Amigos en apuros

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Habiéndose encargado de un drama tan potente como “La última tarde”, resulta sorprendente el que el cineasta Joel Calero haya decidido, esta vez, codirigir y coescribir una comedia de enredos como “Amigos en Apuros”. La presencia del talentoso Lucho Cáceres es menos inesperada —a pesar de que se trata de su primer esfuerzo detrás de las cámaras, no cuesta mucho imaginarlo en una cinta como esta, no tanto por su filmografía en la pantalla grande —después de todo, en los últimos años, se ha concentrado más en filmes de corte serio como “Cielo Oscuro” o “El evangelio de la carne”—, si no más bien por su historial en la televisión. (Mucha gente recuerda al gran “Kikín” de “Mil Oficios”).

En todo caso, uno pensaría que los talentos combinados de un cineasta relativamente experimentado, con dos interesantes dramas en su haber, y un actor de gran carisma, resultaría en una comedia divertida y enérgica. Desgraciadamente, ese no es el caso. “Amigos en Apuros” es una decepción total no porque se trate de un desastre a nivel técnico —elementos como la dirección de fotografía, el sonido y hasta la mayoría de actuaciones están correctos—, si no más bien porque falla totalmente como comedia. No hay nada más incómodo que ir a ver una comedia al cine y que casi nadie en la sala se ría, pero eso es precisamente lo que me sucedió cuando fui a ver “Amigos en Apuros”.

La premisa tiene bastante potencial. Cáceres interpreta a Manolo, un hombre criollo, vividor, pícaro y carismático, quien lamentablemente, se ha involucrado con la gente incorrecta: le debe $30,000 a un mafioso llamado Pony (Pold Gastello), quien no descansará hasta que la cuenta sea saldada. Desesperado, Manolo recurre a engañar a uno de sus mejores amigos del colegio, el adinerado Fico (Christian Thorsen): lo convence —de manera bastante inverosímil, dicho sea de paso— de que le quedan cuatro meses de vida. Por ende, Fico decide recibirlo en casa, y cuidarlo hasta que pase a mejor vida.

Para ello, contrata a una dulce enfermera (Luciana Blomberg), quien se esforzará para tratar su inexistente enfermedad, pero Fico tiene problemas propios. Acaba de divorciarse de su distante esposa, Julissa (Katerina D’Onofrio), y mantiene una relación algo distante con su hijo. De hecho su vida personal es tan desastrosa, que hasta intentó suicidarse poco tiempo atrás. Pero las aventuras que vivirá con Manolo, así como una posible relación con la enfermera, lo convencerán de que, de repente, todavía vale la pena vivir en este mundo.

Usualmente, uno espera una cadencia acelerada y mucha energía de parte de una comedia de situaciones, pero curiosamente, eso no es lo que nos otorga “Amigos en Apuros”. Entiendo que el recurso de los planos largos haya funcionado a la perfección en un drama como “La última tarde”, en donde el foco está en la interacción de sus dos protagonistas, pero el volver a utilizarlos en una comedia como esta es un grave error. Un filme como “Amigos en Apuros” necesita de planos de reacción, de primeros planos para entender mejor las acciones en los enredos, de escenas editadas con ritmo enérgico, para que uno se contagie de la gravedad de las situaciones, y del carisma de sus personajes. Pero Calero no nos da nada de eso.

Consideren, si no, las escenas en donde Manolo tiene que mentirle a diversos personajes, para poder cubrir su engaño inicial. Uno debería sentir la tensión, la presión sobre Manolo, para que las situaciones tengan más gracia, pero como Calero decide resolverlas con planos generales, en donde uno casi ni puede ver las contorsiones de Cáceres, estas terminan aburriendo. El filme cuenta con demasiadas escenas de diálogo carente de energía —y lo peor es que, como no hay donde cortar ni de dónde agarrarse para reducir los tiempos muertos, ni siquiera es algo que pudiera haber sido solucionado en posproducción. Una comedia supuestamente jocosa no puede ser editada de manera letárgica —pero eso es precisamente lo que se hizo con “Amigos en Apuros”.

Lo cual es una pena, porque los actores claramente se divirtieron grabando la película, y la mayoría hace un muy buen trabajo con sus respectivos personajes. Christian Thorsen no es un gran actor, y a pesar de tener algunos momentos de evidente acartonamiento, interpreta a Fico de manera bastante creíble —es un tipo bueno, tímido, incapaz de decir “no”, y siempre dispuesto a ayudar a sus amigos, incluso si eso significa abandonarse un poco a sí mismo. Pero es Lucho Cáceres quien carga la película entera sobre sus hombros. El estilo de Calero no le hace ningún favor, y sin embargo Cáceres resalta en varios momentos, especialmente cuando tiene que mentir, engañar, seducir, o improvisar para que no lo atrapen con las manos en la masa. No me animaría a decir que Manolo es uno de sus personajes más entrañables, pero funciona muy bien como protagonista de esta historia.

El reparto secundario está repleto de talentosos actores nacionales. Luciana Blomberg es muy carismática como la enfermera —trata de evitar la mayoría de estereotipos relacionados a personajes de este tipo, y logra construirla como alguien bondadoso, pero que tampoco se deja engañar por cualquiera (lo cual resulta en conflictos relativamente interesantes con Manolo). Katerina D’Onofrio es muy entretenida como Julissa —a pesar de que el personaje es un cliché andante—, y Pold Gastello interpreta a Pony (gran nombre) como un mafioso deliciosamente sádico.

La cinta, además, está llena de cameos inesperados, desde Aldo Miyashiro como el curioso dueño de un establecimiento de apuestas ilegales y Sebastián Monteghirfo como su esclavo sexual (¡!), hasta un desperdiciado Christian Ysla, un divertido Miguel Iza, y un Gustavo Bueno que aparece hacia el final de la película interpretando a —quién más— un doctor. A veces los cameos pueden distraer un poco —haciendo que el espectador esté pensando en quién más podría aparecer, en vez de concentrarse en la historia—, pero en el caso de una comedia como esta, ayuda a que la experiencia sea, al menos, un poco más entretenida.

Punto aparte para la banda sonora de Karin Zielinski, quien claramente sí se ha esforzado para investigar el género de la comedia en el cine. Su música es frecuentemente picarona y consistentemente divertida, agregándole mucha energía y encanto a escenas que, al menos desde un punto de vista visual, son más bien planas y frustrantemente previsibles. Disfruté, también, de cómo fue usada en muchas de las escenas más dramáticas, en donde no trataba de manipular las emociones del espectador, si no más bien complementaba el trabajo de los actores. De hecho, son las escenas de corte serio las que se sienten más honestas en “Amigos en Apuros” —claramente, es ahí donde radica la fortaleza de Calero como director, y no en la comedia disparatada.

“Amigos en Apuros” es una gran decepción. Considerando la falta de experiencia de Calero en el género de la comedia y de Cáceres en la dirección, no me esperaba una obra maestra, pero tampoco me esperaba un producto tan soso y carente de energía. La premisa no carece de potencial y los actores dan buenas interpretaciones —sí, hasta Millet Figueroa—, pero la cinta está editada de manera demasiado pausada, abusando de los planos largos y los encuadres lejanos, lo cual no ayuda en lo absoluto al desarrollo de gags o momentos divertidos. “Amigos en Apuros” está realizada con profesionalismo, como uno esperaría de Calero y su equipo, pero al menos en este caso, eso no fue suficiente como para convertirla en una comedia memorable.

 

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