa duración se debe, precisamente, a la manera en que el filme se concentra en desarrollar una atmósfera palpable. Cameron se toma la molestia de presentarnos este mundo con paciencia, mostrándonos planos impresionantes bajo el agua, los personajes interactuando con diversas criaturas, entrando y saliendo del mar. El desarrollo de un nuevo sistema de captura de movimiento submarino ha pagado sus dividendos. “Avatar: el camino del agua” luce mucho mejor que cualquier otro blockbuster submarino (como “Aquaman” o hasta “Pantera Negra: Wakanda Por Siempre”), y al igual que la primera película, nos sumerge (ja) completamente en este mundo. Pandora nunca se había sentido tal palpable, tan táctil.

Debo mencionar, además, que vi “Avatar: el camino del agua” en 3D, con HFR variable. El efecto 3D, como se deben imaginar, es de lo mejor que pueden experimentar en la pantalla grande. Hace años que no veía una película en 3D en el cine, y esta realmente hizo que me olvide que estaba usando los frecuentemente molestos lentes. Los efectos de profundidad son increíbles, ayudando muchísimo con la inmersión. Pero, por otro lado, ¿qué es el HFR variable? Una película usualmente está grabada a 23.95 cuadros por segundo, pero “Avatar: el camino del agua” ha sido grabada con framerates variados. Algunas escenas, entonces, están a 48 cuadros por segundo, por ejemplo, lo cual les otorga movimientos más fluidos a los personajes y hasta a la cámara misma. Esto, desgraciadamente, no me terminó de convencer; de hecho, por momentos me distrajo bastante. No es tan molesto como en las películas de “El Hobbit” o como en “Gemini Man”, de Ang Lee, pero no siento que haya contribuido a mucho, la verdad.

¿Pero qué nos ofrece “Avatar: el camino del agua” aparte del apartado técnico y visual? Pues lo que tenemos acá es una historia extremadamente sencilla, pero a la vez emotiva. Lo que el guion de la película carece en complejidad o sorpresas, de hecho, felizmente es compensado por temas relacionados a la importancia de la familia y el hogar. No son temas desarrollados de manera particularmente sutil, pero están ahí, y ayudan a que uno empatice tanto con los personajes antiguos, como Jake o Neytiri, como con los nuevos —especialmente los chicos. Estos últimos, de hecho, son desarrollados de manera interesante; destacan el rebelde Lo’ak (quien solo quiere ser aceptado en su nueva comunidad) y la etérea Kiri, quien estoy seguro cumplirá un rol importante en las siguientes películas.

No obstante, hay que admitir que “Avatar: el camino del agua” no convertirá a los haters de la película anterior. Cameron no está interesado en contar historia súper originales con estas películas, lo cual frustrará a aquellos que se quejaban de que la primera “Avatar” no era más que “Danza con lobos” con aliens azules. De hecho, esta nueva secuela mezcla varios de los intereses de Cameron en una sola aventura, haciendo que se sienta como la película más “James Cameron” que James Cameron haya producido: la protección de la naturaleza, los militares y su tecnología, la exploración subacuática, y hasta secuencias de suspenso que me recordaron, lo crean o no, a “Titanic” (sabrán a qué me refiero cuando vean la película). Es como un “best of” de Cameron, y sorprendentemente, funciona.

Pero nuevamente: es el componente emocional lo que termina por convertir a “Avatar: el camino del agua” en una experiencia que, quizás, se sentirá para algunos como superior a la anterior. Las relaciones entre padres e hijos; las conexiones entre familiares; la importancia de la protección de la naturaleza; los lazos que uno puede entablar con criaturas muy distintas. Puede que el texto en sí no sea nada del otro mundo —de hecho, buena parte del diálogo en “Avatar: el camino del agua” parece haber sido escrito por George Lucas—, pero es en el subtexto donde uno puede encontrar lo más interesante de la película. Y obviamente ayuda que todo esté presentado de la manera más épica, grandilocuente, bella y realista posible. En serio; todos los otros blockbusters que se han estrenado en cines de este año (a excepción, posiblemente, de “The Batman”) lucen como proyectos escolares en comparación a “Avatar: el camino del agua”.

“Avatar: el camino del agua” es, pues, todo lo que seguramente estaban esperando, para bien Y para mal. Para los haters, es una prueba más de que Cameron solo está interesado en contar historias previsibles y simplonas, enfocadas más en el aspecto visual que en otra cosa. Para los fanáticos, se trata de una experiencia inolvidable, repleta de personajes interesantes, secuencias de acción tensas, y como se ha mencionado ya, bastante emotividad. Y para vuestro servidor, se trata del mejor blockbuster del 2022, y de una prueba más de que James Cameron no debe ser subestimado. De hecho, a “Avatar: el camino del agua” le debería ir lo suficientemente bien, como para al menos justificar el estreno de una tercera película (la cual, nuevamente, ya ha sido filmada). Ya más adelante veremos si la saga se sigue extendiendo.

Avance oficial:

90%
Puntuación
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